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Con ese sarcasmo que nos caracteriza a l@s Chuquis, se dice por estos lares que si bien nuestro Señor Jesucristo está en todos lados, despacha desde La Paz. La broma refleja el estado del arte de la Bolivia profundamente centralista, que obliga para realizar cualquier trámite o gestión, viajar a la sede donde está instalada la mayor parte de la burrocracia; peor, tratándose de la administración pública o rubros vinculados, en los que pese aquel papo de la descentralización, hay que viajar no más a la sede, desde la CAPITAL.
Deplorablemente, a partir del paulatino reinicio de las actividades por la pandemia, el servicio aéreo entre ambas ciudades se ha convertido simple y llanamente en algo muy pero muy parecido a la tortura que las líneas aéreas disponibles nos propinan a los pasajeros, en concreto, la estatal BOA.
No existe desde hace varios meses vuelos directos, lo que obliga tener que no sólo perder varias horas entre las escalas vía Cochabamba o Santa Cruz, sino el pasaje se encarece porque al parecer se suman esos tramos. El retorno es aún peor, puesto que obliga subir al aeropuerto de El Alto a las 04 de la madrugada, para conectar con Cochabamba y luego a la CAPITAL.
Las otras líneas, no tienen servicio directo e incluso, AMASZONAS ha reducido significativamente sus frecuencias –3 veces por semana y sólo a Santa Cruz- y ECOJET sólo a Santa Cruz. ¿Por qué? Será verdad que el gobierno no les autoriza ofertar mayores frecuencias, para no hacerle competencia a su ahijada BOA? Y que no nos vengan con el cuento que no hay suficiente mercado.
Así las cosas, si se trata de reactivar la economía a través fundamentalmente del turismo dado su efecto multiplicador; se está haciendo exactamente lo contrario, puesto que además de la sistemática incomodidad que se somete a los usuarios, se nos propina una suerte de tortura al obligarle a pagar más de lo debido sumando tramos, gastar más tiempo del usual en los viajes y exponerle innecesariamente a otro tipo de riesgos, lo que acarrea un trato discriminatorio para los usuarios que van y vienen a la CAPITAL por vía aérea que de lejos, es la más segura y debiera ser, la más accesible.
Pese a que supongo, las autoridades nacionales, departamentales y locales (parlamentarios, gobernación, alcaldía, etc, incluyendo al Órgano Judicial y Ministerio Público) deben también sufrir ese deplorable trato; nada útil han hecho para cambiarlo, principalmente los primeros, quienes con nuestra plata, están ahí para representarnos y, por tanto, hacer las gestiones para superar ese trato discriminatorio con la ciudad, sus habitantes y nuestros visitantes.
De confirmarse que ese estado de cosas obedece al padrinazgo hacia la línea estatal, por lo menos esta debiera tener la decencia de brindar al usuario un trato digno, estableciendo vuelos directos y en horarios menos incómodos. Empero, lo mejor que podría ocurrir es que el usuario tenga la facultad de escoger –viva la competencia- entre por lo menos dos opciones, con lo que sin duda alguna, el beneficiario será el ciudadano obligando a los prestatarios del servicio a mejorarlo.
El ciudadano o mejor, en el caso, el usuario merece ser tratado como el ser humano que es y no como algo parecido a una carga. ¿Será que nuestros “representantes” hacen algo útil al respecto? ¿Algo hará la gobernación y la alcaldía? ¿Y los entes reguladores? ¿El Ministerio de Servicios? Ojala no prueben más allá de toda duda razonable aquella de AYALA: “La incompetencia es tanto más dañina cuanto mayor sea el poder del incompetente”.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo