Un cierre inesperado (Argentina)
Para que el cambio se estabilice en el largo plazo, se necesita un diálogo al que nadie parece dispuesto. No hay futuro si el nuevo gobierno, sea el que sea, no convoca a discutir, no solo a las instituciones políticas, sino también a las sindicales, empresariales, y otras de la sociedad civil. Hasta donde se ve, en las PASO no habrá internas en el peronismo ni en el espacio de Milei, pero sí en Juntos para el Cambio, con lo que probablemente Massa y Milei se situarán bastante por encima de Larreta y Bullrich. Ese es un espejismo. En realidad, las tres formaciones arrancan con posibilidades más o menos semejantes, el triunfo dependerá de cómo hagan la campaña.
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Cristina Fernández dejó saber que había escogido un binomio presidencial integrado por Wado de Pedro y Luis Manzur. Filmaron los spots de lanzamiento de la candidatura que iban a salir al aire el viernes. De pronto se anunció que habían renunciado a su candidatura, que el designado por Cristina era Sergio Massa.
Una vez más, se hace lo que decide Cristina en el kirchnerismo, sin consultar a nadie. Lo curioso es que ésta vez, Cristina usó su autoridad para resolver que no quería. ¿Qué explicación hay para esto? Dentro de la heterogénea coalición de gobierno, Massa es la derecha capitalista, está en el otro polo del de Cristina, cuyo discurso está cerca de Wado, un hijo de desaparecidos. En una exótica maniobra para tomar distancia de su propio gobierno, ella creía que era mejor candidatizar al ministro del Interior y al exjefe de Gabinete, que al ministro de Finanzas.
Wado tiene un rostro nuevo, luce joven, podía comunicar innovación y contener a los sectores radicales como el de Juan Grabois. ¿Qué pasó para que a última hora Cristina acepte que sea candidato alguien en quien no confía, con un binomio escogido por su peor enemigo, el Presidente que designó? Deben existir razones que sólo los muy entendidos pueden descifrar, para que ella acepte una candidatura que marca su ocaso definitivo: el peronismo recupera su espacio independizándose de veinte años de tutela izquierdista.
El kirchnerismo es el mayor partido clientelar del continente americano
Sectores progresistas anunciaron que no estaban de acuerdo con la candidatura. Juan Grabois, quien había renunciado a sus aspiraciones para apoyar a Wado, anunció que volvía para enfrentar a Massa, coherente con su línea de siempre. Si participa y hay internas, no se estará cumpliendo con lo acordado con Massa: ser candidato único. Si bloquean ilegalmente la candidatura, obligarán a Grabois a correr por fuera del frente. Probablemente le sigan kirchneristas que odian a Massa o que rechazan sus puntos de vista, que son bastantes.
En todo caso, el binomio oficial estará conformado por el ministro de Finanzas y el ministro de Defensa, con el respaldo del Fondo Monetario Internacional. Extraños atajos por los que camina lo que llaman izquierda en Argentina.
El escándalo del Chaco, en donde el brazo derecho de Capitanich está envuelto en un crimen macabro, no tendrá efecto en la elección nacional, como pasó antes con el caso Schoklender, el de Milagro Sala, o el asesinato de Nisman. El kirchnerismo es inmune a los atropellos a los derechos humanos cuando la víctima no es su amiga. Las militantes feministas del Gobierno, no han movido un dedo para protestar por un feminicidio horrendo, porque la víctima era disidente de un proyecto revolucionario que enriquece a algunos compañeros, fin último de la revolución Nac&Pop.
Todo esto no significa que la candidatura de Massa está acabada. El kirchnerismo es el mayor partido clientelar del continente, usa sin límites los recursos del Estado, llama “cajas” a las empresas e instituciones estatales con patrimonio importante. Buena parte de la población está a sueldo en ellas o recibe planes y programas, para hacer proselitismo.
Es irreal pensar que las formas que necesita la sociedad se pueden hacer reprimiendo
La movilización de miles de personas, que usan carpas, comida, camiones, se financia con dinero estatal. Pero no hay que caer en simplificaciones. La plata ayuda, pero no lo es todo. Estas personas defienden sus ingresos, pero además, están convencidas de un relato ideológico, tienen una identidad. Creen en Cristina. Como lo vimos en la TV, son capaces de hacerse daño a sí mismos para culpar a la Policía de la “salvaje represión”.
Cristina expresa a quienes viven al margen del sistema, a los que viven del subsidio. Mucha gente le apoya aunque su gobierno sea un desastre para el país y el mundo. Decenas de miles de pobres sienten que ella los ayuda económicamente, pero sobre todo, que les da reconocimiento. Ningún otro millonario está tan orgulloso de decirse pobre como ella.
En sus discursos dice disparates que tampoco importan: hay una reacción en contra de la meritocracia, de personas educadas que parecen menospreciar a los pobres y acusarlos de ser culpables de su situación.
En medio del desastre económico que vivimos, los pobres no son los más afectados porque están contenidos por las paritarias, los subsidios, etc. Las zonas más deprimidas del país son partidarias de este gobierno que los mantiene en la miseria, pero los mantiene.
