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Todo, absolutamente todo en la vida, es un proceso de crecimiento. Un proceso que además no es una línea recta, sino que normalmente es una espiral de subidas y bajadas. En cualquier proceso, vas a aprender mucho mas de los errores que de los aciertos y comprender esto es la principal señal de madurez que puede tener una persona o un líder.
Y las críticas, aquellas bien fundamentadas, son la mejor señal de esperanza y expectativa sobre un proceso que puede no estar en su principal momento de subida, sino mas bien, en su momento de crisis que lo llevará al siguiente estadio de desarrollo. Aprender a recibir las críticas y construir sobre ellas es la principal característica de un proceso y proyecto con futuro de éxito. La negación de la crítica y transformar la misma en un ataque personal es el cáncer que destruye los proyectos, porque comienza a apoyarse solamente en los liderazgos, solamente en afectos o cercanías que son profundamente viscerales. Con esto no quiero decir que las críticas siempre son correctas, pero si que siempre deben ser escuchadas y no simplemente valoradas por su repetición, sino también por la solidez de su lógica argumentativa.
El liderazgo cruceño ha tenido contados especímenes capaces de procesar las críticas y reconducir su accionar en base a las mismas, sin embargo, la institucionalidad cruceña aun no alcanza la madurez precisa para poder recibir críticas, porque es muy diferente que una persona entienda una crítica a que lo hagan de la misma manera un conjunto de personas reunidas dentro de una institución. El primer mecanismo de defensa del ser humano, potenciado cuando esta en grupos, es la negación. Por este motivo, el liderazgo cruceño, hoy por hoy, se niega a escuchar las críticas que se le plantean, porque cree tener la mas pura y absoluta verdad de la realidad de las cosas. Quien ose pensar diferente es un hereje, traidor, hijo de tal o cual, vendido, falto de principios y un sinfín de otros adjetivos de negación de la crítica que desnudan su inmadurez.
Pero, ¿cómo hacemos para desarrollar la madurez? Y la respuesta la encontraremos en la actitud que asumen los liderazgos, porque finalmente los grupos humanos responden en gran medida a las consignas que plantean sus líderes, sean estos líderes porque están a la cabeza de una institución importante o porque su carisma, su inteligencia, su poder de oratoria y/o su billetera (normalmente una mezcla de todo esto) los ha puesto en una posición de decisión. Mientras estos liderazgos no promocionen la crítica, la acepten y la transformen positivamente se acrecentan los riesgos de una perdida de legitimidad institucional y personal que será caldo de cultivo para los daños que quiera realizar el adversario político.
Claramente, el liderazgo cruceño no ha encontrado aún la madurez que requiere para procesar las críticas que recibe de sus propios seguidores, aun menos sus líderes coyunturales. Entonces, nos enfrentamos a una posible debacle muy peligrosa para las aspiraciones de la visión cruceña, bajo el riesgo de quedar aislada y moribunda.
¿Qué hacemos? Existen dos estrategias claras, cuando se está subiendo se debe buscar consolidar las visiones, los proyectos y las expectativas de nuestro, acumular capital político en la súbida, mientras que cuando estamos en bajadas, cometiendo errores, es necesario corregir escuchando las críticas y, quizás mas importante aun, buscar reducir los daños que la bajada está produciendo. Es una estrategia de defensa donde además comprendemos adecuadamente que los problemas que tenemos hoy no los podemos resolver, nos rebalsan, y que debemos enfocar nuestros esfuerzos en que los mismos nos hagan el menor daño posible. Esta estrategia es muy común en otras esferas que hoy son claro reflejo del liderazgo cruceño. Es la que enfrentan los drogadictos antes de ingresar a fase de recuperación.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo