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Este año aproveché algo de mi tiempo libre para ver documentales y, sin querer, vi varios enfocados en nefastos líderes religiosos y políticos.
Por ejemplo, está “La oscuridad de la luz del mundo”, que narra cómo miles de personas en México y otros países aseguran que Joaquín Flores o su hijo Joaquín García han sido apóstoles de Jesucristo y tenían el podían de decidir sobre sus vidas. Ellos tuvieron círculos íntimos de seguidores con los cuales cometían atrocidades como violación, zoofilia, incesto, entre otras. Hoy García cumple una sentencia de 16 años en EE. UU.
O, “Wild Wild Country”, que se enfoca en el gurú oriental B. S. Rajneesh que se instaló en Oregón (EE. UU.) y trastocó la vida de un pueblo, llegando a tomar acciones descabelladas. Paradójicamente, el gurú ya muerto es un campeón de ventas bajo el nombre comercial de Osho.
Luego está “Cómo se convirtieron en líderes de sectas”, que cuenta las experiencias de Charles Manson (que indujo el asesinato de la bella Sharon Tate), Jim Jones (famoso por el suicido colectivo de casi mil personas en Guyana), Shoko Asahara (que atentó con gas venenoso en Tokio), entre los principales. La característica en común fue el control que tenían estos líderes sobre sus adeptos hasta obligarlos a realizar las acciones más grotescas, maliciosas y degradantes.
Ese liderazgo nocivo también se observa en política.
En el documental “Cómo se convirtieron en dictadores” se repasa la vida de dictadores como Adolf Hitler de Alemania, Joseph Stalin de la Unión Soviética, Kim Il-Sung de Corea del Norte, Muamar el Gadafi de Libia, Saddam Hussein de Irán e Idi Amín de Uganda.
Todos ellos tuvieron el control total de sus países e intentaron ampliar sus redes de poder a otras latitudes mediante la guerra. Asesinaron a millones con las armas o el hambre, mintieron descaradamente, eliminaron las libertades más básicas y usaron el miedo para sacar lo peor del ser humano.
No estuvieron solos. Como lo muestra el documental “Hitler: el círculo íntimo” los rodearon colaboradores que se dedicaron a adular y a alentar sus proyectos más extravagantes con el fin de ganar espacios internos de poder.
El libro “El manual del dictador” de Bruce Bueno de Mezquita y Alastair Smith, sobre el cual se basó el documental de la tiranía, las tácticas fueron comunes e incluyen manipular la verdad, generar miedo extremo y desconfianza, adoctrinar las masas, crear continuamente enemigos internos o externos para combatirlos y alentar el mesianismo del líder.
En varios casos, las dictaduras surgieron en medio de crisis severas que alentaron sentimientos ultranacionalistas y fueron propicias para quienes prometieron soluciones fáciles que nunca llegaron.
Un problema creciente es que estas dictaduras ahora consiguen el poder usando la democracia; es decir, en elecciones.
Varios de ellos comenzaron como populismos, no importa si fueron de derecha o izquierda. Cabe notar que el populismo actual es distinto al de décadas pasadas, donde los populistas creaban un auge económico artificial que luego desencadenaba una crisis que los forzaba salir del poder, como lo describían Sebastián Edwards y Rudiger Dornbusch en los noventa. El mejor contraejemplo es Venezuela, un país en implosión, e incluso Argentina.
Como lo discutieron hace una semana Andrés Velasco (decano de política pública de la Escuela de Economía de Londres) y Sergei Guriev (autor de “Los nuevos dictadores”), el populismo actual es duradero y además confrontacional, porque crea dos grupos: el pueblo y la élite corrupta.
Guriev mostró que actualmente 25% de los gobernantes en el mundo pueden ser caracterizados como populistas, un porcentaje en ascenso y esparcido en el mundo. Y no es ajeno a la región pues, como dijo Velasco, es un producto latinoamericano de exportación.
Populismo y dictadura casi van de la mano. Uno de los documentales finaliza diciendo: “¿Quién puede convertirse en un tirano en una sociedad?”: Cualquiera puede hacerlo”.
¿Quién o quiénes serán los siguientes?
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo