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Hace unos días las declaraciones vertidas por la Senadora por Cochabamba de CC, Andrea Barrientos, le valieron la renuncia a la Jefatura de Bancada de la alianza de oposición con mayoría de representantes en la Asamblea Legislativa. No conozco a la Senadora y ella sabe porque dijo lo que dijo. Afinidades con el MAS y tal vez un exceso de honestidad en sus palabras le costaron caro. Más allá de los sinsabores, quiero destacar la honestidad brutal como contrapartida a la corrupción moral en la que vivimos en todas las veredas de las avenidas políticas de nuestro país.
Y es que no importa si sos de izquierda o de derecha, categorías ya inútiles en Bolivia, o si sos de CC, CREEMOS o del MAS. La corrupción en la política rebalsa, rebalsa las personalidades y las instituciones, golpea desde los mas noveles Gobernadores como a los más experimentados Presidentes. La corrupción entendida no solo como el robo al Estado, sino el abuso de poder con el propósito de ganar algún tipo de ventaja personal. La misma corrupción que acompaña a estas tierras desde tiempos de los Incas o más, probablemente sea una característica de la condición humana y su relación con la tentación, pero necesita de un caldo de cultivo.
Por que no es la izquierda la del problema, o el socialismo, porque el socialismo tiene cosas buenas, su búsqueda de la equidad entre las personas, de mejorar las condiciones de vida de los más necesitados, su énfasis en la salud y en la educación como elementos de lo público. Por que tampoco es la derecha el problema, o el capitalismo, por que también tiene cosas buenas, la búsqueda de la competencia como elemento de desarrollo y crecimiento, esa lógica de la inercia donde si hay a quien admirar todos podemos crecer hasta el infinito a través de la libertad de mercado y, sobretodo, esa lógica del mérito en los resultados. No por nada es un debate irresoluble. No por nada las sociedades mas desarrolladas han aprendido a asumir posiciones socialistas en algunos temas y capitalistas en otros, claros ejemplos dos grandes opuestos; China y Estados Unidos.
El verdadero cáncer de nuestra Bolivia y, me atrevo a decir, de nuestra América Latina se esconde tras de esa corrupción que vemos en cada persona con algún nivel de autoridad que busca favorecerse o a su entorno. Desde el hecho de asignar un cargo público a una persona sin experiencia en el área, solo por devolver algún favor, también dar funciones públicas a la militancia como premio por esfuerzo en la campaña o, peor aún, entregarlo a quien puso dinero para la campaña. Pasando luego por el uso de bienes y activos públicos, pero también de los servicios, incluidos los de publicidad en redes sociales y afiches resaltando la imagen de algún reciente salvador de la tierra de turno. Ni que se diga de las prácticas conocidas de robo a diestra y siniestra de los fondos del Estado, ampliamente conocidas en los gobiernos del MAS, pero también del pasado democrático y dictatorial. Un cáncer sin final.
Algunos me dirán que exagero, es probable, que soy un idealista, y si, prefiero serlo, pero también hay que notar que ya esta corrupción se ha vuelto moneda corriente y se puede ver en el día a día. “No te preocupes, mi primo es policía/trabaja en la Alcaldía, con el te lo arreglamos”. Con absoluta verdad y practicidad, así es, funciona incluso en la esfera privada. Es que hemos normalizado la corrupción, nos hemos corrompido hasta la moral misma.
Es un balde de agua fría, lo sé, pero es la única forma de abrir los ojos. Necesitamos que las Andreas de nuestro país demuestren su honestidad brutal, declarando sus afinidades y cercanías, pero siempre antes de pedir el voto. Pero más allá de eso, necesitamos cambiar de mentalidad, saber que en nuestro país existe un ejército profesionales éticos que podrían entrar a la política, pero no lo hacen por su corrupción hasta la médula. La única manera de lograr ese cambio es dejando de mirar al costado y el tiempo de desterrar la corrupción de todos nuestros ámbitos siempre será ayer.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo