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¿Seré yo Lucho?

Hernan Terrazas

Periodista

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Ya es una tradición que los primeros días de enero coincidan con una diversidad de versiones sobre eventuales cambios en el gabinete.  Algunos y algunas ya enviaron sus medidas a la sastrería, por si acaso, otros renuevan los ponchos y más de uno ya comenta entre sus amigos que estará entre los elegidos.

Las especulaciones están a la orden del día y las listas de nuevos ministros circulan en la red sin otro objetivo que el de lanzar algún nombre al ruedo para medir reacciones.  

Paradójicamente, el que menos sabe de estas cosas es el propio presidente, pese a que él es o debería ser el que en última instancia defina la suerte de su equipo. 

Son seguramente días de mucha presión e incluso de juego sucio. Al Ministro de Economía, por ejemplo, todavía le deben estar ardiendo las orejas luego que se supo de supuestos coqueteos políticos del pasado con Unidad Nacional (UN). 

Y es que cuando se abre el “mercado de pases”, a ningún jugador le gusta que se menciones sus “lesiones”, entre otros antecedentes que pueden dejarlo fuera del equipo final.

No debe ser fácil para el presidente Arce, por ejemplo, que Evo Morales haga públicas sus recomendaciones de ajuste en el gabinete ministerial y que los movimientos sociales jueguen una especie de monopolio para repartirse ministerios, como si fueran propiedades.

Es el clásico “ya te tocó y ahora me toca a mí “, que prevalece por encima de cualquier consideración sobre el desempeño de una autoridad. Es un “ahora nos toca” en chiquito que periódicamente merodea la nave del Estado. 

Hace algunos días, Morales se quejó de un ministro que había dicho que era más técnico que político. “Ni técnico es” bromeó el líder masista, dejando en claro que esa autoridad debe ser removida del cargo.

En temporada de cacería los tiros vienen de diferentes partes. La COB, por ejemplo, exige que un representante de esa organización se haga cargo del Ministerio de Trabajo. Es decir que quiere que un trabajador, independientemente de su formación y conocimiento de los temas laborales, se haga cargo de un espacio tan sensible no solo para los trabajadores, sino también para quienes les dan trabajo.  

No sería raro que los buitres sobrevuelen también  el Ministerio de Salud. Todo el esfuerzo de construir la imagen de un gobierno eficiente sobre los resultados de la vacunación, ha quedado malogrado por la explosión de casos y el descontrol en la administración de uno de los momentos más críticos de la pandemia. Pero hay algo más: el MÁS está pagando la factura de haber sido uno de los promotores del no a la vacunación, al extremo que varios de sus dirigentes y asambleístas continúan aferrados a esa posición sin argumentos razonables.

Es oportuno recordar el dicho de “no escupas hacia arriba porque te puede caer encima”, a propósito de las duras críticas de Luis Arce a la gestión del COVID durante el gobierno de Jeanine Añez, especialmente ahora que los números no favorecen al equipo oficial. Ese fue el primer boomerang, pero pueden haber otros en diferentes áreas. 

Sin duda a nadie le gusta salir del gabinete y menos si no hay el premio consuelo de algún cargo diplomático. Salvo excepciones, queda el estigma de no haber hecho las cosas bien, de no contar con el aval partidario o de haber perdido puntos con el jefe. 

Los aspirantes, que son muchos en antesala, son los que con más entusiasmo difunden la posibilidad del cambio y, por si las dudas, los primeros en filtrar su nombre a manera de globo de ensayo para saber qué dicen en la interna y la externa. 

La danza de los nombres distrae de algo más importante: la marcha del gobierno.  Qué se hizo bien, en qué área hace falta un ajuste o, en definitiva, a quien hay que echar para evitar más papelones. Hasta ahora el diagnóstico más o menos consensuado es que hay nubes negras en el horizonte de la economía, señales de inestabilidad social producto de la dificultad para atender todas las demandas,  continuidad de las tensiones políticas y un peligroso encapsulamiento del país en materia internacional.

El gabinete del presidente Arce tiene pocas luces, en el sentido de que nadie se destaca mucho por encima del resto. Algunos prefieren la discreción, como la ministra de la Presidencia, Maria Nela Prada, más ocupada en ordenar la agenda del jefe que de figurar en lo público. Como se trata de un cargo de estricta confianza es muy difícil que esté en la línea de salida. 

