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A solo una semana de la fecha en la que recordaremos el 39 aniversario de recuperación de la democracia en Bolivia, nada nos lleva a creer que lo haremos en paz y armonía. Por el contrario, todo lo visto en las últimas semanas, por no decir meses, hace prever que la celebración de la fecha estará empañada por una polarización que ha dejado de ser solo política, para transformarse peligrosamente en polarización social, como resultado de la nítida y nefasta apuesta del partido de gobierno por la confrontación y la violencia.
Una apuesta nítida sobre la que restan pocas o ninguna duda, como se puede probar con un simple repaso a los últimos conflictos que han estallado en el país, entre ellos y uno de los más grave, sin duda, el que golpea a los productores de coca de Yungas. Otros están siendo provocados, a sabiendas de los efectos que pueden generar, como el de la toma de tierras en Santa Cruz (que ya han causado no solo daños medioambientales, también personales con agresiones físicas e incluso con armas de fuego) y el absurdo incidente en los actos cívicos en la capital cruceña que ha derivado en una no menos absurda disputa de y entre banderas. Absurda y peligrosa, hay que remarcar.
Una apuesta que parece estar dándole resultado al partido de gobierno, no únicamente por mérito propio. También, gracias a quienes caen redondito en la trampa del MAS. Hay quienes están cayendo en esa trampa “sin querer queriendo”, habrá que decir si se toma en cuenta que la mayoría de los entrampados conoce muy bien a quien tiene al frente, cómo actúa y qué busca. En el caso del incidente en el acto cívico cruceño, hubo una serie de antecedentes que hace dudar sobre las razones que empujan a muchos a reincidir en el error de llegar a acuerdos con el MAS, así sea en cosas aparentemente simples como la de cumplir un protocolo: ¿ingenuidad?, ¿memoria corta?, ¿mal cálculo?
Una ingenuidad, memoria corta o mal cálculo también percibidos entre quienes todavía creen que pueden lograr oídas en la cúpula del gobierno con un llamado al diálogo, a la concertación, a la pacificación del país (otros creen que pueden hasta lograr acuerdos con miras a una reforma judicial). Señores y señoras, ¡no hay miras, ni el menor atisbo, de que eso pueda suceder! ¿Qué pruebas más necesitan para darse cuenta que esa cúpula tiene ya una ruta trazada, de la que no se desviará ni un milímetro hasta consolidar su proyecto de poder? Una oportunidad recuperada en 2020 tras casi perderlo todo en 2019, otra vez no apenas por mérito propio, sino también gracias gravísimos errores de sus opositores.
Frente a esta realidad, marcada cada vez más por una mayor vulneración de los derechos individuales y colectivos (como lo prueban los conflictos ya citados, las leyes cuestionadas y el desconocimiento a demandas legítimas como las de la reciente XI Marcha Indígena de los Pueblos Indígenas del Oriente, Chaco y Amazonia), no queda otro camino que el de la unidad o cohesión de todas las fuerzas que se reconocen como democráticas. Una unidad o cohesión solo posible si los dirigentes de las diferentes organizaciones políticas dejan de lado sus cada vez más absurdos y contraproducentes cálculos electorales, recuperan sus vínculos con la sociedad civil y anteponen a sus intereses el único que debería marcar hoy sus prioridades: la defensa de lo que aun resta de democracia en Bolivia.
El Conade está haciendo un nuevo intento con miras a esa unidad. Pese a todos los golpes que han recibido sus principales voceros -no olvidemos que uno de ellos, entre tantos, se ha visto obligado a dejar el país-, ha decidido retomar acciones en busca de “consolidar un espacio plural, democrático, abierto y permanente de unificación de las luchas del pueblo boliviano”, en el que sea posible “generar estrategias colectivas que eviten que el gobierno siga violentando la democracia y desplegando esta cacería ampliada contra la sociedad”. Como primer paso, ha convocado a un “Encuentro Nacional en Defensa de la Democracia”, mismo que se realizará mañana lunes en Santa Cruz de la Sierra.
Una convocatoria a la que deberían sumarse todas las voces y fuerzas democráticas y a la que conviene augurarle éxito, por el bien de todos. Por supuesto que no es tarea fácil en tiempos como los que corren hoy en Bolivia, pero sin duda es tarea ineludible y urgente.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo