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El presidente Luis Arce parece convencido que para luchar contra la corrupción se deben fortalecer valores y principios y subastar en tiempo real todas las obras y compras estatales. La corrupción parece haberse institucionalizado en los gobiernos del MAS. Y como de muestra basta un botón, existe el cobro de comisiones millonarias que hacía el exministro de Medio Ambiente y Aguas, Juan Santos Cruz, desde su despacho en la Casa Grande del Pueblo; y el caso coimas de la Administradora Boliviana de Carreteras por la construcción de la carretera Sucre-Yamparáez, y donde a pesar de las pruebas existentes, la fiscalía cerró el caso.
La Constitución de 2009 (art. 8.I) reconoce, como principios ético-morales de la sociedad, los siguientes: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y whapaj ñan (camino o vida noble). Y son auténticos mandatos jurídicos y tienen carácter normativo porque fundamentan el sistema constitucional.
En la interpretación del Tribunal Constitucional (SC 773/2005-R de 7 de julio), los principios tienen por objeto determinar los rasgos esenciales del sistema político, la titularidad del poder, la modalidad de su ejercicio, así como su finalidad. Estos principios están dirigidos al legislador ―y al órgano ejecutivo que asume su facultad reglamentaria―, para que sean tomados en cuenta en el proceso de creación de las normas, pues al ser éstos la base en la que se inspira el modelo de sociedad que la Constitución propugna, debe existir armonía entre la ley a crearse y los principios constitucionales. En segundo término, se dirigen a las autoridades judiciales o administrativas que van a aplicar las normas jurídicas, en el entendido que presiden la interpretación de todo el ordenamiento, comenzando por la Constitución.
Sin embargo, la revalorización de los principios ancestrales debe materializarse en la educación. De ahí la importancia que reviste la educación y el aprendizaje desde la infancia (incluso desde la cuna) y, por supuesto, será determinante en la conformación de los hábitos virtuosos. La educación desarrolla y fortalece la formación integral de las personas a lo largo de toda la vida y promueve la capacidad de definir su proyecto de vida, basado en los valores de libertad, honestidad, paz, solidaridad, igualdad, respeto a la diversidad, justicia, responsabilidad y bien común. La transmisión y enseñanza de este tipo de valores se ejerce en diversas instancias como la familia, la escuela, la iglesia y a través de la sociedad que sirve de ejemplo.
A propósito de la prevención de la corrupción política, el gobernante debe predicar con el ejemplo, por cuanto si quien es castigado observa que su sancionador realiza los mismos actos por los cuales se hace merecedor a la crítica, ese sentimiento de arrepentimiento, tan propio del fenómeno ético, no se producirá. Lo que está clarísimo es que la lucha contra la corrupción no puede quedar en manos de funcionarios corruptos.
En realidad, nada destruye la confianza pública como que el empeño anticorrupción esté dirigido sólo a los que están por debajo de un cierto nivel en la sociedad o, peor todavía, cuando se “politiza” y se práctica “eficientemente” sólo contra los opositores del régimen de turno. La lucha contra la corrupción y sus efectos perversos es una lucha política, donde el éxito o fracaso depende de la convicción del gobernante. Por cierto, si el gobernante es sincero, recto y honesto, entonces, en su gobierno servirán funcionarios honestos y los villanos irán a esconderse. En cambio, si el gobernante no es recto ni honesto, los corruptos harán lo que quieran y los honestos se retirarán al aislamiento.
El reconocimiento y la proclamación oficial de los principios ético-morales, constituyen las principales herramientas para una gestión pública eficiente, honesta, transparente, prevenir y combatir la corrupción. Pero la proclamación de estos principios no es suficiente, el gobernante tiene que dar el ejemplo y tener la convicción de combatir este cáncer que tiene en jaque al gobierno y la sociedad.