En esta semana, grupos que creen que el kirchnerismo está derrotado, hicieron un ensayo de golpe de Estado en Jujuy, oponiéndose a una reforma constitucional que había cumplido con todos los pasos que establece la ley. Los gerentes nacionales de las empresas pobristas viajaron de Buenos Aires a Jujuy, organizaron en la Capital paros solidarios. Una organización anunció que hacía un paro preventivo, por la posibilidad de que la “derecha” gane las elecciones. Los analistas del FMI deben estar sorprendidos de aparecer, por primera vez, como auspiciadores de la izquierda.
El verdadero problema de la gobernabilidad es cuando se pierden las elecciones
Lo que está en cuestión es el respeto a la democracia, sistema que funciona con elecciones en las que, la mayoría elige autoridades y existe alternabilidad. Si en este año surge un gobierno con la mayoría parlamentaria suficiente para aprobar reformas, habrá que ver lo que ocurre en las calles.
El mundo de la Tercera Revolución Industrial se ha vuelto ingobernable, incluso en países con instituciones más sólidas que el nuestro, por las movilizaciones autoconvocadas que han hecho tambalear a gobiernos de América Latina y europeos. En un país corporativista como el nuestro, ¿qué se podrá hacer si las reformas tienen la oposición furibunda de sindicatos, organizaciones sociales, ONG’s, y otras organizaciones poderosas de la nueva sociedad?
Es irreal pensar que esto se pueda solucionar reprimiendo. Felizmente, los celulares hacen imposible que, en sociedades democráticas, pueda asesinarse a los ciudadanos como se hacía en el siglo pasado. Hay además, un sistema internacional que lleva a la cárcel a los represores, ellos lo saben y no se arriesgan a sufrir las consecuencias de los abusos.
No existe la posibilidad de doblegar al Parlamento con plebiscitos. La gente vota en las consultas en contra del poder y aunque pueda ayudar en algo al principio, finalmente no apoyará las reformas. No es éste un deseo, es la constatación de lo que ocurre en la realidad.
En la oposición habrá primarias. Se enfrentan dos buenos candidatos, con fuerza semejante, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Horacio ha sido un jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires eficiente, el único en la historia que ganó su reelección en una sola vuelta. Su principal credencial es su eficiencia y su capacidad de trabajo. Patricia fue una buena ministra de Seguridad, combatió con valentía la inseguridad. Entre los candidatos a presidente es la única mujer, tiene un binomio que luce joven y nuevo.
Los enfrentamientos agrios que han protagonizado, han hecho daño a ambos. La oposición acogió públicamente a muchos políticos, todos con saldos negativos de imagen. En todos los países en donde se ha hecho esto, se constató que las sumas restan. En una época en la que la mayoría rechaza a los políticos, hay que ampliarse hacia afuera de la política. Lo normal sería que la suma de tantos políticos cuesta votos, habrá que ver si son tan numerosos como para de dejar fuera de la segunda vuelta a Cambiemos.
Javier Milei está pagando los costos de ser nuevo en política. Cometió la equivocación de tratar de armar listas en algunas provincias con dirigentes locales conocidos. Su fuerza está en ser distinto, al asociarse a apellidos conocidos como Menem o Bussi, perdió frescura y sufrió derrotas estrepitosas.
Las boletas sábana son para él una ventaja y un problema. El nombre del candidato a presidente aparece a la cabeza y muchos votarán por él, sin importar quienes van abajo. Algunos dirán que está en juego la gobernabilidad, porque si no tiene mayoría en el Congreso, no podrá pasar los proyectos que necesita para gobernar. Pero el verdadero problema de gobernabilidad se produce cuando se pierden las elecciones. Los candidatos derrotados no llegan a gobernar. Hay presidentes que llegaron al poder con poco espacio y consolidaron proyectos de largo plazo. Uno de ellos fue Rafael Correa, quien ganó la presidencia del Ecuador sin el apoyo de ningún diputado e instauró un fenómeno que sigue vigente desde hace más de una década. El otro, fue Néstor Kirchner, el presidente que fundó el kirchnerismo, a pesar de haber llegado segundo en las elecciones de 2003.
El país no tendrá las reformas que necesita, si el nuevo gobierno no enfrenta un cambio que va más allá de lo económico: aunque el presupuesto tenga déficit cero, no iremos a ningún sitio si seguimos con este enfrentamiento a muerte entre todos y si cada vez hay más niños que salen de la escuela sin poder leer y escribir.
Para que el cambio se estabilice en el largo plazo, se necesita un diálogo al que nadie parece dispuesto. No hay futuro si el nuevo gobierno, sea el que sea, no convoca a discutir, no solo a las instituciones políticas, sino también a las sindicales, empresariales, y otras de la sociedad civil.
Hasta donde se ve, en las PASO no habrá internas en el peronismo ni en el espacio de Milei, pero sí en Juntos para el Cambio, con lo que probablemente Massa y Milei se situarán bastante por encima de Larreta y Bullrich. Ese es un espejismo. En realidad, las tres formaciones arrancan con posibilidades más o menos semejantes, el triunfo dependerá de cómo hagan la campaña.
Bastantes argentinos votaron hace cuatro años por los Fernández y ahora están despechados. Los que reciben favores económicos, probablemente seguirán fieles a quien les da algo y votarán en contra de quienes dicen que les quieren quitar lo poco que les queda. Los menos dependientes de esos ingresos, si no reciben un mensaje que les movilice, pueden abstenerse o votar en blanco.
Tanto las internas de Cambiemos como las elecciones generales tienen un destino incierto.