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Advierto de entrada que la palabra deseario no existe en la lengua española. Es apenas una más de las que me atrevo recrear en el deseo de encontrar alguna muy especial para expresar un sentimiento o deseo. En este caso, una lista de deseos que pueden ser bien compartidos entre muchos, como estoy segura son los de gozar de buena salud, tener en mesa el pan de cada día y un corazón entrenado para dar y recibir amor, habilitado como el techo propio bajo o dentro del cual nos cobijemos.
Esa es la tríada básica de cualquier lista de deseos: salud, pan y techo propio. Pero no es la única. Hay otras que surgen a medida que avanzamos por los caminos que vamos abriendo a diario, entre las que destaca la que forman los deseos de libertad, justicia y paz. Una tríada que sin duda compartirá el primer lugar con la ya citada líneas arriba en nuestro deseario para el nuevo año que hoy se inicia. Sí, el primer lugar, considerando la emergencia declarada en nuestro país ante la ausencia de justicia, el cercenamiento de nuestras libertades y, en consecuencia, el reino de la intranquilidad y la zozobra.
Una emergencia que más vale tomar muy en serio desde este primer día de 2023, dado lo visto a lo largo de las últimas décadas y, en especial, en el año que acabamos de despedir. Un año marcado por un cada vez más descarado ejercicio autoritario del poder por parte de la cúpula partidaria que gobierna Bolivia. Desesperada por asegurarse cuanto antes el control y poder total ad infinitum, esa cúpula no está dudando en echar mano de cuantas estrategias, tácticas y armas de guerra existan para doblegar y dominar a toda Bolivia.
Lo ha vuelto a demostrar por enésima vez el último miércoles de 2022 con el secuestro y posterior encarcelamiento del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. Una vez más, a través de la actuación de fiscales, jueces y policías sometidos al poder central, y a vista y paciencia de no pocos políticos, empresarios, profesionales y cuentapropistas que pactan favores y silencios cómplices. Nada nuevo bajo el sol, dirán muchos y así es. Es justamente esa complicidad recurrente y silencio prolongado el que le ha permitido a la cúpula masista avanzar en su propósito e insistir en una apuesta que le ha dado frutos.
Por eso en mi deseario para 2023 incluyo además de las dos tríadas ya detalladas otra de yapa: coraje, determinación y constancia para retomar la lucha que nos permita asegurar la realización de los seis primeros deseos. Esta vez inicio el recuento a la inversa: justicia, libertad y paz, necesarias para asegurar buena salud, pan y techo propio. Ya sabemos que las tareas necesarias para realizar cada deseo no serán pocas ni sencillas, sobre todas las que demandan coraje, determinación y constancia coherente. Coraje para enfrentar a los tiranos, determinación para encarar la acción y constancia en una lucha que demandará largas y duras batallas.
Porque así prometen ser las batallas que se avizoran al frente y en el futuro inmediato: muy duras y largas, complicadas y riesgosas, dada la desventaja que implica el tener que librarlas frente a un régimen totalitario que tiene a su disposición no solo a todas las fuerzas represivas del Estado, sino también bajo su control a todos los poderes, entre ellos al único que podría garantizar contrapeso como es el sistema de justicia, amén de otras instancias mediadoras o garantes como debiera ser la del Defensor del Pueblo.
Retos enormes y urgentes para encarar en 2023. Deseos justos y compartidos a realizar en el nuevo año. ¿Imposibles?, no. ¿Difíciles?, sin duda que sí. Pero insoslayables y a la vez inngociables para quienes queremos vivir en libertad, en paz, en democracia.