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La Era del Capital

Diego Aguilera

Abogado y Docente Universitario

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Así se titula uno de los libros en la trilogía de Eric Hobsbawn, mediante el cual narra los tres periodos de la historia contemporánea. Comienza con la Era de la Revolución, continua con la Era del Capital y finaliza con la Era del Imperio. Haciendo un juego de palabras, el periodo de retorno a la democracia en Bolivia, 1985 en adelante, bien podrían explicarse con estas tres fases, salvo que la Era del Capital se origina con el DS 21060, con medidas de desregularización económica y mayor participación del sector privado en la economía. La Era de la Revolución, con la llegada del Movimiento Al Socialismo al gobierno en 2006, que representó un cambio en el paradigma de quienes detentan el poder del Estado y finalmente, la Era del Imperio, que comienza a partir de 2009 cuando el MAS asume el control total del Estado y las funciones presidenciales se confunden con las de un Emperador.

La Era del Capital boliviano, marcado por la privatización de las empresas estatales, es acaso uno de los periodos de nuestra historia que peor propaganda ha tenido, paradójicamente esas reformas han tenido un impacto tremendamente positivo en la generación de riqueza en nuestro país. Con frecuencia se escucha decir que la Capitalización fue un saqueo a nuestros recursos naturales y que las “malvadas” empresas transnacionales se hicieron de nuestras empresas estratégicas a precio de gallina muerta. 

Seguramente hubo procesos de la Capitalización poco transparentes y es muy probable que unos cuantos facinerosos hubieran aprovechado la situación para salvar su situación económica familiar por varias generaciones. Pero también es justo decir que la llegada de capital extranjero a los rubros que eran controlados por el Estado, es decir hidrocarburos, energía, minería y telecomunicaciones generaron un lucrativo beneficio para el país. Es cierto también que, al inicio, las medidas tomadas tuvieron un impacto social considerable, en la medida que muchos ex empleados del Estado quedaron desvinculados y tuvieron que “reinventarse” desde el chapare como cocaleros, como cooperativistas mineros o como cuentapropistas en El Alto, estas consecuencias serán objeto de análisis de un próximo artículo.

Volviendo a los impactos positivos de la Capitalización, la exploración en materia de hidrocarburos, financiada por empresas norteamericanas, inglesas, españolas, francesas entre otras, permitió que nuestras reservas gasíferas se incrementen, lo que posibilitó a su vez ser exportadores de gas, tanto al Brasil como Argentina. El gas fue, durante mucho tiempo, el principal producto de exportación, el mayor generador de divisas y el más importante ingreso que tuvo el Estado boliviano para financiar sus programas políticos y sociales. En minería, la inversión de capital japonés hizo realidad el proyecto de San Cristóbal, la empresa minera más importante del país y actualmente la que mayores divisas le genera a Bolivia. La inversión italiana en telecomunicaciones y española en energía contribuyeron en la expansión de estos servicios beneficiando a una mayor cantidad de usuarios.

Más importante aún, fue la llegada de capital extranjero al sector privado de la economía. En efecto, las reformas incentivaron que empresas multinacionales inviertan en Bolivia. En la agroindustria llegaron importantes capitales norteamericanos, peruanos, brasileros solo por nombrar algunos. En la industria manufacturera desembarcaron capitales norteamericanos, brasileros, peruanos, chilenos, argentinos entre otros varios. En servicios también hubo una importante inversión de capital, conocimiento y tecnología, principalmente de Estados Unidos y Suecia. La Banca también recibió recursos desde España y Perú. 

En resumen, esta captación de recursos posibilitó el crecimiento de las empresas otrora bolivianas y un notable incremento en su producción. A su vez, estas empresas fueron tercerizando sus servicios contables, legales, de marketing, de limpieza, de seguridad o de catering, generando que alrededor de estas grandes empresas capitalizadas se creen pequeñas y medianas empresas con capital y recursos humanos nacionales, prestadoras de estos servicios. Multiplicando los empleos y recursos al Tesoro Nacional a través del pago de impuestos.

Durante este periodo, también llegaron las Administradoras de Fondos de Pensiones, encargadas de administrar los ahorros de los futuros jubilados. Las AFP son un pilar fundamental en el sistema financiero boliviano en la medida que canalizan esos ahorros a través de la banca. ¿Se imaginan que esos recursos estén en manos del Estado?

La relevancia que ha tenido “la Era del Capital” en la economía boliviana ha perdurado en el tiempo, a pesar de los cambios de política económica llevados adelante por los gobiernos revolucionarios. A manera de ejemplo, se calcula que solo el 40% (1.895.681) de la Población Económicamente Activa – PEA   cuentan con un empleo formal en Bolivia (que cuenta con seguridad social a corto y largo plazo, horarios, vacaciones, aguinaldo y demás derechos laborales) de los cuales, alrededor de 473.000 son generados por el sector privado. El resto son empleados contratados por el Estado. Pero, más allá de las algunas empresas públicas que generan excedentes, el Estado no genera riqueza, la recauda. ¿y de donde la recauda? De las contribuciones impositivas de las empresas que tributan en Bolivia.

Un dato recientemente revelado por la Memorial Anual del Servicio de Impuestos Nacionales señala que el 10% de las empresas contribuyen con el 90% de los ingresos fiscales, no es casualidad entonces, que de las diez empresas que más tributan en Bolivia cinco sean las que llegaron en la Era del Capital. Esto nos deja como lección que no solo son importantes los números, sino también como contarlos. La inversión extranjera no es una amenaza, sino por el contrario una oportunidad para el desarrollo en Bolivia. Para volver a la senda del Capital, es necesario primero entrar al periodo de la Ilustración.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Diego Aguilera

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