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¡Mentir, mentir, para cambiar la realidad!

Hugo Carvajal Donoso

Sociólogo. Vicepresidente de ACADEMIA

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El distorsionar los hechos, establecer un  relato diferente a lo acontecido, recurrir mañosamente al pasado y cambiar la historia, han sido constantemente herramientas de los populismos y regímenes autoritarios con la intención de eternizarse en el poder.  Hoy el MAS usa y abusa de este recurso, sin el menor escrúpulo cambia el suceso del “fraude electoral” de 2019, para proyectar la versión del “golpe de Estado”. El masismo lo que pretende es actuar con el mismo criterio que actuó el estalinismo soviético: “abolir la realidad”; para que nadie —individuo o institución— tenga una mínima referencia. Cuando los fieles esbirros de este mecanismo adviertan que fueron utilizados, ya es tarde. Se percatarán que fueron temporales  y prescindibles, cuando sean desechados.

    Para lograr este objetivo se recurre a la proliferación de: información distorsionada, falsas noticias, amañadas  versiones de un suceso; todo con la intención de atosigar a la ciudadanía, aburrirla y confundirla, para que pierda la noción de realidad. Lo que  persigue es posicionar su versión de los acontecimientos en los electores leales. Buscan incrustar su verdad y denunciar a los otros como el “cartel de la mentira”. Instruyen a todas las autoridades del Estado; así irrumpe el Presidente de Diputados anunciando que socializaran las leyes para evitar que los golpistas  “recurran a la mentira”. La instrucción es terminante, todos deben actuar con el mismo libreto para denostar al adversario, sin importar que luego tengan que desdecirse o dar marcha atrás.

    Para consolidar este esquema, se construye un fuerte aparato de divulgación. Los guerreros digitales —pagados con recursos estatales— no son suficientes. Contratan a asesores externos para diseñar estrategias de comunicación, crean una red de medios y periodistas nacionales que difundan incondicionalmente la línea —verdad— informativa gubernamental. No se da tregua a la ciudadanía, en cuanto transcurre un suceso, inmediatamente se divulga por todos los canales posibles: la versión oficial de los hechos. Se busca construir una opinión antes que la población edifique la suya.

    Pero no es suficiente faltar a la verdad. Hay que persistir, insistir en el relato del país de las maravillas. Para ello denigran al gobierno anterior,   mencionan sin rubor alguno que se heredó un desastre económico. Se manipulan cifras, medias verdades.  Informan que la economía creció el 9,36% el primer semestre de este año y que la caída de 2020 fue del 8,8%. No se menciona que hubo un año de pandemia y el consecuente costo social y económico en el país.

    Para reforzar la mentira, están lobbies “progresistas” internacionales, bien remunerados por supuesto. Uno de ellos es el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), cuyo director español escribió la apología “Evo: operación rescate”. En esta versión acomodada de los hechos: resulta que Evo no huyó, tuvo que “salir, para salvar su vida”. Es difícil  considerar objetivo y creíble a un centro que tiene como subdirectora a Gabriela Montaño, ex ministra de salud del biografiado. 

    La población boliviana vive y sufre las constantes amenazas del último Inca, la machacona falsedad de la prensa oficialista o de la solventada por el autoritarismo. La ciudadanía saturada por tantas distorsiones de la realidad, observa atónita como persiguen que dude de lo acaecido. Nunca antes presenció tanto cinismo organizado, ni tanto despilfarro de dinero público. La propaganda puede confundir temporalmente, pero la realidad es terca y finalmente emerge.

    Una vez más la sociedad boliviana dio un gran ejemplo de civismo y de resistencia pacífica. Venció el cerco de la mentira, la intimidación, la provocación, y la indigna manipulación de las instituciones encargadas de la seguridad pública. Con la intuición y espontaneidad que siempre asombra, descolocó al poder encerrado en la soberbia. Se movilizaron todos los actores sociales, cívicos, políticos e institucionales no oficialistas, para rechazar la legalización de la mentira.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Hugo Carvajal Donoso

Sociólogo. Vicepresidente de ACADEMIA

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