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Pueblo grande, ¿infierno grande?

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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El dicho popular “pueblo chico, infierno grande” expresa que los conflictos entre grupos pequeños pueden ser intensos. Acá propongo que cuando un pueblo, ciudad, departamento o país crece, sus conflictos también lo hacen.

El conflicto es la norma más que la excepción e involucra costos sociales y económicos como lo evidencian los últimos cinco años marcados por enfrentamientos severos en el país. Hoy estamos también en conflicto para que la representación democrática y la distribución de recursos sea acorde al patrón demográfico actual.

Pero me preocupa que en los últimos meses la conflictividad se sintió más a nivel departamental y municipal como lo evidencian los bloqueos y paros que han perjudicado las actividades cotidianas.

Al igual que en las peleas de parejas existen recomendaciones útiles para lidiar con los conflictos, de las cuales rescato algunas lecciones para el caso regional.

En primer lugar, es fundamental reconocer que el conflicto existe como un paso para su eventual resolución. En varios casos hay un fuerte negacionismo respecto a la existencia del conflicto.

Un ejemplo que tengo presente es la situación de Chile antes del “estallido social” del 18 de octubre de 2019. En las discusiones a todo nivel existía la impresión de que todo estaba bien y que el malestar eran sólo percepciones. Es decir, el argumento era correcto y la emoción errada.

Craso error. Los conflictos también se originan en percepciones o emociones, lo que hace que la argumentación sea ineficaz para reducir el conflicto. Es como querer extinguir la tristeza por un evento (emoción) diciendo que hay casos peores que el que experimentamos (argumento).

Por otra parte, es improbable que un conflicto se resuelva si es que no se consideran las causas últimas del problema. Utilizando otra analogía, el conflicto es como la fiebre (un síntoma), que además de ser mitigado, debe llevar a la identificación de la razón última (infección, lesión, etc.).

De igual forma, se deben reconocer cuáles son las partes que están en conflicto y cuáles son sus verdaderos intereses en juego sin menospreciarlos.

Por ejemplo, Brasil experimentó conflictos en 2012 y el legendario Pelé salió a decir que las peleas podrían perjudicar la realización del Mundial en 2014 en el país carioca.

La reacción de los agentes en conflicto no fue, como ilusamente se esperaba, reflexionar y poner fin al conflicto. En realidad, sucedió todo lo contrario: los manifestantes expresaron su ira porque a nombre del fútbol ellos debían deponer sus actitudes; es decir, dejar sus aspiraciones por un deporte.

Menciono esto porque he escuchado o leído señalar que no debiera haber conflictos porque eso va en desprestigio del país a nivel internacional. Independientemente de que es un argumento correcto, las personas en conflicto no están interesados en la reputación porque es un concepto etéreo para ellos, al lado de sus demandas específicas.

Finalmente, debemos tener en claro que todo conflicto va a implicar un cambio, exista o no acercamiento entre partes. Me explico: una situación conflictiva sin diálogo resultará en violencia con saldos lamentables, pero de allí viene un enfriamiento mediante la solución o no del conflicto.

Podría implicar un diálogo duradero y enfriamiento gradual como la resolución de la Guerra Fría entre Oriente y Occidente en el siglo pasado; o puede ser un conflicto armado como el de Europa del Este (Rusia-Ucrania), donde la violencia tuvo un punto alto en su inicio, pero luego se moderó, quedando ahora en un escenario de tensión irresoluta.

Esta introducción a la ciencia del conflicto tiene una razón: creo que Santa Cruz requiere urgentemente mecanismos de mitigación y resolución de conflictos, así como de alerta temprana para prevenirlos.

La institucionalidad regional ha sido relevante para promover el desarrollo económico y social en el siglo XX. Ahora debe reinventarse para lidiar con los desencuentros como parte normal del proceso de crecimiento en una era totalmente distinta.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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