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Cuando uno juzga a “los políticos” por sus acciones, no por sus discursos, es muy difícil no inferir que lo último en su presupuesto es el bien común. Los ciudadanos no terminamos de entender por qué los que están en ejercicio del poder hacen lo que hacen y por qué los que quieren llegar a ocupar ese lugar no hacen lo que deben. Pareciera que les falta sentido común. Eso sí, cada uno adopta una narrativa justiciera y visionaria que justifica sus aspiraciones. Pero, sus hechos, sus decisiones y acciones los desmienten.
¿Por qué esa contradicción entre lo que dicen y lo que hacen? ¿Por qué anteponen sus intereses al bien común? ¿Por qué malas acciones son buena política?
A manera de hipótesis, sugiero que esa disonancia casi ofensiva entre el “deber ser” que esperamos desde la sociedad civil para con los políticos y la “praxis política”, se origina en la caja de herramientas que usamos para analizar a la sociedad política. No entendemos el accionar de los políticos porque los miramos con los lentes de la sociedad civil. No nos hace sentido su proceder porque nos falta entender a qué están jugando, qué es lo importante para ellos, cómo razonan la realidad, el futuro; y sobre todo… su realidad y su futuro.
La sociedad civil presupone premisas axiológicas distintas a los que mueven a la sociedad política. Es decir, encarnan valores distintos.
Mientras la sociedad civil busca el bien común como base de la convivencia entre pares y se organiza para “defenderse” del estado y del mercado y vivir en paz, en el marco de las reglas impuestas por la sociedad política y validadas en el contrato social que la sustenta (CPE y Leyes); la sociedad política está centrada en el ejercicio del poder, en el “arte de gobernar”. Para ello, los políticos se ocupan de promover sus propias opiniones políticas entre las personas, negociar con otros sujetos políticos, hacer leyes y ejercer la fuerza, incluida la guerra (simbólica o fáctica) contra los adversarios. De tal suerte que la sociedad política administra tensiones inversas a la sociedad civil. Mientras los ciudadanos nos organizamos para defendernos del abuso del poder y vivir en paz; los políticos buscan tener la potestad de ejercer la fuerza hasta lograr que los demás hagan lo que ellos necesitan que sea hecho al punto de considerar la “guerra” como el ejercicio de la política por otros medios.
Entonces, los ciudadanos nos organizamos para convivir en paz; mientras que los políticos se organizan para ejercer y reproducir “el poder”. Los ciudadanos en Bolivia jugamos a sobrevivir; los políticos juegan el juego del poder.
Sin el mínimo atisbo de justificar a la clase política, ni tampoco con la intención de caer en un cinismo nihilista o satanizar a los políticos, tenemos que reconocer que la sociedad política está regida por otras reglas y por otra escala axiológica. Están jugando a un juego distinto al que jugamos los ciudadanos en nuestro día a día. Sólo así podremos entender qué están haciendo, por qué hacen lo que hacen, qué es lo que en realidad buscan y cómo funcionan. Porque de lo contrario, viviremos frustrados, criticando su accionar y sojuzgados al ejercicio del poder que circunstancialmente detentan, y sobre todo, NO PODREMOS RECONOCER NI EJERCER EL VERDADERO PODER QUE NOS CORRESPONDE.
En lo personal, me hacen sentido el marco interpretativo que proponen Alastair Smith y Bruce Bueno de Mesquita en su libro “The Dictator’s Handbook” (El Manual del Dictador) como base de análisis del cómo funciona la sociedad política y cómo juegan el “juego del poder”.
Si bien este primer artículo sólo alcanza para plantear preguntas y provocar la reflexión, permítanme por favor autoimponerme para futuros artículos el reto de al menos pretender describir el juego del poder y la política aplicada a nuestro país.
Por ahora, y sólo para ser más provocativo, cinco premisas básicas de interpretación del juego del poder aplicado a nuestro país que espero poder desarrollar a futuro. 1. El ejercicio del poder casi nunca tiene que ver con lo ideal (entiéndase románticos postulados ideológicos), o con lo hipotético, casi siempre se trata de lo real, de lo inmediato. 2. Todos los que juegan a la política están sujetos a las mismas reglas del poder, tanto los que hablan de dictadura como los que hablan de democracia. Estos bandos opuestos buscan lo mismo con diferentes narrativas. 3. En todos los casos, lo que cuenta son los intereses específicos de individuos antes que “los grandes intereses de la región o del país”. Los países, las regiones no tienen intereses, los individuos tienen intereses. Por lo tanto, para entender porque a menudo las malas acciones son buena política, debemos reconocer los intereses que mueven a los actores políticos y los obstáculos que estos enfrentan. 4. Estas reglas de juego están por encima de la CPE y de todas las leyes. En los hechos, toda la economía jurídica, constituye una herramienta útil para el ejercicio y reproducción del poder. 5. El juego del poder está más allá del bien y del mal.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo