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Cosas del pacto o guerra (primera parte), por Manuel Suarez

Manuel Suarez

Doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid

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Toda Relación Social consiste en un conflicto. Toda: desde la relación madre/hijo, hasta la relaciones entre imperios. 

Ese conflicto se estabiliza –se “soluciona”– cuando se convierte en Orden Social. 

O sea: cuando se convierte en un sistema de reglas que ordena la convivencia de los que andaban en trifulca. 

Esto significa que, cada que dos –o más sujetos– se relacionan, hay lío. 

Pero también significa que, ese lío, se hace vivible en cuanto queda claro quién manda y cómo manda. 

Vaya. Hay sociedad porque hay dos cosas: conflicto “inicial” y dominación “posterior” para  domesticar el conflicto inicial. 

La vieja pregunta filosófica sobre si el ser humano es bueno o es malo, quizá podría resolverse con esta frase de tono coloquial: ni bueno, ni malo, el ser humano es esencialmente lioso. Y a continuación podría decirse: pero –ojo– también es esencialmente obediente y por eso es posible la sociedad.

Entonces se comprende que la política, como el comercio, tiene un sentido: resolver los líos de modo pacífico, buscando que los que participan, ganen algo.

Frente a la política y sus cosas está la guerra y las suyas. La guerra es un modo muy distinto a la política para resolver líos.

La guerra es la estrategia de quien no quiere saber del otro. El Orden Social que crea la guerra es la paz del victorioso: la del más fuerte. El guerrero, a diferencia del político, agarra y dice: nada de hacer las cosas de modo pacífico y nada de buscar que todos ganen; aquí lo que corresponde es la aniquilación del otro y que gane el más fuerte.

Son dos caminos claros y distintos: el de la política que arregla el despelote dialogando y pactando la ganancia entre todos, y el de la guerra que arregla las cosas dando muerte al vecino y llevándose la ganancia entera.

Ahora bien. Tanto la política como la guerra, implican una correlación de fuerzas. Son relaciones frías de poder.

Por un lado, el camino de la política implica que los que están en conflicto tienen una correlación de fuerzas más o menos equilibrada. Si vas a dialogar y pactar con alguien, es casi una necesidad que haya una igualdad mínima con tu interlocutor.

Y por otro lado, el camino de la guerra –también— implica una correlación de fuerzas: quien busca la guerra, siente y calcula que tiene suficiente fuerza para el encontronazo.   

Así, el mecanismo normal de la política es el diálogo y el pacto entre similares. Mientras que   el mecanismo normal de la guerra es la aniquilación. Por eso, la lógica del pacto concibe al otro como el rival y la de la guerra, como el enemigo.

Con el comercio ocurre otro tanto. La lógica es el intercambio para que todos los participantes ganen. El comercio –en mucho– se parece a la política. Y lo opuesto al comercio es el robo. La guerra –también en mucho– se parece al robo.

Aquí lo dejamos. En el próximo número seguimos con las cosas sobre el pacto o la guerra. 

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo

 


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Manuel Suarez

Doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid

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