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Hay que distinguir entre liberalismo y libertad. Es sencillo. Lo primero es la ideología sobre lo segundo. Es decir, el liberalismo es la visión cargada de valores en torno a esa cosa llamada la libertad.
Ah ¿Y qué es esa cosa llamada libertad? He allí la cuestión.
¿Hay una libertad objetiva? Para no entrar en una discusión sin salida entre la visión del relativismo posmoderno y la contundencia del pensamiento moderno, pongámonos de acuerdo en algo: hay una libertad posible. Es decir, una libertad histórica. Y frente a ella, hay una libertad imaginada. O sea, una libertad deseada: metafísica, teológica, filosófica, ideal o idealizada.
En este texto hablaré de la libertad histórica.
La libertad histórica consiste simplemente en Poder. Es una relación social e histórica –una relación material y realista– de poder. No es otra cosa. Tienes libertad solo en la medida en que ganas la batalla por el monopolio del poder en un ámbito. Si se trata de un ámbito político, tienes libertad en la medida en que ganas la batalla por la dominación. Y por eso la libertad va y viene, según cómo te vaya en la lucha por el poder.
Una perspectiva metodológica que permite abordar este tipo de libertad –la libertad posible– es la del realismo político. Es una perspectiva que te dirá simplemente quién manda. O sea, quién va ganando la batalla por el mando o la dominación.
Y si aplicas la tal perspectiva al campo histórico, esa visión te mostrará quién ha venido mandando y quién ha venido obedeciendo. Y, en función a las victorias y las derrotas, te dirá qué tipo de sociedad –vía pacto o vía imposición— se va desarrollando.
En suma. Lo del realismo te dirá QUIÉN manda (uno, pocos o muchos). Cosa que ocupaba a Aristóteles. Te dirá HASTA DÓNDE mandan los que mandan (el límite al poder). Cosa que ocupa a los liberales. Y te dirá EN NOMBRE DE QUIEN se manda. Cosa que ocupa a las visiones religiosas y a las visiones ideológicas del poder. Por ejemplo, lo que ocupa a la teocracia donde se manda “en nombre de dios”. O lo que ocupa a la Revolución Francesa donde se manda “en nombre del pueblo”. O lo que ocupa al marxismo y anexos donde se manda “en nombre de los obreros”. O lo que ocupa a los nacionalistas y similares donde se manda “en nombre de la nación”. En fin.
Y al decirte quién manda –obvio– la perspectiva del realismo te dirá quién obedece. Y por ese camino, el de definir la relación mando/obediencia, te dirá qué tipo de libertad te toca en una sociedad.
En una tiranía hay mucha –muchísima– libertad. Quizá es el régimen donde más libertad hay. Pero es una libertad que le pertenece en exclusiva (o en monopolio) al tirano. La libertad de uno solo: la de él. La idea es esta: donde hay poder hay libertad. La cuestión es a quién le pertenece.
Pues bien. La noticia es que no se conoce una sociedad donde no haya poder. Porque el poder es lo constitutivo de lo social. La relación vecino/vecino, la de maestro/alumno, la de madre/hijo, la de cura/feligrés y cualquier otra, es siempre una relación de poder. Es decir, una relación donde los que participan obedecen: obedecen a unas normas (o a una voz de mando, o a un hábito). Y por tanto, es una relación donde unos ceden libertad y otros ganan poder.
En suma: para el realismo, entender la libertad implica entender el poder y su lógica. Esta es una visión de la libertad donde queda poco espacio para la poesía y mucho para la realidad.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo