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Bolivia es un país donde solo los ingenuos pueden sobrevivir sin perder la serenidad y la paciencia. Y es una ingenuidad parecida a la que se mantiene cuando, aun con la certeza de que Santa Claus o los Reyes Magos no existen, seguimos con las tradiciones y creemos en que, en una de esas y por algún tipo de magia, aparece el regalo esperado al pie del árbol o debajo de la cama. Aferrarse a lo imposible también sirve.
En la vida, los regalos se buscan y no se esperan, pero de vez en cuando no está mal arriesgar unos cuantos pedidos a Santa, incluso a sabiendas de que la lista puede pecar de ambiciosa y poner a Santa en muchos apuros.
Si algo necesita el país, por ejemplo, es reconciliación. Como van las cosas, este pedido tropieza con muchos obstáculos en el camino al pie del árbol nacional. En primer lugar, el gobierno no tiene mucho interés en acercarse y mucho menos pactar con nadie. En poco más de un año de gestión, el presidente Arce ha mostrado todo menos espíritu navideño.
Por inexplicable que parezca, la máxima autoridad del país solo gobierna para una mitad de los bolivianos y ataca a la otra. Así que no está demás pedirle a Santa que, en un arranque de sensatez, Luis Arce y su partido comiencen a dejar atrás los odios y dejen de comparar su gobierno con los anteriores.
Para que el pedido anterior tenga algún resultado, es necesario hacer otro. Querido Santa: no dejes que el presidente ceda a las influencias negativas, sobre todos las de aquellos que habiendo gobernado muchos años, quieren seguir haciéndolo desde las sombras, dando órdenes, planteando sugerencias y ejerciendo las funciones de embajadores plenipotenciarios y activistas en países donde son personas no gratas.
Que las palabras “golpe”, “neoliberal”, “derecha” y “fascista” desaparezcan del reducido vocabulario oficial, aunque eso signifique que los discursos presidenciales pasen de 2 horas y media a solo 5 minutos. Lo bueno, si breve, es dos veces bueno.
Entre los pedidos económicos hay una lista más o menos larga. Que los que perdieron su empleo durante la pandemia, tengan uno nuevo el próximo año. Que los negocios prosperen y los empresarios no sigan presos de la incertidumbre. Que la ideología no defina a cuáles inversionistas extranjeros se les abre la puerta y a cuáles no, y que descubramos de una vez por todas un modelo que nos permita depender menos de las materias primas.
Que la explotación del litio llegue de una vez y con el criterio más amplio posible, antes que otros tomen la delantera para siempre o que se descubra un sustituto de este metal y nos dejen con el pan en las puertas del horno.
En tiempos como los que vivimos, donde las oficinas públicas están llenas de fantasmas, hay que pedirle a Santa que aleje a esos espíritus corruptos y que se lleve también a los responsables, de carne y hueso, que comenzaron a crear estas historias de terror para llenarse los bolsillos de un dinero más real que fantasmal.
Y claro, para seguir sobre la misma línea, tal vez el pedido más ingenuo: Santa, aunque sea mucho pedir, no dejes que los corruptos sigan haciendo su agosto en todas partes y que el dinero mal habido sea fosforescente para que ningún culpable se haga el inocente.
Y en materia de justicia, un solicitud urgente. El Órgano Judicial Plurinacional es todo menos independiente. Los fiscales inventan delitos y los jueces disponen sentencias a pedido de sus padrinos gubernamentales. Lo del juicio justo ya es un exotismo y la imparcialidad una virtud excéntrica. Así que, Santa, si puedes, ayuda a cambiar algo de esto porque, al paso que vamos, todos los que discrepan o discreparon de la línea oficial, acabarán tras las rejas.
Que la justicia deje de ser un instrumento de la venganza y que los jueces sean elegidos entre los profesionales más probos y no entre los militantes obsecuentes.
La salud también tiene su lugar en la carta a Santa, para lo más urgente. Que las vacunas contra el COVID 19 sigan llegando y que cada vez menos gente contraiga esta enfermedad. Que los éxitos en la lucha contra el virus no se conviertan en propaganda, de la mano del culto a la personalidad de autoridades en todos los niveles.
La carta debería incluir también una referencia a la oposición, cualquiera que sea. Aunque sea de regalo, que alguien defienda un proyecto alternativo y vaya creando los argumentos de un discurso que sirva para afirmar la posibilidad de que las cosas se hagan de otra manera a como se las hizo en los últimos quince años.
Que los antiguos líderes no aparezcan solo en vísperas de elecciones o que de plano tomen el camino de un retiro más o menos digno después de insistir mucho y lograr muy poco. Que los nuevos liderazgos no caigan en la tentación de responder a los agravios del gobierno y alargar polémicas que solo son funcionales al interés oficial.
Por último y para no cargar mucho el trineo de los regalos nacionales, que el debate sobre los temas más importantes del país deje la confrontación y las calles y vuelva a los cauces democráticos. Que se acaben las escaramuzas de una guerra civil no declarada, pero de todas maneras activa.
Y si tienes un espacio, al fondo del trineo, no te olvides de los regalos para los que se portaron bien y nos llenaron de esperanza, como doña Amparo Carvajal, la presidenta de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, un símbolo de esa Bolivia diferente y digna por la que seguramente todos vamos a orar en esta Navidad, a quien por lo menos deberíamos nombrarla Personaje del Año 2021.