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¿Qué implica la tregua entre EEUU y China?

El acuerdo es una medida de contención, no una solución. Los aranceles actuales siguen muy por encima de los niveles históricos, lo que indica que las tensiones estructurales persisten y que la incertidumbre comercial continúa.

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Por Nicolás Albertoni Gómez1

El pasado miércoles 14 de mayo de 2025, Estados Unidos y China anunciaron una tregua o pausa de 90 días en su última escalada arancelaria. Esto generó algo de alivio en los mercados financieros. Por ejemplo, el S&P 500 cerró casi un 3,3% al alza, su mejor día desde el 9 de abril, y el Nasdaq, de fuerte componente tecnológico, subió casi un 4,4%.

Aunque el acuerdo fue presentado con tonos de optimismo, detrás de la tregua persiste un fuerte juego de intereses geopolíticos, presiones del sector financiero y mensajes dirigidos a Wall Street más que a los socios comerciales.

Desde América Latina, región históricamente marcada por los vaivenes del comercio global, este episodio ofrece lecciones clave y plantea desafíos que no pueden pasarse por alto.

¿Qué significa la tregua?

El acuerdo entre Washington y Beijing implica una reducción recíproca del 115% en los aranceles aplicados desde abril de 2025, sin tocar los impuestos previos. China también se comprometió a suspender ciertas medidas no arancelarias. Ambos países anunciaron un “mecanismo” para continuar el diálogo, aunque sin detalles concretos.

El siguiente gráfico muestra la evolución de los aranceles adicionales impuestos entre Estados Unidos y China durante 2025. A pesar del anuncio de la pausa de 90 días, el gráfico refleja que los aranceles son todavía significativamente más altos que a principios de año. En un primer momento, EEUU incrementó sus aranceles sobre productos chinos a partir de abril, alcanzando un pico de cerca del 150%, antes de reducirlos a un nivel aún elevado del 30% con el acuerdo de tregua. China respondió con un aumento similar, aunque más moderado, alcanzando niveles superiores al 120%, y luego bajando a un 10% en el marco de la misma tregua.

La llamada “tregua” no implica una vuelta a los niveles previos a la guerra comercial: simplemente reduce los aranceles más extremos aplicados recientemente. La reducción de aranceles en mayo representa un alivio temporal, con un nivel base más alto que a comienzos de 2025. El gráfico ilustra que, a pesar del discurso de desescalada, los aranceles más altos continúan presentes, con impactos potenciales en las cadenas de suministro globales.

Es por esto que la tregua es una medida de contención, no una solución. Los aranceles actuales siguen muy por encima de los niveles históricos, lo que indica que las tensiones estructurales persisten y que la incertidumbre comercial continúa afectando a la economía global.

El peso de Wall Street

La reacción positiva de los mercados antes mencionada —con subas del S&P 500 y de los rendimientos de bonos del Tesoro— sugiere que el objetivo de la tregua es calmar a los inversionistas más que trazar un camino estructurado de resolución. El mensaje es claro: ni EEUU ni China están interesados en una ruptura comercial total. La amenaza de una recesión en EEUU y el riesgo para millones de empleos exportadores en China hicieron que ambos actores pisaran el freno, al menos por ahora.

Más allá del lenguaje técnico, el trasfondo político del acuerdo evidencia el peso de Wall Street en la política comercial estadounidense. La volatilidad bursátil tras la última ronda de aranceles obligó a la Casa Blanca a recalibrar. Si bien el presidente Donald Trump advirtió que los aranceles podrían volver si no se alcanzan acuerdos, dejó en claro que “los niveles máximos de aranceles ya son cosa del pasado”.

Esto muestra un punto crucial: las decisiones comerciales actuales en EEUU están más condicionadas por el corto plazo financiero que por una visión estratégica coherente. Esto debilita la credibilidad del enfoque America First, dejando a socios y rivales navegando un panorama impredecible.

¿Y América Latina?

