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La política no solamente son estrategias, ideas, utopías, confabulaciones, discursos, consignas, venganzas, acciones con vocación de poder. Las personas que deciden hacer política, en una organización en la que se lucha por sobresalir, obtener liderazgo y proyectarlo hacia la sociedad saben que lo pueden hacer respetando los códigos no escritos o atropellando todo y a todos para conseguir sus objetivos.
Decidí escribir sobre Vladimir Peña y su valor en la política. Era treintañero cuando lo conocí, antes de las elecciones generales de 2014, un joven vallegrandino que hacía política respetando los principios que deberían regir esa actividad, sin perder de vista, por supuesto, la conquista del poder.
Sin darse cuenta, Vladimir Peña ha enseñado a políticos de mayor edad, con más trayectoria e influencia en el país que el intercambio de ideas contrapuestas, la discusión de posiciones con argumentos y el respeto entre diferentes construyen. Escuchar con serenidad al resto, actuar con claridad de objetivos y tratar de adelantarse a las contingencias son los aportes de Vladimir Peña en la construcción democrática del último tiempo.
Convocado el referéndum constitucional para febrero de 2016, por parte del régimen de Evo Morales, quien ya había acumulado 10 años hasta ese momento y pretendía la perpetuación en el poder, Vladimir Peña, además de políticos de otras fuerzas democráticas, tuvo la perspicacia de enfrentar de manera conjunta la hegemonía del MAS haciendo que los partidos den un paso atrás y cedan protagonismo a las plataformas ciudadanas para que levanten las banderas del NO, aunque años después devino en lo que se conoce como la “antipolítica”.
Vladimir Peña concurrió a la estrategia conjunta con la consigna Bolivia Dice NO. En largas reuniones, en varias partes del país, explicó los contenidos de esa frase que se apoderó de la campaña en la que no había candidatos, sino una causa. El MAS, su plan de eternización y la supuesta invencibilidad de Morales y Álvaro García Linera no pudieron con el NO y la innovadora estrategia desarrollada por los partidos desde la retaguardia.
Vladimir Peña no reclamó el triunfo para él o para Demócratas, partido político del que ya era secretario ejecutivo y hombre de absoluta confianza de Rubén Costas, gobernador de Santa Cruz en esa época. Cumplió exitosamente la tarea en coordinación con otras organizaciones como SOL.bo y UN. Sentía que estaba preparado para nuevos retos en el Gobierno Autónomo Departamental.
Pero, en las elecciones regionales de 2021 Costas pensó que el ciclo de Demócratas en la Gobernación cruceña había terminado y, en consecuencia, decidió que su partido no participe en la justa electoral y, más bien, apoye a Luis Fernando Camacho a cambio de espacios en las listas de candidatos a asambleístas departamentales y de la no participación de Creemos en la contienda municipal.
Vladimir Peña quedó defraudado y se alejó del partido político que surgió desde Santa Cruz en el siglo XXI y ahora tiene alcance nacional. Pasadas las elecciones generales de 2014, Demócratas llegó a tener la segunda cifra más alta de militantes en todo el territorio nacional.
Hoy, Vladimir Peña enfrenta un desafío impensado. Está luchando contra el cáncer. Lo hace con la templanza de siempre, con la fortaleza que le transmite su familia y con la solidaridad que sembró entre sus excompañeros de partido, personalidades cruceñas y de otras regiones del país, dirigentes de fuerzas políticas, amigos de Vallegrande y del conjunto de la patria. Se ha iniciado una campaña para que la gente que reconoce su valor, lo apoye en un momento de necesidad para vencer la enfermedad.
Ironías de la vida, en mayo de 2017, cuando ejercía como asambleísta departamental de La Paz, Vladimir Peña me llamó por teléfono para proponerme que enfermos paceños con cáncer podían ser tratados con el acelerador lineal que había adquirido el Hospital Oncológico de Santa Cruz, en lo que luego sería una iniciativa conjunta entre la Gobernación cruceña de Rubén Costas y la Alcaldía paceña conducida por Luis Revilla.
Nos pusimos manos a la obra y logramos que pacientes de escasos recursos sean tratados con el primer acelerador lineal de un hospital público. Conocí a Óscar Urenda, secretario departamental de salud en Santa Cruz, quien jugó un papel fundamental en la materialización de la iniciativa interinstitucional. Incluso logramos que el paciente y un familiar sean trasladados gratuitamente por avión a la capital oriental, mediante la ahora extinta línea aérea AmasZonas, para que el tratamiento no demore.
Hoy, Vladimir Peña lucha contra ese mal, contra el cáncer. Me comentan que no ha perdido la serenidad ni la entereza. Tengo fe de que vencerá porque sé cuán valioso es para su familia, para sus compañeros de actividad política y para la democracia boliviana, en medio del intento de la izquierda populista de perpetuarse en el poder y propuestas desde la derecha de eliminar el socialismo mediante una ley.