Aunque los casos de COVID suman y las quejas van y vienen, es poco probable -no imposible- que el Ministro de Salud salga en medio de la crisis. No sería una buena señal y representaría la admisión de que las cosas se hicieron mal. 

En Educación ya hubo muchos cambios como para que se siga improvisando. La única tarea que tiene esa cartera es volver a clases presenciales lo antes posible o, por lo menos, garantizar que la enseñanza a distancia tenga buenos resultados. 

Obras Públicas depende del monto de la inversión aprobada, pero también de la capacidad de gestión de sus responsables y de la transparencia con la que manejen licitaciones y adjudicaciones millonarias. El actual ministro, Edgar Montaño, no es santo de la devoción del partido, ni tiene una cercanía notable con algún dirigente. Es un funcionario fusible, pese a que cuenta con algún respaldo en movimientos sociales de Santa Cruz. 

La gestión del ministro de Economía transcurrió sin muchos sobresaltos hasta que, posiblemente de adentro, alguien hizo circular su registro como militante de Unidad Nacional. Usualmente sereno y ocupado en asuntos técnicos, el ministro Marcelo Montenegro se vio envuelto de pronto en un breve torbellino político. En el haber de su gestión figuran algunos números positivos en materia de crecimiento del PIB e inflación, pero no ha conseguido inspirar la confianza necesaria en los agentes económicos. A diferencia de su antecesor y ahora presidente del Estado, Montenegro “no se hace notar” y tampoco parece un protagonista en la relación del gobierno con el sector privado. Es un delegado presidencial para la administración y en ese sentido su permanencia en el cargo está asegurada. 

En el campo político las presiones son intensas. Para algunos el ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, tiene las horas contadas. Otros lo ven firme en la función, sobre todo porque ha conseguido forjar la imagen del tipo rudo a fuerza de perseguir adversarios, de reprimir las protestas, pero sobre todo de poner orden, a la mala, en filas de la policía, especialmente entre la oficialidad que tuvo el atrevimiento de amotinarse en noviembre de 2019. 

Por quedar bien con Dios y con el diablo, al ministro de Justicia, Iván Lima, no le va bien con nadie. Los opositores se sienten engañados por la frustrada convocatoria a una cumbre para reformar la justicia ey en el MÁS creen que no ha hecho todo lo necesario para ajustar cuentas con ex autoridades del gobierno de Jeanine Añez. No sorprendería su salida, sobre todo si el presidente opta por un personaje prestigioso e intachable para sucederlo.

El Canciller tiene muy poco que hacer, salvo viajar de vez en cuando, organizar visitas presidenciales y hacer el seguimiento de la gestión de sus innumerables embajadores. Sin el mar como eje de la agenda diplomática, queda solo el fortalecimiento de mecanismos de integración alternativos a los tradicionales y, de vez en cuando, una que otra denuncia airada contra la OEA y el imperio. 

A diferencia de otros cuerpos diplomáticos regionales, que responden a una visión de estado y tienen las tareas muy claras, la monotemática diplomacia boliviana también naufragó en La Haya. Rogelio Mayta tiene la protección y es cuota política del vicepresidente, David Choquehuanca y esa debería ser razón suficiente para pensar que todavía le queda tiempo en el inmueble de la Plaza Murillo. 

Los ministros de Hidrocarburos y de Minería dependen más de los precios internacionales que de la estima del Presidente, aunque en el caso de energía se va a necesitar algo más que un “supervisor” para lograr la recuperación de un sector que agoniza por falta de gas y mercados futuros. 

El presidente deberá definir, además, si  abre el país a las inversiones extranjeras y maneja la minería con una visión estratégica de futuro o si mantiene ese ministerio como una cuota de movimientos sociales. Hasta ahora, las cooperativas mineras, cuyo representante es Ministro, alzan o bajan el dedo a los proyectos en función de intereses sectoriales más que nacionales.

Muy poco se puede decir o predecir sobre lo que ocurrirá con el resto de los ministerios, salvo que por su escasa influencia tal vez sean el campo de experimentación propicio para esta época en la que muchos esperan ansiosos una llamadita del jefe para poder decirle: ¿seré yo Lucho?

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Hernan Terrazas

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