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Me llegó escrito desde Navarra un interesante artículo de la académica Carmen Beatriz Fernández: “Mujeres al borde de un ataque al poder en América Latina” (The Conversation, 27/09/2023) analizando los liderazgos políticos de mujeres en Latinoamérica y sus aprestos presidenciales: Xóchitl Gálvez Ruiz y Claudia Sheinbaum Pardo —ambas las principales candidatas a la Presidencia en México— y María Corina Machado Parisca, de lejos en Venezuela la precandidata opositora preferida en los sondeos, por lo que este año la oposición en Venezuela tendrá una candidata reconocida y líder mujer —contra la que ya el madurismo ha levantado todas sus barreras y decretado írritas inhabilitaciones— y México en 2024 tendrá una Presidente mujer.
La lectura del artículo —de cuyo mismo importante tema escribí semanas atrás— y su referencia del Índice Global de Brecha de Género 2023 (GGGI 2023, en inglés) del Foro Económico Mundial, me llevó a preguntarme cómo andábamos “por casa” en los ítems que analiza el Índice, sobre todo ahora que tan cerca estamos del Bicentenario y ya “mojados” de electoralización.
El GGGI 2023 analiza la situación de la mujer por país y Región en cuatro grandes categorías: Participación y oportunidad económica; Logro educativo; Salud y supervivencia, y Empoderamiento político, además del Ránking global. Empecemos por éste.
En 2023, el Estado Plurinacional de Bolivia —lo de “plurinacionalidad” fue una etiqueta de los asesores valencianos del MAS en la Constituyente para justificar un “borrón y cuenta nueva” desde 1532— ocupó el sitio 56 en la Brecha global de género entre los 146 países analizados (es el decimotercero de 21 países analizados en Latinoamérica), lo cual parecería a priori que “no se está mal” porque estábamos ubicados “casi” dentro del primer tercio de los analizados y mejor puntuados que Brasil, Panamá, Uruguay, El Salvador, República Dominicana, Belice, Paraguay y Guatemala (el GGGI 2023 no incluye Cuba ni Haití ni Venezuela); sin embargo, el puntaje obtenido (0,730) es menor que el de 2022 y respecto al sitio de ese año retrocedimos cinco lugares (en ese período, Brasil mejoró 37, Colombia 33, Honduras 29 y Chile 20, por mencionar los países latinoamericanos —mejor debería decir las latinoamericanas— que subieron en el ránking). En Latinoamérica los países con mejor puntaje fueron la dictadura de Nicaragua (puesto 7 —el mismo de 2022— con 0,811 puntos, aunque las “informaciones oficiales” que promueve el Manual del Socialismo 21 no tienden a ser fidedignas, como la narrativa del “golpe” en Bolivia) y Costa Rica (en el 14 —bajó dos lugares respecto de 2022— y 0,793).
Ya dentro de los Índices particulares, en Participación y oportunidad económica estamos en el puesto 90 —en el último tercio de los peores— con 0,658 puntos (las bolivianas lograron mejorar siete posiciones y 0,016 puntos desde 2022); como consuelo, estamos mejor ubicados que Colombia, Argentina, Chile, Nicaragua, El Salvador, México y Guatemala, lo cual puede dar un preocupante idea de las posibilidades laborales y de emprendimiento para las mujeres en nuestros países. Los países de la Región mejor ubicados fueron Surinam (puesto 37 con 0,740 puntos) y Uruguay (47: 0,726).
Pero peor están las bolivianas en lo que respecta a Logro educativo: en el lugar 92 (de 146) con puntaje de 0,984 (y descendieron las posibilidades respecto de 2022, bajando un puesto); siguiendo la consolación, las oportunidades educativas para las mujeres son peores en Guatemala y Perú que para nuestras compatriotas. Argentina comparte el puesto 1 (con puntaje —máximo posible— de 1,000) con Colombia, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Uruguay, lo que los convierte en seis de los 25 países rankeados con más oportunidades educativas y de ascenso académico para las niñas, adolescentes y mujeres.
Hablando de “peor”, en Salud y supervivencia las mujeres bolivianas están bordeando los últimos 20 lugares de este índice particular: Bolivia ocupa la última posición (125) en Latinoamérica con 0,962 puntos, aunque mejoró tres posiciones desde 2022 (pero con el mismo puntaje). Dentro de los 26 países con más oportunidades de salud y supervivencia de los 146 analizados están Brasil, El Salvador, Guatemala, República Dominicana y Uruguay, con el máximo puntaje 0,980 —de 1,000 como máximo posible.
Por último, el indicador de Empoderamiento político es el que mejor ubica al país —por ende, a las bolivianas— de los cuatro Índices específicos: las bolivianas ocupan el lugar 42 con 0,317 puntos (aunque respecto de 2022 la participación política de las mujeres en Bolivia retrocedió seis lugares y 0,035 puntos). En este Índice, Bolivia está por detrás de Nicaragua (posición 6 con 0,626 puntos—posiblemente el que la vicepresidencia la ejerza una mujer le valió con abstracción de que es “una dictadura matrimonial”), Costa Rica (10 con 0,524) —ambos los mejor ubicados de la Región—, Chile, México, Perú, Argentina y Colombia. Uno de los datos positivos en este campo es que mujeres bolivianas están representadas en el 50,4% de los gobiernos locales.
Sobre este tema de la participación política, hay un muy interesante ensayo de la cientista política y exdiputada nacional Shirley Franco Rodríguez publicado en 2021: “El impacto de la paridad en la agenda de género en Bolivia” (IDEAS&Debate N° 10, pp.99-132) que destacó las luchas femeninas nacionales desde los años de 1920 en «la perspectiva [de] reconocer el aporte de la mujer a la democracia en sí misma, porque no existe democracia sin mujeres». Entre otros aspectos, Franco destacó la importancia positiva —aunque relativa aún, como señaló— de la Paridad de Género en la Ley 1779/1997 para abrir el sistema político para la presencia de la mujer boliviana; pero no fue hasta la Convocatoria a la Asamblea Constituyente en 2006 que se incorporó el principio de alternancia que permitió el 34% de mujeres constituyentes y que, medidas subsiguientes, llevaron a que en 2014 la ALP estuviera compuesta en Diputados por el 49% de diputadas uninominales, el 52% de plurinominales y el 43% de las circunscripciones especiales indígenas, mientras las senadoras eran el 44% (en 2020 subió al 56%).
¿Tienen las bolivianas igualdad (paridad, representatividad) plena —al menos en participación política— con sus pares hombres? La respuesta es obvia y latente el peligro de “poseer espacios” sin ejercer un verdadero impacto e incidencia: ¿cuál boliviana lidera una organización política, que no sean las Bartolinas, únicamente conformada por mujeres? ¿Cuántas senadores o diputadas han presidido sus Cámaras (exceptuando Salvatierra y Añez —en el proceso de transición— en 2019 y Copa entre 2019-2020) y cuántas sus principales Comisiones…? ¿Cuántas candidatas a la Presidencia tendremos en 2025?
Falta empoderamiento empresarial, académico, social, político y sobran barreras. Porque ellas lo pueden.