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El acceso a internet cambió literalmente mi vida. A inicios de 1998 llegó la conexión a la red a mi natal Potosí. Y como todo nuevo internauta entré a Disney, la Casa Blanca, la red CNN, el Vaticano, entre las que recuerdo.
Luego de navegar cientos de páginas, comencé a buscar páginas que podrían ser relevantes para mi formación. Y me topé en marzo con el Instituto de Economía de la Universidad Católica de Chile.
Envié un email solicitando información y me llegaron por fax los formularios para postular. En agosto de ese año comencé a estudiar el Magister (o Maestría) en Economía Aplicada en Santiago de Chile y desde allí cambió mi perfil profesional, personal, espiritual, relacional, etc.
Menciono este recuerdo porque creo que internet puede ser más revolucionaria de lo que pensamos o usamos.
En mi caso, me gusta escuchar diversas intervenciones mientras estoy haciendo otras labores ya sean personales o profesionales puesto que me mantiene al día en tópicos relevantes para mi trabajo y mi formación.
Por ejemplo, esta semana se ha desarrollado en Davos (Suiza) las reuniones anuales del Foro Económico Mundial. Antes sólo podíamos leer algunos resúmenes de prensa sobre el Foro. En cambio, ahora es posible “asistir” virtualmente a las reuniones del Foro o ver (o escuchar) en diferido las sesiones.
Pude escuchar a Javier Milei (presidente de Argentina) y su defensa de la libertad, a Gustavo Petro (presidente de Colombia) compartiendo su preocupación por la desigualdad en Latinoamérica, a Gita Gopinath (vicedirectora del FMI) y su criterio sobre el impacto de las altas tasas de interés, así como a los economistas jefes de los principales bancos internacionales debatiendo sobre la coyuntura económica mundial.
Son decenas de eventos virtuales en los que he participado como oyente gracias a la red. Recuerdo que el 12 de febrero de 2020 asistí a un evento virtual sobre el coronavirus, lo cual permitió al Centro Boliviano de Economía (Cebec) que integro, hacer el análisis temprano del impacto económico de la pandemia en Bolivia.
También ayer pude conocer en directo las tendencias de la inteligencia artificial de Sam Altman, líder ChatGPT, y de Satya Nadella de Microsoft, en un evento de la revista británica The Economist.
Lo propio pasa en términos de formación. Cuando mi padre (Wilson Mendieta) en 1992 viajó por motivos laborales de museística a Estados Unidos, me trajo en físico el catálogo de cursos de la Universidad de Harvard. Leyéndolo conocí qué materias se dictaban en economía y quiénes lo hacían.
En cambio, gracias a internet, participé en un curso sobre construcción de capacidades de dicha universidad en 2017. También hice un curso sobre evaluación de impacto con una filial del Instituto Tecnológico de Massachussets. Y todos ellos fueron gratuitos.
Menciono toda esta experiencia porque creo sinceramente que con un buen uso de internet podríamos transformarnos y también revolucionar el país. Hace varios años la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) publicó un estudio titulado “De la internet del consumo a la internet de la producción”.
En síntesis, el reporte señalaba que la red era muy difundida para redes sociales, contenido multimedia y las nacientes plataformas de streaming como Netflix. Pero era menos conocida y usada en los ámbitos económico, productivo y de formación.
A nivel productivo, muchas decisiones pueden tomarse de manera informada con herramientas gratuitas o con una inversión pequeña: localización, tamaño de mercado, logística y otros aspectos pueden mejorarse con información. Ni qué decir de la producción agropecuaria y la construcción inmobiliaria que puede tener un enfoque de precisión.
Hoy internet está aún más cerca. Por ejemplo, la especialización que realicé puede ser iniciada completamente en línea mediante el Diplomado en Fundamentos de Economía Aplicada, a un costo menor y con la alta calidad.
Un clic puede marcar la diferencia. Incentivemos seriamente la adopción digital y la revolución que implica.