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Confieso que estoy angustiado y desesperanzado. No es por la crisis actual, sino por una de sus principales causas: la división. Es más, si estuviéramos unidos, la crisis ya se habría resuelto.
La división es un fenómeno global que se manifiesta en conflictos ideológicos, económicos y sociales. A nivel mundial, vemos desde tensiones Estados Unidos-China hasta conflictos armados Rusia-Ucrania y Israel- Palestina.
Al interior de casi todos los países también hay división en forma de una alta polarización política. En Bolivia, la división es evidente: Ipsos CIESMORI muestra que la cohesión social se ha deteriorado abruptamente. La división es tan aguda que tanto oficialismo como oposición están fragmentados; y también está la tensión Oriente-Occidente y campo ciudad. Y Santa Cruz no está exenta de división.
El conflicto, y su efecto, la división parece ser la norma. Por eso quiero compartir sobre cómo solucionar conflictos a un nivel más acotado como un esfuerzo por la paz.
Los expertos destacan varios métodos efectivos para resolver conflictos. La mediación es uno de los más recomendados, donde una tercera parte imparcial facilita el diálogo entre partes. La negociación directa también es crucial, promoviendo la comunicación abierta y la búsqueda de soluciones mutuamente beneficiosas. El arbitraje, donde un tercero toma una decisión vinculante, es útil en conflictos más formales.
A nivel personal, la resolución de conflictos es un desafío común. Permítame compartir de forma práctica elementos que vienen de la tradición cristiana, pero que nos sirven a todos porque ofrece un enfoque integral y compasivo para restaurar las relaciones y promover la paz.
El primer paso es “Tomar la iniciativa”. Jesús enseñó que, si recordamos que alguien está enojado con nosotros, debemos dejar lo que estamos haciendo y buscar la reconciliación (Mt. 5:23-24). Este acto de humildad y proactividad rompe el ciclo del conflicto y abre el camino para la restauración.
El segundo paso es ” Admitir nuestra parte en el conflicto”. Es fácil señalar las fallas de los demás, pero debemos primero reconocer nuestros propios errores (Mt. 7:3-5). Este reconocimiento y autocrítica nos prepara para abordar el conflicto con humildad.
El tercer paso, “Escuchar el dolor”, está basado en una reflexión de un seguidor de Jesús que nos aconseja ser rápidos para escuchar y lentos para hablar (Stg. 1:19). Escuchar activamente permite comprender las emociones y perspectivas de la otra parte.
El cuarto paso es “Considerar la perspectiva del otro”. Otro seguidor de Jesús nos anima a no centrarnos sólo en nuestros intereses, sino también en los de los demás (Fil. 2:4-5). Este cambio de enfoque nos ayuda a ver el conflicto desde un ángulo diferente y a empatizar con la otra parte.
El quinto paso, “Decir la verdad con tacto”, proviene de similar autor. Es esencial expresar nuestras opiniones y sentimientos, pero hacerlo con amabilidad y respeto (Ef. 4:29). La verdad, cuando se comunica con amor, puede sanar.
El sexto paso es “Arreglar el problema, no la culpa”. Se nos aconseja evitar juzgar a los demás (Rom. 14:13). En lugar de centrarnos en quién tiene la culpa, debemos trabajar juntos para encontrar soluciones.
Finalmente, “Enfocarse en la reconciliación, no en la resolución”. La verdadera victoria en un conflicto no es simplemente resolverlo, sino restaurar la relación. La reconciliación crea un terreno fértil para la paz duradera y el entendimiento mutuo. Y Dios bendice a los que trabajan por la paz (Mt. 5:9).
Estos siete pasos, que los tomo de una reflexión del líder cristiano Rick Warren, nos invitan a abordar los conflictos con humildad, compasión y reconciliación, transformando las disputas en oportunidades para crecer en amor y comprensión. Lástima que, pese a su efectividad, sea inaplicado incluso por quienes dicen ser cristianos.
A nivel más amplio, da pena que algo noble como la religión sea una causa de división y de odio en el mundo, pese a sus postulados de paz. En fin…