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Periodistas, no hay cabida para el sálvese quien pueda

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No fue un atentado, tampoco un par. Han sido cuatro hechos en las dos últimas semanas que muestran el escenario absolutamente riesgoso y desfavorable en el que una buena parte de los periodistas estamos realizando nuestra labor en Bolivia. En lo que va del gobierno de Luis Arce y en los 14 años del régimen de Evo Morales hubo otros atentados, de alta gravedad, que han puesto al periodismo bajo asedio permanente. Repasemos los más recientes.

Ximena Galarza, periodista que desempeñó un importante rol en Televisión Universitaria, en 2019, cuando se descubrió el fraude electoral, fue citada por la Fiscalía de La Paz para que declare en un caso judicial relacionado a hechos ocurridos ese año, pero en los que no tuvo ninguna participación. Se trataba de un claro intento de amedrentamiento a la destacada comunicadora y una señal a quienes hacen periodismo con mirada crítica.

Paralelamente se conoció un estudio del Cedla, en cooperación con Unitas, sobre la severa precariedad laboral en la que nos debatimos el grueso de los periodistas actualmente. La investigación muestra que siete de cada diez pertenecemos ahora a la legión de “trabajadores a destajo” con relaciones laborales de carácter temporal, bajo contratos que no incluyen seguros de vida y salud, no suponen la acumulación de aportes para nuestra jubilación y, en algunos casos, la retribución económica es menor al salario mínimo nacional.

La acción de denuncia y resistencia de organizaciones periodísticas, de medios de comunicación independientes —tradicionales y digitales—, y de instituciones defensoras de los Derechos Humanos consiguió que se anule la citación fiscal a la periodista Ximena Galarza. El estudio del Cedla, capitaneado por el investigador Bruno Rojas, abrió espacios de reflexión en el gremio para encontrar mecanismos que ayuden a revertir la situación de vulnerabilidad que enfrentamos los trabajadores de la prensa.

Y cuando nos reponíamos del atentado judicial y debatíamos sobre las condiciones laborales precarias, vinieron otros golpes a la libertad de prensa y la libertad de expresión. El sitio web y sistema de administración de contenidos de El Deber de Santa Cruz fueron hackeados tratando de silenciar al emblemático diario cruceño. Lograron su objetivo por un par de horas, pero también provocaron que se genere una corriente de solidaridad no solo de periodistas y medios de comunicación, sino de los sectores democráticos de la sociedad boliviana.

Se dice que los medios se hacen influyentes produciendo contenidos creíbles y verificados, y transmitiendo opinión que oriente correctamente a la comunidad. En este segundo pilar la pluralidad de ideas es clave para contribuir al sistema democrático. Gonzalo Chávez, economista y analista, es conocido por su visión crítica al poder en tiempos neoliberales, transitorios y de populismos autoritarios. Súbitamente fue apartado de la sección de opinión del diario Los Tiempos de Cochabamba. No se rendirá. Gonzalo Chávez tiene un espacio bien ganado en el mundo virtual, en los medios digitales y en las redes sociales, pero su exclusión no deja de ser una señal a otros opinadores de estilo cuestionador.

Estos cuatro hechos marcaron los días previos a la conmemoración del Día del Periodista Boliviano, este 10 de mayo, han generado un sentimiento de unidad y solidaridad entre quienes sentimos pasión por este oficio y profesión al mismo tiempo. No es que la adversidad haya hecho desparecer el principio competencia entre periodistas y medios para entregarle información y opinión de mayor calidad a la gente, sino que ha hecho comprender a cabalidad que el riesgo para todos, incluidos para quienes tienen proximidad con los poderosos del momento.

Esa voluntad colectiva de mantenernos unidos es la manera más eficaz para resistir las arremetidas y defender las libertades de prensa y expresión. Hubo tiempos de absoluta desconexión entre las organizaciones de la prensa y quienes despliegan el oficio 24/7, entre los medios de comunicación y hasta entre los periodistas. El asedio político, la persecución judicial y la asfixia económica han provocado un renovado espíritu de cuerpo que tiene en el periodismo comprometido con la democracia al mejor escudo.

Son tiempos difíciles, pueden convertirse en verdaderas tormentas, pero el sálvese quien pueda no es ni debe ser la primera opción para los periodistas.


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