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El inmenso valor civil de Marcelo Quiroga Santa Cruz

Gonzalo Rojas Ortuste

Politólogo, Profesor de postgrado.

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Recientemente, con motivo de la celebración de la victoria masista en las elecciones generales del 2020 hemos escuchado citar un fragmento de una declaración de Marcelo Quiroga Santa Cruz en el periodo de transición de las dictaduras militares hacia el gobierno civil 1978-80, cuando el diputado socialista- junto a una minúscula y combativa bancada- llevaba adelante un juicio de responsabilidades al gobierno dictatorial que encabezara el Gral. Hugo Bánzer.  Marcelo Quiroga es una figura que dignificó la política y marcó a una generación al aunar política y ética de manera ejemplar. Por eso vale la pena dedicar unas líneas a destacar ese contexto y diferenciarlo del c actual en el que vive quien lo cita, el presidente Arce Catacora.

Esta es la declaración de MQSC: “Sabemos que más pronto que tarde se cobrarán esto que estamos haciendo;  estamos dispuestos a pagar ese precio, siempre estuvimos dispuestos, jamás vamos a rehuir el peligro, porque mucho más temible que ese enemigo que está buscando la manera de anularnos, aun físicamente, es una conciencia culpable y no podríamos soportarnos a nosotros mismos, si no cumpliéramos nuestro deber”.

Cuando ello ocurrió, era “Presidente Constitucional Interino” el Dr. Walter Guevara Arce, quien fue propuesto para esa figura entonces inédita, ante el “empatanamiento” del Congreso nacional en el que no alcanzaban la mayoría suficiente ni la UDP ni el MNR-A que encabezaran los que otrora fueron principales cabezas de los gobiernos de la Revolución Nacional, don Hernán Siles Z. y don Víctor Paz E. Marcelo y otros cuatro diputados enfrentaban al resto de los representantes, incluyendo la bancada identificada entonces con Bánzer, de la recién nacida ADN. Había riesgos en todo lado, en el hemiciclo y fuera de él. Sin duda un escenario muy diferente a la mayoría que hoy arropa a Arce Catacora, ejerciendo el cargo más importante del Estado.

En 1968 Marcelo junto con el notable político cruceño, José Ortiz Mercado, intentó enjuiciar al presidente constitucional René Barrientos -figura fuerte desde 1964 cuando encabezó el golpe al reelegido Víctor Paz- , igual que en 1979 con una correlación de fuerzas absolutamente desigual en el Congreso, y fueron desaforados, detenidos y enviados a residenciamiento al Alto Madidi. Aunque era crítico de las instituciones de la democracia representativa, hacía política con esas reglas como leal adversario.

Arce Catacora ha sido ministro de economía durante el largo régimen de Morales Ayma, en el ciclo con más ingresos por la venta de nuestras materias primas, antes fue largos años funcionario de rango importante en el Banco Central de Bolivia. Es decir, en contexto boliviano, ha sido oficialista la mayor parte de su vida profesional. Cuando tuvo problemas de salud, salió a medicarse a Brasil dejando temporalmente su puesto ministerial. Y cuando tuvo razones políticas de riesgo, salió con salvoconducto otorgado por la Sra. Añez, la misma que hoy tiene apresada sin respeto a sus derechos humanos ni a su rango presidencial asumido en situación de altísima tensión social y política, como casi último eslabón en la cadena sucesoria que los defenestrados masistas se encargaron de anular para crear un vacío de poder. Por ello, sorprende en grado sumo, que use el poderoso testimonio de Quiroga Santa Cruz, él que se jugaba la vida como efectivamente ocurrió por su compromiso insobornable entre su hacer y decir. Por ello también, a último momento, se me asoma la duda de que si Arce en verdad está advirtiendo a alguien que no son sus explícitos destinatarios, sino otros. 

Marcelo ya había dado sobradas muestras de su valentía, decía al volver del exilio en enero de 1978 y afirmaba su entereza que puede servir al presidente en funciones con muy pocas modificaciones y podría ser credo ciudadano: “No he retornado para aceptar una forma de destierro en el seno de nuestra patria. Tampoco he venido a conspirar. La conspiración es el recurso de los que silencian su pensamiento y ocultan sus intenciones. Yo acabo de dar público testimonio de los dos. Seis años de medroso silencio impuesto por un régimen de fuerza que violó todos los derechos humanos fundamentales, ha descartado el uso de la verdad en el lenguaje político. Lo dicho podrá resultar insoportablemente duro, aunque nunca injurioso, a los que en nombre de la democracia suprimen todo forma de discrepancia. Pero para quienes, en cambio, debieron soportar el monólogo oficial de seis años tendrá el valor, así lo espero, de reanudar, sin temor y sin odio, la discusión de los grandes problemas nacionales.”

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Gonzalo Rojas Ortuste

Politólogo, Profesor de postgrado.

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