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El país que te golpea, quema y niega

María José Rodríguez Beller

Consultora internacional en reputación y crisis.

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Toma tu cabeza y la estrella contra el pavimento (rígido como su ideología). Jala tus cabellos para arrastrarte por los caminos del dogmatismo. Y después de vejarte y dejarte medio muerta, en una esquina, crea una historia sobre tu vil proceder, sobre cómo traicionaste todo en lo que creíste y hasta puta te volviste. Una mentira que se repetirá a diario hasta que tus propios padres y hermanos, digan que es cierta.

El país te deja sin aire con cada golpe. A unos nos duele aunque no sea nuestro cuerpo el apaleado. Un proyecto boliviano en alianza con extranjeros amantes de Bolivia, se hace cenizas, literalmente, porque en este país la violencia es parte de nuestro abecedario.

Maravilloso, y ecológico de verdad, el proyecto de domos para recibir turistas que dejarían dinero en el Salar de Uyuni, para la empresa y la comunidad, es truncado a manos del vandalismo disfrazado de derechos comunitarios.

Ese emprendimiento que daría empleo indirecto y directo a cientos de lugareños (hoy sin trabajo, anótese) y mantendría a Bolivia entre los lugares que uno debe visitar obligatoriamente si quiere sentir que ha vivido, ha sido incendiado con fuego de verdad y no de palabrería. Y de seguro no recibirá justicia. Lo más probable es que pase a la historia como la empresa extranjera, de algún imperio malvado, que recibió su merecido porque pretendía colonizar nuestro mar de sal para llevárselo de a poquito. Y la historia terminará relatando que su quema fue una acción de reivindicación cultural o algo parecido. Nada más recordemos el caso de los PumaKataris.

El país que te golpea es este, Bolivia.

No importa si has vivido de lo poco que pueda dar el arte, porque el Estado siempre ha pensado en él como su última prioridad. No importa si en las buenas y en las malas dedicaras tu vida a la docencia artística y predicaras, con ella, la diversidad. No importa si amabas a este país y lo dijeras a tu manera, en tu obra. No importa. Igual te van a negar porque osaste pintar un ratón Mickey, como lo hizo Roberto Valcárcel.

El pavimento ideológico no podrá entender si había ironía en ese lienzo. Claro está, no se nutrirá de toda tu obra, como aquellas cuando dibujabas las voces acalladas, el grito ahogado por la dictadura. No, nada de eso. ¿No pintaste la Whipala? Entonces te niego una y mil veces (por si acaso esa última frase es ironía, es una metáfora)

Y me lamento mucho no haber escrito antes sobre ese reconocimiento negado, me detuvo una mezcla de incredulidad y estupor. O quizá habrá sido el ala rota de la censura que te toca sin que te des cuenta.

Dos golpes en esta semana a la creatividad y a la diversidad. Navajazos a las visiones distintas, al pensamiento diferente y la innovación. Y es que acá, en mi país, parece que si no piensas como ese marco estrecho, cuadrado y sin matices te ordena, te queman o te niegan.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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María José Rodríguez Beller

Consultora internacional en reputación y crisis.

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