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El fin del sentido común

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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“No miren arriba” (Don’t Look Up) es la película del momento en streaming, interpretada por Leonardo di Caprio, Jennifer Lawrence, Arianna Grande, entre otros. No me voy a referir a la trama para no arruinarle una película entretenida, pero si aludiré a las temáticas involucradas.

Gracias al conocimiento científico tenemos un estándar de vida mejor. La ciencia, tan sencilla como el conocimiento de las cosas por sus causas, nos transformó.

Antes sobrevivíamos como humanos sin conocer las razones detrás de los diversos fenómenos. Hoy podemos desarrollar vacunas en menos de un año, tener un alto grado de conectividad multimodal globalmente y conocer los acontecimientos mientras estos suceden.

Se estima que cada año se publican en torno a dos millones de artículos científicos, luego de un proceso de “revisión por pares” para nutrirse de las críticas y sugerencias, así como para filtrar los resultados que no son científicos.

Existen descubrimientos que apuntan en diversas direcciones: unas encuentran resultados que favorecen una hipótesis, mientras que otras las descartan, y otras no son concluyentes. Es algo propio de la ciencia.

Pero también está la “mala ciencia” o aquella que utiliza los términos y técnicas científicas, que en lugar de probar hipótesis sólo apoya las que le convienen y que ignora cualquier resquicio que la contradiga. Es algo que vemos especialmente en ciencias sociales y, en menor medida, en las otras ciencias.

Por eso escuchamos en las charlas cotidianas la frase “hay una investigación que dice…” Y allí podemos completar lo que nos agrade. Por ejemplo: i) es bueno inmunizarse, ii) no es bueno vacunarse, iii) no hay suficiente evidencia, etc.

Y basados en el artículo que encontramos tomamos decisiones supuestamente fundamentadas. Y lo propio lo hacen quienes toman las decisiones colectivas.

Nunca tuvimos tanta información, pero a la vez nunca hemos estado tan desinformados.

Los buenos comunicadores hacen el mejor esfuerzo de informar mostrando las diversas opiniones. Pero, al final entendemos que existe alguna verdad, pero no sabemos cuál.

Esto es más grave cuando es banalizado en los medios de comunicación. Sigo de cerca la TV chilena por los años que viví allá; y pese a que sus programas matutinos son entretenidos, las críticas a los “matinales” han sido despiadadas incluso por sus protagonistas, porque en lugar de buscar la verdad, están detrás de la primicia y de lo grotesco.

Las discusiones que se supone debían estar zanjadas por la buena ciencia y el sentido común, ahora están dominadas por el sensacionalismo y la imposibilidad de aceptar otros criterios que no sean los propios

Esto último es algo que los psicólogos llaman “sesgo de confirmación”. De hecho, en la mayor parte de las charlas, coloquios y mesas redondas, los asistentes están más interesados en oír (y varias veces decir) aquello que más les gusta y apoya sus juicios, que recibir nueva y distinta información.

De esa forma, las decisiones individuales se transforman de racionales a instintivas y lejanas al genuino bienestar propio. Mientras que las decisiones colectivas que se supone debían perseguir el bien común, pueden resultar en ataques colectivos de histeria.

Si a esto le sumamos los intereses creados, tenemos la combinación perfecta para el desastre. Las políticas públicas se transforman en meras intuiciones luego convertidas en simples caprichos.

La búsqueda del bien común queda como una buena intención. Casi todas las entidades de decisión colectiva en el planeta en sus distintos niveles y formas se transforman en entidades ajenas a sus fines y sujetas a los intereses de quienes las gobiernan. Es parte de nuestra “nueva normalidad” en las últimas décadas.

“Arreglar el sistema” implicará realinear decisiones con intereses genuinos. En lo grupal, un desafío para la democracia. En lo personal, la convicción laica por la libertad, igualdad y fraternidad y todos aquellos valores y principios que velan el bien común, a lo cual puede añadirse como opción individual “ver arriba”, al Creador, para realinear las metas a un bien mayor y eterno, algo que debe ser tomado de forma personal y sin sentido de superioridad moral.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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