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En el ISEM de la Universidad de Navarra se analizó la influencia de la moda en las campañas políticas, en este foro se contaba que en la última campaña para las elecciones presidenciales de EE.UU., el protagonismo del mundo de la moda fue indiscutible. La mítica directora de Vogue, Anna Wintour, y su jersey animando a los americanos a ir a votar, o la alianza de la campaña del entonces candidato Biden con Tory Burch, Jason Wu, o Vera Wang fueron algunos de los ejemplos.
Más allá de los anuncios, de los discursos, o incluso de las redes sociales, la moda se configuraba como un instrumento de comunicación política popular, atractivo y muy directo.
Sin embargo, la alianza moda-política no es nueva. Quizás porque en su sentido moderno ambos mundos nacen bajo las directrices de los príncipes renacentistas y adquieren todo su esplendor en la corte francesa de María Antonieta, la moda ha ayudado a configurar un sentido del poder y de las relaciones sociales. Así lo vio claro años antes también Felipe II cuando entendió que el hallazgo del color negro que se extrae del palo campeche, le ayudaría a construir la imagen de un Imperio y, también, a que todas las cortes europeas quisieran comprar la planta descubierta en el nuevo mundo.
Siguiendo a Simmel, en la moda se entremezclan la identidad personal con la social; el deseo de singularidad y la necesidad de aprobación por nuestros congéneres; la diferenciación y la imitación como proceso pedagógico y de adaptación.
El fundamento del uso de la moda por el poder es este carácter socializador, como lo es también su provecho por grupos o tribus con reivindicaciones sociales concretas. Es fácil verlo en la configuración de fenómenos como las camisas negras del fascismo en Italia, las azules falangistas en España, en el estilo de los “Descamisados” de los socialistas después del mayo del 68, en Bolivia las indumentarias del Collao o bien uno puede distinguir fácilmente si vota al MAS o a otro partido según o incluso las de estilo hawaiano en el movimiento actual proarmas de los “Bogaloo boys”.
El activismo o los movimientos sociales han sabido siempre superar la visión utilitaria y subestimada de la moda, y captar el concepto simbólico de la misma, su capacidad narrativa y su potencial identitario.
La moda genera climas dominantes donde operan el deseo de imitación y el rechazo al aislamiento social. Para pertenecer a un grupo o ser parte de una misma causa, la moda es un instrumento valioso de integración. Visto como ellos; soy uno de ellos.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo