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Eleva la voz, exhibe su arsenal de calificativos, señala con el índice y observa fijamente a quienes le escuchan para cersiorarse que le prestan atención. Está entrenado para que sus palabras calen y causen efecto. En su último ejercicio verbal tenía al frente un auditorio completamente masista, se trataba de un seminario partidario con el “caudillo mayor” en la testera, lo que le daba mayor ímpetu para arremeter contra los enemigos nacionales e internacionales del masismo.
Gente que leyó o escuchó el último discurso del exministro de la Presidencia y hombre fuerte del masismo, Juan Ramón Quintana, se acordó de aquel que pronunció en Cobija, en 2008, en tono triunfante, cuando se había decidido ejecutar una estrategia de carácter militar en contra de la denominada Media Luna y, en el caso de Pando, el objetivo era enterrar políticamente a Leopoldo Fernández con un epitafio demoledor.
“Prefecto, que en paz descanse y conviva con los gusanos”, exclamó Quintana en una concentración llena de pandinos que luego se convertirían en militantes del MAS y convivirían con las legiones del occidente que fueron llegando a ese departamento tras la derrota política de Fernández y la Media Luna. Fue un discurso de plaza triunfalista, lleno de adjetivos y amenazas, porque el poder permite esos excesos.
Fiel a su estilo, en su intervención partidaria de este lunes, cargó su metralleta verbal y disparó sin contemplaciones contra la expresidenta Jeanine Áñez a quien calificó como “dictadora” y “criminal”; contra expresidentes y líderes opositores a quienes les llamó “pillos” y miembros de una “pandilla de delincuentes”; y contra organismos internacionales como la Unión Europea y países como Estados Unidos, del cual dijo que sometió durante 20 años al pueblo afgano.
“Hoy día tienen terror, tienen miedo de que Jeanine Áñez declare que Jorge Tuto Quiroga, Luis Fernando Camacho, Samuel Doria Medina y Carlos Mesa, toda esta pandilla de delincuentes, se vieron comprometidos con el golpe de Estado. (…) Saben que cualquier rato los va a delatar a estos cuatro pillos que hicieron el golpe de Estado”, afirmó.
Sobre la Unión Europea y Estados Unidos, Quintana arremetió: “Quieren venir a darnos lecciones de democracia y justicia para decirnos lo que tenemos que hacer con esta señora criminal que hace show, que se victimiza ante los medios de comunicación y que hace poco nos decía que éramos unos bestias, unos salvajes, unos indios”.
Pero, a diferencia del discurso que literalmente enterró a Fernández y le puso un epitafio que hasta hoy sigue pesando sobre el otrora “cacique de Pando”, el pronunciado este lunes, pese a lo altisonante y amenazante, tuvo un propósito radicalmente distinto. Fue un dique para evitar fugas de compromiso y militancia porque la mentira del “golpe de Estado” hace aguas y el trato inhumano a la exmandataria Áñez puede ablandar a las bases masistas.
De la boca de Quintana emergió la notoria preocupación de que en el instrumento político pueda instalarse la duda, el desconcierto, la desconfianza. Para la élite del masismo, eso es inaceptable en términos estratégico porque sería como comenzar a aceptar que la retórica golpista es una farsa y los abusos desmedidos contra la expresidenta son en realidad un signo de debilidad política. Quintana no está dispuesto ha realizar ninguna concesión, aunque ya se abrieron resquicios que pueden vencer el dique discursivo de la radicalidad masista.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo