Escucha la noticia
La sociedad cruceña desde el siglo pasado, cimentó un ideario, desarrolló una profunda estructura productiva, construyó un amplio sistema societal y tuvo la capacidad de generar líderes que promovieron la movilización de importantes núcleos de su amplio tejido social. Con este andamiaje enfrenta al autoritarismo y al títere de turno. Así lo demostró en el referéndum de febrero de 2016 cuando contribuyó a desbaratar la aspiración del cacique cocalero a eternizase, y al inicio de la gesta nacional contra el vergonzante fraude electoral en 2019.
Ahora el pueblo cruceño vuelve a tener otro desafío: enfrentar al régimen de Arce. Cambia el mandón de turno, pero persisten la terquedad, la soberbia política, la arrogancia y prepotencia gubernamental. En vez de amedrentar y agotar a la ciudadanía, han despertado la voluntad de vivir en libertad, impugnando el oprobioso y oneroso centralismo. Lo que empezó como una demanda por el Censo, gradualmente derivó en una Causa nacional: “revisar la relación de la región con el Estado”, Se abre el inaplazable debate nacional hacia una nueva forma de Estado.
No es casual que Santa Cruz vuelva a ser el escenario donde se enfrente al autoritarismo y el despilfarro económico del etnopopulismo corrupto. Su desarrollo económico y demográfico le posibilita esta oportunidad histórica. Inicia de esta manera, la segunda transición de traslado del poder en nuestro país. El siglo XIX fue de Chuquisaca; en el siglo XX le correspondió a La Paz administrar el auge de la minería del estaño y la centralidad política; ahora en el siglo XXI Santa Cruz empieza progresivamente a constituirse en el nuevo epicentro de la nación.
Los dieciséis años de ejercicio discrecional y autoritario del poder que caracterizaron al régimen masista, lo identifican como una casta depredadora, asentando su poder en la riqueza que le proporcionó la economía extractiva de materias primas. Se acostumbró a ejercitar la infamia en contra de las regiones, sectores sociales, actores políticos, sindicales y ciudadanos que no conforman el entorno de su ámbito identitario.
El régimen elaboró el relato del ciclo nacional-popular para encumbrarse en la cima del poder y eternizarse. Comenzó acaparando todos los poderes del Estado; denigró y erosionó a las entidades fundamentales y demolió el Estado de Derecho. Continuó con la depredación de todas las instituciones y organizaciones públicas y privadas. No satisfecho con ello, pulverizó el sistema de partidos, ayudado por la inhibición autoflagelatoria de los dirigentes que pretendían renovar la política.
Estigmatizaron y descabezaron a la élite regional del país. Arrasaron el campo político para limpiar el camino que les condujera al poder absoluto. No les importó la economía, tampoco asentar una base productiva. Se embelesaron con la repentina e inmensa popularidad que alcanzaron, crearon un escudo de impunidad y decretaron la muerte de lo que calificaron como la Bolivia neoliberal, oligárquica, extranjerizante y racista.
Pero la devastación nunca es total, por más que trates de quitarle todo el aire al cuerpo, siempre le queda una reserva: una inspiración liberadora. No contaban con la insurgencia de la juventud y la impresionante capacidad de regeneración de la sociedad. Encerrados en su soberbia no alcanzaron a concebir los nuevos mecanismos de convocatoria popular y las innovadoras formas de resistencia pacífica.
Así emerge el Comité Interinstitucional, aupado por el Comité Cívico de Santa Cruz y articulado por la Universidad Gabriel René Moreno. Asistimos a la fase colaborativa de las instituciones que resistieron al embate destructivo, presenciamos la estrecha coordinación del presidente cívico Calvo y el rector universitario Cuellar. Ambos, con sus equipos, gestaron un espacio de encuentro y elaboración de propuestas, para legitimar la lucha y afirmar la Unidad.
Cuando creíamos que todo estaba perdido, emergió una luz orientadora y de esperanza. La terquedad del autoritarismo condujo a avivar la necesidad de una Agenda Nacional que sea capaz de conducirnos hacia una Bolivia moderna y democrática.