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La fragmentación en el Movimiento al Socialismo (MAS) es evidente. La élite gobernante debe someterse a una diferente élite dirigencial. Los “traidores” identificados en las instituciones del Estado, como ser la Policía o las Fuerzas Armadas, están siendo purgados, institucionalizándose esta purga en el nuevo estatuto del MAS, cuyo carácter completamente clientelista y anticonstitucional ha sido avalado paradójicamente por el mismísimo Tribunal Constitucional Plurinacional. Además, se observan fisuras en su relación con el “pueblo”, su mayor fuente de legitimación, que se empeñan en recordar como si la democracia fuera la imposición de las mayorías. Esta actitud conlleva a que sectores afines al MAS le den la espalda cuando busca aprobar leyes sin consensos (p. ej. Ley de legitimación de ganancias ilícitas) y se armen batallas campales en sus cumbres departamentales (p. ej. Tarija). Por su parte, la oposición viene cosechando victorias frente a las imposiciones del MAS, apelando a la opinión pública y sociedad civil; sin embargo, este mecanismo democrático de contrapesos no es el único que puede emplearse y tampoco necesariamente el más efectivo en todos los casos. En vista del momento caótico que vive el partido oficialista, ¿cómo puede la oposición boliviana defenderse efectivamente del rodillo parlamentario masista y profundizar las fisuras en el MAS?
Paso número 1: Evitar la polarización. Si hay algo que el MAS pretende con todos los dramas generados en torno a cuestiones identitarias (p. ej. El tema de la Wiphala), es entrar en el juego de la confrontación y polarización. El concepto de „nosotros“ y los „otros“ es un instrumento táctico en política, que ha sido empleado a lo largo de la historia principalmente por movimientos populistas (en democracia) y por regímenes dictatoriales. Andrés Gómez Vela interpreta, de forma brillante, que la intención del MAS, al elevar las tensiones culturales, no es otra que devolverle cohesión al partido frente al enemigo común. Cuando ese enemigo común se disipa, se pierde poder estructural, lo que está ocurriendo en este preciso instante en las filas del MAS. Si bien la apelación a la opinión pública y sociedad civil frente a la Ley de legitimación de ganancias ilícitas ha traído resultados relativamente efectivos, con el resto de normas y futuras leyes peligrosas para el Estado de derecho no necesariamente será el caso. El MAS continuará intentando movilizar a su gente y buscará conflictos y polarización de diversa índole, y puede que sus grupos afines sí lo respalden en otros asuntos.
Paso número 2: Fragmentar internamente recurriendo al miedo. Como hemos visto, no caer en el juego polarizador del MAS es una premisa indispensable; sin embargo, el partido oficialista lo va a intentar una y otra vez, pues hace parte de la identidad de su institución. En ese sentido, se necesitan otros mecanismos eficientes para exacerbar las fisuras internas del MAS. Evidentemente, mientras el MAS sea el partido de gobierno, está demostrado que las leyes no aplican a todos por igual y principalmente la oposición sufre bajo sus mecanismos represivos. Sin embargo, al ver la manera enque el MAS actúa con sus disidentes o con quien simplemente no sigue las órdenes de las élites, los mismos parlamentarios/as, funcionarios/as públicos y todos los masistas en general, que alguna vez no estén de acuerdo con una decisión, corren el riesgo de ser perseguidos y castigados de la misma manera. Dada las fisuras internas, se puede asumir que existen desacuerdos y probablemente exista zozobra en los mismos masistas —en vista del nuevo estatuto del MAS— de ser purgados si no aprueban a ciegas lo que se ordena desde arriba. Maquiavelo reconocería ya en el siglo XVI, que uno de los factores más decisivos en la pugna política es el miedo. Éste ha sido ampliamente utilizado para subir y mantenerse en el poder por distintos movimientos políticos, de izquierda o de derecha, y por dictadores alrededor del mundo, además de ser un arma recurrente del mismo MAS. ¿Por qué entonces no se puede utilizar el miedo como contrapeso político y parlamentario? Además de apelar a la opinión pública y sociedad civil organizada, la oposición tiene la oportunidad de darle al MAS un poco de su propia medicina, de exacerbar su fragmentación interna a través del miedo. La oposición debe encargarse de explicarle tanto al ciudadano/a afín al MAS, como al funcionario/a público y al parlamentario/a masistas, que las leyes que se están aprobando en un determinado momento pueden ser utilizadas también en su contra; que no van a poder estar nunca más en desacuerdo con nada que dicten las élites del partido; que el día en que dejen de ser útiles, a él o ella también lo/a van a reprimir y perseguir.
Paso número 3: Combinar mecanismos en el parlamento y la sociedad civil. La oposición debe continuar haciendo uso de su capacidad comunicativa y movilizadora en lo que respecta a la sociedad civil. En política, sin embargo, es la combinación de elementos estratégicos la que asegura la supervivencia y vislumbra el éxito desde la posición en que cualquier político/a se encuentre. Y, como la política es de naturaleza emocional, es apelando a emociones como el miedo y la angustia —de que tus propios medios de represión sean usados en tu contra— que se puede exacerbar la fragmentación del MAS tanto en la calle como en las instituciones.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo