Paraguay y el encantamiento con la política de mano dura
Paraguay lidera el ranking de países que simpatizan con la posibilidad de un gobierno militar. Esto ayuda a comprender por qué ha ganado fuerza la idea de una alternativa autoritaria y populista que plantee mano dura como política central.
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El 21 de julio pasado, Latinobarómetro lanzó su último informe. Esta encuesta nos dice cómo medimos nosotros, los electores, en términos de democracia. El documento ilustra las preferencias con respecto a la forma de gobierno que defendemos o anhelamos.
Los resultados no son alentadores: si como sociedad latina y joven nos miramos al espejo, veremos pocos demócratas.
Si bien el apoyo a la democracia se mantuvo estancada en un 48%, los demás factores que reflejan cuál es el perfil de los ciudadanos y su bajo compromiso con los valores y las instituciones democráticas, son alarmantes.
Son los adultos, con un promedio de 60 años, quienes defienden la democracia: aquellos que pasaron por gobiernos autoritarios y vivieron los procesos de democratización durante su juventud en los años ochenta. Mientras que la juventud de hoy, nacida en democracia y con acceso a la información como nunca tuvieron los jóvenes, muestran mayor indiferencia al planteo de democracia o autoritarismo, junto con la preocupante y creciente simpatía hacia lideres autocráticos y populistas.
Paraguay, radicalismo y antisistema
Paraguay lidera el ranking de países que simpatizan con la posibilidad de un gobierno militar.
Esto ayuda a explicar un fenómeno insurgente: el controvertido excandidato presidencial, Paraguayo Payo Cubas. El líder del partido Cruzada Nacional dedicó su campaña a hacer una abierta apología al autoritarismo y a la mano dura sin controles. Como resultado, obtuvo el 23% de los votos totales.
Entre sus propuestas de la campaña presidencial 2023, Payo Cubas destacó la necesidad de una reforma constitucional para, entre otras cosas, fusionar la policía nacional con las fuerzas armadas y tener así una policía militarizada. Sin ruborizarse, Cubas habló abiertamente de instaurar una dictadura, usó la violencia física y verbal, no constituyó un partido formal, [1] incluyó en su lista de senadores a familiares y amigos, [2] utilizó constantemente expresiones xenófobas, solo por citar algunas de sus prácticas. Aun así, Paraguayo Cubas goza de una popularidad en ascenso. Todo le está permitido.
El candidato vivió en prisión domiciliaria por perturbación a la paz pública poco después de las últimas elecciones. Sin embargo, esto le ha servido para instalar un relato de perseguido político. Payo encarna la demanda de mano dura en medio del hastío de una sociedad insatisfecha con su débil democracia híbrida (79%, de acuerdo con Latinobarómetro).
Continuidad a pesar de la insatisfacción
Paraguay también sorprende con el siguiente dato: «Solo el 40% apoya la democracia, el 79% está insatisfecho con ella y hay un 39% de insatisfechos que no respaldan el régimen político. Pero a diferencia de los demás países de la región que han preferido la alternancia en el poder, los paraguayos eligieron continuidad», dice el Informe Latinobarómetro.
Este «destaque» de Paraguay tiene tres explicaciones rápidas:
- El sistema electoral sin balotaje, en el cual gana la primera minoría.
- La estructura, en gran parte clientelar, que le da a la ANR (Partido Colorado), el partido que más ha gobernado en la historia del país, un piso de 1.200.000 electores.
- La capacidad de la ANR de ser oficialismo y oposición al mismo tiempo.
Cuestiones que el informe de Latinobarómetro no menciona pero que los paraguayos las vivimos cotidianamente, sumándole a esto la falta de claridad, articulación y consenso de la oposición. La trillada frase Mejor malo conocido que bueno por conocer se suma a la lista de explicaciones de por qué sigue gobernando el mismo partido político.
Los desafíos
El desafío de la democracia es la velocidad, la rapidez en dar soluciones a los problemas del día a día de las personas. En ese sentido, se plantea una competencia desleal con los regímenes autoritarios disfrazados de inmediatez, que cuentan con la posibilidad de saltarse el debate y los mecanismos de control, sea por una mayoría aplastante, sea por sobornar legisladores o por doblegar el sistema de justicia.
El desafío de los demócratas hoy es transmitir con mayor fuerza y claridad las ideas que sustentan a la democracia y llamar a las cosas por su nombre. Los autoritarios se esfuerzan comunicacionalmente en mostrarse como democráticos. Pretenden mimetizarse y redefinir la democracia, limitándola a ser «lo que elige el pueblo» con mayorías obtenidas forzando los mecanismos de elección y de control, mientras alardean con ímpetu la capacidad de respuesta rápida que pueden ofrecer a la ciudadanía, con un celofán de solidaridad y compromiso, pero con un interior marcado por las más clásicas practicas totalitarias y contrarias a un desarrollo real de la sociedad.
[1] De hecho, se esfuerza en continuar con manejos «domésticos» y no institucionales de su nucleación política para disponer libremente, entre otras cosas, del subsidio electoral, inventando usos inviables, pero muy populares, como la construcción de un hospital en medio del Chaco.
[2] Su esposa es hoy senadora, así como un aliado conocido como Mbururú, acusado de abuso sexual a menores.
*Paraguaya. Máster en Resolución de Conflictos, Paz y Desarrollo. Directora de la Fundación Feliciano Martínez, Paraguay. Miembro de la Red Humanista por Latinoamérica
*Este artículo fue publicado en dialogopolítico.org el 17 de agosto de 2023