La región podría beneficiarse indirectamente de un relajamiento de tensiones. ¿Por qué?Las disputas entre las dos mayores economías del mundo suelen distorsionar cadenas de suministro globales y generar desvíos comerciales. Algunos países exportadores podrían ocupar espacios que China o EEUU dejen temporalmente vacíos. Este punto es de vital importancia porque alguien lo debe cubrir. Y América Latina podría tomar provecho en el mercado de alimentos.

Algunos países ya han identificado oportunidades en medio de la crisis. México, por ejemplo, ha visto un aumento en las inversiones extranjeras debido al fenómeno del nearshoring, donde empresas buscan trasladar sus operaciones más cerca de EEUU para evitar aranceles y reducir costos logísticos. Esta tendencia podría fortalecer la posición de México en las cadenas de suministro globales y ofrecer un impulso a su sector manufacturero.

Sin embargo, también hay riesgos. La inestabilidad de la política comercial estadounidense complica la toma de decisiones de inversión y planificación estratégica. Además, la región no debe ilusionarse con una sustitución automática de China en los mercados estadounidenses. La lógica del desacoplamiento no garantiza acceso preferencial: ni aranceles más bajos ni condiciones ventajosas han sido extendidas automáticamente a América Latina.

Existen efectos particularmente en la exportación de materias primas. La disminución de la demanda china y la caída de los precios de productos como la soja, el cobre y los minerales han reducido los ingresos por exportaciones. Esto afecta las finanzas públicas de países como Argentina, Chile y Perú. Por ejemplo, Argentina, a pesar de una cosecha récord de soja, enfrenta una disminución de ingresos estimada entre 1.000 y 3.000 millones de dólares debido a la baja de precios en el mercado internacional.

Lección estructural

Además, la incertidumbre económica y la volatilidad financiera derivadas del conflicto comercial impactaron negativamente en las proyecciones de crecimiento de la región. Según estimaciones de Goldman Sachs, se espera que México experimente una contracción del 0,5% en 2025. Países como Chile, Perú y Ecuador verán reducciones en sus tasas de crecimiento de hasta 0,4%. Estas revisiones a la baja reflejan la sensibilidad de las economías latinoamericanas a las tensiones comerciales globales y la necesidad de diversificar sus mercados y fuentes de ingreso.

No obstante, la región en su conjunto enfrenta el desafío de adaptarse a un entorno comercial más incierto y volátil, lo que requiere estrategias económicas más resilientes y una mayor integración regional para mitigar los impactos negativos de futuras disputas comerciales.

Por otro lado, el episodio refuerza una lección estructural: América Latina necesita fortalecer su resiliencia frente a choques externos. Esto implica diversificar mercados, avanzar en integración regional efectiva y promover acuerdos comerciales estratégicos que no dependan exclusivamente de EEUU o China.

Hasta el momento, la diversificación de América Latina significó de pasar su alta dependencia de EEUU a una fuerte dependencia de China. Quizá sea el momento de pasar a una segunda fase de diversificación, buscar nuevos mercados estratégicos. En este sentido, Asia del Este y la Unión Europa podrían transformarse en alternativas claves para América Latina. De firmarse el acuerdo Mercosur-Unión Europea habría una inmensa señal de diversificación para los decisores de producción de las grandes industrias.    

Cumbre del Mercosur, 2024.

Lo que sigue

La tregua actual tiene una duración inicial de 90 días, pero su extensión es posible. No obstante, el lenguaje utilizado —“discusiones”, no “negociaciones”— sugiere que no se debe esperar un cambio profundo en la relación bilateral en el corto plazo. De hecho, muchos elementos críticos como el déficit comercial o las barreras no arancelarias apenas fueron mencionados por EEUU y completamente omitidos por China.

Para América Latina, este contexto es una oportunidad para reflexionar sobre su papel en el sistema comercial global. No se trata solo de reaccionar ante las decisiones de otros, sino de construir una estrategia propia, activa y orientada a largo plazo. En un mundo donde incluso las potencias improvisan, la coherencia puede ser una ventaja competitiva.


1Vicecanciller de Uruguay entre 2022 y 2025. PhD en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Magíster en Economía, por University of Southern California. Maestría de la School of Foreign Service de Georgetown University.

*Artículo publicado en dialogopolitico.org el 21 de mayo de 2025

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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