Tres mitos económicos que enterrar este año
Veronique de Ruby dice que "La narrativa de una desigualdad de ingresos cada vez mayor, la supuesta erosión de la base industrial de Estados Unidos debido a la globalización y la creencia en el gobierno como panacea son todas áreas maduras para ser reevaluadas".
Escucha la noticia
Por Veronique de Rugy1
Con la llegada de un nuevo año, es costumbre reflexionar sobre el pasado y fijarse propósitos para el futuro. Este año, propongámonos acoger tres afirmaciones generalizadas con una buena dosis de escepticismo.
La primera afirmación dudosa es que la desigualdad de ingresos en Estados Unidos ha aumentado inexorablemente desde la década de 1960. Se trata de una narrativa aterradora fuertemente reforzada por el trabajo de tres economistas franceses: Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman. Según estos investigadores, la situación fue alimentada sobre todo por los recortes fiscales a las rentas más altas durante la administración Reagan. El remedio que proponen, como es lógico, es una fiscalidad por las nubes, al estilo francés.
Por muy atractivo que pueda resultar a los muchos partidarios de las políticas de “empapar a los ricos”, les aconsejo que no condenen todavía a los ricos a la guillotina fiscal. También deberíamos abstenernos de intentar atajar el supuesto problema con más gasto social. En los últimos años, una serie de estudios revisados por expertos de economistas muy respetables han demostrado que las afirmaciones de los tres franceses sobre el aumento de la desigualdad de ingresos adolecen de defectos fatales. Por ejemplo, algunos investigadores sostienen que el aumento de la desigualdad no es tan pronunciado como se sugiere, señalando mejores fuentes de datos o interpretaciones. Otros subrayan cuestiones metodológicas, como el tratamiento cuestionable de los datos fiscales y las transferencias gubernamentales en el cálculo de los ingresos.
Básicamente, la incesante narrativa de una desigualdad de ingresos cada vez mayor requiere, como mínimo, un serio escepticismo. Esto debilita los argumentos a favor de una mayor redistribución de la renta, incluso si se admite que el gasto en asistencia social ha aumentado los ingresos de algunos estadounidenses afectados por la pobreza. Por desgracia, lo ha hecho a costa de la productividad de toda la economía y, a veces, en detrimento de los propios beneficiarios de la asistencia social.
A falta de adoptar esta imagen más precisa y completa de la distribución de la riqueza y la movilidad económica en Estados Unidos, espero que al menos escuchemos afirmaciones más moderadas de la izquierda de que el mundo se está yendo al infierno.
La segunda afirmación que justifica el escepticismo es la que se refiere a cómo los años de globalización incontrolada han erosionado los cimientos industriales de Estados Unidos. Los estadounidenses no sólo seguimos produciendo un enorme volumen económico, sino que además Estados Unidos sigue siendo una fuerza dominante en el sector manufacturero. Un reciente artículo de Colin Grabow, del Instituto Cato, señala incluso que la producción manufacturera estadounidense supera a la de Japón, Alemania y Corea del Sur juntas. Somos la segunda economía manufacturera del mundo y, lo que es mejor, somos líderes mundiales en sectores críticos como el automovilístico y el aeroespacial.
Además, espero que la gente entienda por fin que el hecho de que la industria manufacturera emplee ahora a menos trabajadores y contribuya menos al producto interior bruto que en décadas anteriores no exige un cambio de política. Como muestra Grabow, lo mismo está ocurriendo en todos los países desarrollados, y no se debe predominantemente a la globalización. Es más bien el resultado de los avances en productividad (a medida que los trabajadores utilizan más máquinas y ordenadores, producen más) y de un cambio en las preferencias de los consumidores hacia los servicios en lugar de los bienes.
Además, aunque hay menos gente empleada en la industria manufacturera, los que siguen trabajando en ella disfrutan de condiciones laborales mejores y más seguras. También tienen salarios más altos. Si no le convencen estos puntos, visite una acería moderna.
Por último, me gustaría que los políticos y los expertos –y un mayor número de ciudadanos– se mostraran mucho más escépticos ante la idea de que el gobierno es la solución a todos los problemas. Como mínimo, espero que tengan en cuenta la magnitud del gobierno actual. A pesar de todo el enorme gasto y la extensa regulación, persiste la insatisfacción entre los ciudadanos y, en muchos casos, los problemas parecen empeorar. Correlación no es causalidad, pero esta observación por sí sola debería desconcertar a quienes creen que la simple expansión del gobierno es una solución.
En realidad, el gasto público no es intrínsecamente eficiente ni eficaz. A menudo conduce a una mala asignación de recursos, ineficiencias burocráticas y consecuencias imprevistas que agravan los problemas que el gobierno pretende resolver. Y cuando el gobierno falla, sus errores son difíciles de corregir. Es un agudo contraste con la naturaleza dinámica y adaptable de los mercados libres. Las decisiones colectivas de millones de individuos que gastan e invierten libremente su propio dinero son increíblemente eficaces a la hora de asignar recursos, responder a las necesidades de los consumidores e impulsar la innovación. Y cuando el mercado falla, las personas que se juegan su propio dinero no dudan en cambiar de rumbo.
A medida que nos adentramos en 2024, es crucial adoptar una perspectiva mejor e informada respecto a estas y otras afirmaciones predominantes. La narrativa de una desigualdad de ingresos cada vez mayor, la supuesta erosión de la base industrial de Estados Unidos debido a la globalización y la creencia en el gobierno como panacea son todas áreas maduras para ser reevaluadas.
1es Analista del American Enterprise Institute y Académica Asociada del Cato Institute.
*Este artículo fue publicado en elcato.org el 09 de enero de 2024
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo