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Buscando un hito para el próximo tercer centenario

José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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Últimamente, ante la desaparición de algunos medios impresos y el apocamiento de otros, he empezado a disfrutar de los medios virtuales y las ediciones y versiones digitales Hecho Boliviano, y realmente lo he disfrutado: la tecnología salta sobre el silenciamiento y la coerción —y la inmediatez vía wasapeo salta sobre cualquier censura, de propios o de ajenos.

Así me llegó un artículo de opinión del siempre irreverente y polemista —sus virtudes— Juan José Toro: “Bolivia: sus cambios” (Brújula Digital, 10/8/2023) que rompe nuestra atención con una afirmación categórica: «Si la Guerra del Pacífico fue el hito que dejó más secuelas en los primeros 100 años de Bolivia, la del Chaco fue el indudable parteaguas del segundo centenario». No seguiré avanzando en su artículo porque este párrafo me puso delante de una epifanía: Si el primero suceso marcó la centena independiente inicial —no importa que fuera a mitad de ella— y la otra la siguiente centuria, ¿qué marcará la tercera, a la vuelta de la esquina de iniciar?

Los siglos virreinales 17 y 18 —primero analicemos en economía— los marcó el boom de la plata y los 19 y 20 —nuestros siglos republicanos— el estaño y el gas, respectivamente. Para la tercera ¿será el litio —tanto se dice— o el oro —contrabandeado o destruyendo naturaleza— o la cocaína —quebrando la sociedad?

Los estudios sobre el litio comenzaron en 1972 y en 1989; en 1991 se licitó su explotación por primera vez: fracasó, como la de 2019 (sólo marco fechas, no causas). Cincuenta años después de iniciados los estudios y más de tres décadas de los procesos de licitación primigenios, se volvió a licitar; tres aplaces en anunciar resultados, no hay “contratos” (requieren ley de la Asamblea según la Constitución vigente, la de 2009 de Evo y la Calancha) sino “convenios” con China —el país líder en baterías para autos eléctricos— y, supuestamente, con Rusia (no le discuto el expertisse porque soy neófito en esos andares pero debajo siembro dudas): una danza de miles de millones “que exportaremos mañana” bajo la tesis de “soplar y hacer botellas” que mucho recuerda “el mar de gas”… que era puro gas.

Una cuenta simple: Bolivia tiene —para certificar— alrededor del 24% de las reservas estimadas mundiales de litio; junto con Argentina (el 22%) y Chile (el 11%), en el llamado Triángulo del Litio tenemos el 59%, aproximadamente, de las reservas identificadas en todo el mundo. El principal productor es Australia, con el 52% de la producción mundial pero con sólo el 8% de las reservas; detrás Chile, que produce el 25%; China (con el 6% de reservas) produce el 13% —es el líder mundial de refinación y produce el 56% de las baterías en nuestra nave Tierra— y Argentina el 6%; entre los cuatro producen el 96% de toda la producción mundial de litio (EEUU tiene el 10% de las reservas y Rusia el 1% pero la producción en ambos es menor del 1%). [Datos UNDP y Bloomberg] Mientras tanto, Bolivia tiene el 0% de producción (aceptemos que hoy es de menos del 1% en carbonato de litio sin calidad batería) pero considerando que «el suministro primario de litio seguirá siendo crítico hasta bien entrado el año 2050» [Bank of America], no perdamos esperanzas.

Mientras tanto y hasta que Perú controle el contrabando de su oro hacia Bolivia para reexportarlo con el (mayoritariamente) clandestino boliviano, la “economía blanca” en el país será la narcoeconomía que salva de la falta de divisas y de inflación. Y conste de que no hablo del País de las Remesas —un poco de “humor presidencial”— ni de las empresas estatales quebradas —de urea (que ingresa porque vende cuando vende pero no tiene ganancias; al señor de YPFB: no es lo mismo) o la de separación de (no)líquidos— ni de la deuda pública (externa e interna) ni de… Suficiente.

Si así fue en economía, ¿cómo nos ha ido en política con la República y con el  “Estado plurinacional” —etiqueta de estalinistas “siglo 21” de CEPS (y PODEMOS y CELAG y demás laya)?

En 1920, el escrito cubano Carlos Loveira y Chirino publicó su novela Generales y doctores, que retrataba —dura denuncia— cómo el oportunismo y la ambición traicionaron los ideales de la emancipación cubana: diagnóstico válido para Latinoamérica. Generales y doctores —más generales que doctores— llenaron los dos primeros centenarios latinoamericanos, disputándose entre criollos —conservadores y liberales con etiquetas variadas — el Poder entre los pocos períodos que los dictadores —como el Tirano Banderas de Ramón María del Valle-Inclán— dejaban sin su tutela. Bolivia no fue la excepción, en realidad fue campeona: de los primeros 20 gobiernos presidenciales de la República (1825-1873) —más de uno repitió—, sólo tres fueron civiles y de los 90 que ejercieron la Presidencia hasta hoy, 28 fueron derrocados por golpes de Estado —algunos derrocados también así lograron su poder— y hubo 36 golpes de Estado (remarcando que en 2019 no hubo golpe sino un ratero electoral que salió huyendo cuando ya no pudo ocultar su ratería). En Bolivia nos hubo monarcas —aunque algunos gobernantes se lo creyeran— como México, Brasil y Haití —y casi tuvieron Argentina y Perú—; fuimos un país de criollos terratenientes (también lo era la nobleza indígena desde época virreinal) y mineros —mucho más explotadores de los indígenas que los españoles, obligados desde el siglo 16 con las Leyes de Indias promovidas por Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca—; tuvimos 20 conflictos armados, desde las guerras de independencia (1809-1825) hasta la Guerrilla de Ñancahuazú (1966-1967) y de las guerras, las del Pacífico (1879-1883), del Acre (1899-1903), de Manupiri (1910) —primera centuria— y del Chaco (1932-1935) —segunda— le cercenaron territorio a Bolivia que en poco más de cien años se calcula perdió 1.265.188 km2 de los 2.363.769 que en 1825 aportó la Real Audiencia de Charcas.

Con tantos entuertos económicos —no hace falto repetirlos— y políticos —sin partidos opositores (y el MAS quebrado), con una justicia injusta, un sistema electoral cuestionado, fanáticos “iluminados” queriendo enfrentar regiones entre sí y mestizos (que somos todos la mayoría cuantificada desde el censo 2012) contra indígenas y con políticos que han impuesto experimentar sus modelos fracasados— en las dos primeras centurias, yo le pregunto, amigo lector: ¿Cuál hito para usted describiría nuestra tercera centuria?

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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