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La imagen del gobierno se ha hecho muy difícil de visualizar porque en realidad todos percibimos que no es Arce Catacora quien gobierna, y que Evo Morales ha encontrado en él un cheque en blanco al que la historia juzgará encubriendo sus actos.
De alguna manera, Arce hace el trabajo sucio que en una situación “normal” minaría la imagen de cualquier gobernante; preparar el terreno para una dictadura implacable. La estrategia consolida una imagen falsa. El ciudadano termina pensando que el accionar del gobierno va de tumbo en tumbo, cuando en realidad esas acciones estaban diseñadas para brindar esa engañosa imagen.
De hecho, bajo el avance de la dictadura ha resultado sistemático a pesar de la protesta y de las tres derrotas que sufrió el régimen en algo más de un mes (Adepcoca, Ley 208 y Ley 1368). Está claro que el MAS se sujeta a un principio de cálculo político muy utilizado en todos los regímenes autoritarios modernos, avanza de a poco y cometiendo aparentes errores que, al final, terminan aventajándolo, en la medida en que debilitan la resistencia ciudadana y desarticulan una eventual respuesta de la oposición orgánica centrada en los actuales partidos de oposición, a lo que se suma la decepción y la sensación de impotencia que invade el subconsciente colectivo de la ciudadanía democrática.
El avance dictatorial es tan consistente y tan inteligentemente planificado, que, contra todo pronóstico, no tiene ningún inconveniente en apresar a una figura emblemática de la resistencia nacional como es Pumari, el líder cívico potosino. En la lógica política tradicional difícilmente un gobierno tres veces “derrotado” en unas cuantas semanas y a través de una movilización ciudadana poderosa y contundente, se atrevería a detener de la forma más autoritaria y antidemocrática a un líder de la talla de Pumari. Alguien dijo que se trata de una venganza por el papel del líder en la sublevación ciudadana del 2019 que terminó forzando la renuncia del dictador Morales, otros creen que se trata de un ensayo político que le permitirá al MAS medir la capacidad de respuesta ciudadana, para otros es parte de un plan que terminará encarcelando a todas las dirigencias de oposición despejando así el retorno del caudillo fugado el 2019. En realidad, todas estas hipótesis son ciertas, lo que no hay que perder de vista es que todas hacen parte de un proyecto autoritario mayor cuyo objetivo final es el retorno adelantado de Evo Morales en un escenario libre de oposición orgánica y de resistencia civil.
En las piezas del rompecabezas figuran actos colaterales como la marcha organizada por Morales, las sistemáticas amenazas a la prensa libre, la incursión de paramilitares armados en la toma de tierras de propiedad privada, y una interminable secuencia de acontecimientos menores que sirven como cortinas de humo que en unos casos funcionan mejor que en otros. Entre golpes duros (como el desplazamiento paramilitar en Las Londras o el encarcelamiento de Pumari) y juegos pirotécnicos de menor alcance, el proyecto fascista avanza incuestionablemente, sin embargo. ¿llegará el momento en que todas las fuerzas de oposición y las pulsiones democráticas de la ciudadanía estarán a tal punto desgastadas que tomar el Poder por parte de Morales resulte un juego de niños?
La pulseada depende en gran medida de la capacidad de movilización ciudadana. Los partidos de oposición no han podido consolidar una capacidad de convocatoria capaz de enfrentar el Poder de la dictadura en la medida en que, el curso de la historia lo marcan ahora las organizaciones de la sociedad civil (plataformas, grupos de presión etc.) En otras palabras, todas las posibilidades de frenar el avance de la dictadura masista están cifradas en la capacidad de movilización ciudadana (enfrentada a una base social de base rural y campesina oficialista fuertemente controlada por el MAS y Evo Morales) frente a las pulsiones inherentes a la sociedad urbana de mentalidad occidental y modernista. Se trata en consecuencia de una batalla que enfrenta dos visiones de sociedad que han alcanzado, después de 15 años de régimen populista, el momento de definiciones finales. La percepción ciudadana “siente” que atravesamos una coyuntura en que hay que decidir si nos entendemos o nos destruimos, y eso, comporta un momento histórico tan definitorio como complejo.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo