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Saravia es Ph.D en economía. Es uno de los bolivianos destacados en el ámbito académico internacional y participa activamente en el debate público de nuestro país. Es profesor en Mercer University, donde dirige el Centro de Estudios para la Economía y la Libertad.
“La batalla por las ideas es importantísima, por un nuevo paradigma, otra forma de pensar a Bolivia. Desde el 52, si no antes, Bolivia ha vivido bajo un solo paradigma: el Estado es la punta de lanza en nuestro desarrollo, se encarga y es el que nos dice cómo nos vamos a desarrollar. No hemos tenido los resultados que esperábamos y Bolivia sigue siendo la Cenicienta de la región, seguimos siendo muy pobres. Es el momento de hacer un cambio, no sólo de gobierno, no sólo sacar al partido de la actual administración, sino que queremos cambiar el paradigma. Por eso insisto desde las columnas y las entrevistas en esa batalla de ideas, que es crucial”, subrayó.
El economista dijo que el paradigma estatista “reprime y aplasta al individuo, no le deja desarrollar su proyecto de vida. Es un Estado tan grande que el PGE se come el 80% del PIB, el 80% de todo lo que producimos en un año. Hay más de 530.000 empleados públicos, que podrían ser la cuarta ciudad en importancia del país. Qué tan grande será, que cada día el Estado se gasta 19 millones de dólares sólo en sueldos y salarios”.
“¿Por qué nos va mal cuando el Estado decide? Porque no tiene idea de qué es lo que hay que hacer. El Estado dice: tenemos unos economistas muy inteligentes o unos políticos que saben por dónde va la cosa, pero la verdad es que no tienen ni idea, porque no es la gente que está arriesgando su patrimonio y su esfuerzo, levantándose todas las mañanas y viendo por dónde van los precios, dónde se hace negocio, quién te ofrece más, qué se vende y cómo se vende. La gente de a pie, la que vive el día a día de la economía, es la única que tiene la información de qué funciona y qué no”, señaló.
Saravia dijo que “los políticos y los economistas cometen el error de pensar que lo saben todo y por eso toman malas decisiones. El Estado dice: me tienen que pagar a mí los impuestos y decido qué le pongo al litio o al gas. En el cambio de paradigma del que hablo, el Estado debería decir: no tengo idea y mi única responsabilidad va a ser generar institucionalidad, para que usted tenga seguridad jurídica. No le voy a cobrar muchos impuestos, le voy a resolver la tramitología, lo voy a dejar que haga como usted vea. Mi función va a ser impartir justicia, tener un Estado sólido y fuerte en términos de justicia, pero el desarrollo lo decide usted. Ese cambio de paradigma, de devolverle al individuo la responsabilidad de su propio desarrollo, es el que ha generado progreso en el mundo. Bolivia no lo entiende desde el 52, pero en el resto del mundo, si vemos el Índice de Libertad Económica, los países que van hacia ese paradigma han logrado mejores resultados”.
El economista cuestionó que, “a pesar que existe la evidencia empírica de que esto sí funciona, hay quienes dicen: un ratito, esto es Bolivia, aquí eso tiene un costo político. Si sales a decir que eliminemos el subsidio a los combustibles, que dejemos que los precios reflejen la realidad, dicen que eso va a tener un costo y todos los políticos se adaptan a eso, y seguimos en el mundo estatista. La misma gente que dice que el MAS nos ha puesto en situación de subdesarrollo, que es un partido corrupto y hay que sacarlo, propone: nos ponemos nosotros que no vamos a perseguir a los que piensan distinto, pero seguimos haciendo lo mismo, tenemos las empresas estratégicas que son las que venden recursos naturales y el Estado decide qué hacer con la plata. No hay un cambio de paradigma, porque ven muy difícil convencer al boliviano de que hay una nueva alternativa”.
“Pero no veo el túnel tan oscuro ni tan cerrado, hay una luz al final. Si uno sale a la calle y ve las prácticas de la gente, cómo hacen para sobrevivir el día a día, si vas a Los Pozos o a El Alto, ves que el boliviano es eminentemente liberal en su práctica cotidiana, que se levanta en la mañana y no piensa en qué le va a dar el Estado, y se busca el negocio. Los nuevos empresarios exitosos de El Alto y Cochabamba son gente que se hace a sí misma y en contra de las trabas que le pone el Estado. La luz que veo al final del túnel es que, si los políticos lograran observar esa práctica liberal de la gente y elaborar un discurso, consistente con la nueva idea de que por ahí tiene que ir la solución, podemos enamorar a la gente con lo que hacen día a día”, remarcó.
Saravia señaló que “nuestras élites políticas, los economistas y líderes de opinión, dicen que el Estado tiene que hacerse cargo de esto y lo otro. La gente los oye, le suena bien y sigue votando por ahí, pero en su práctica cotidiana es liberal, porque no espera que el Estado le provea, va en contra de la tramitología, la burocracia y las barreras que le ponen. Cuando nuestras élites empiecen a captar lo que la gente hace en el día a día y elaboren un discurso de acuerdo a eso, se va a generar un cambio cultural, de paradigma. Habrá una consistencia entre la práctica de la gente y el discurso político de élite que guía a un país. Ese es el gran desafío. Sobre todo para el 2025, con unas elecciones cruciales en las que hay que definir por dónde va a ir el país. Es el momento para que la oposición, que no quiere el proyecto estatista del MAS, tome esa práctica liberal de la gente, elabore un nuevo discurso y enamore con eso”.
“Nos hemos quedado sin dólares, tenemos 3.500 millones cuando antes teníamos 15.000 millones. Tenemos una deuda que representa el 80% del PIB, entre interna y externa. Pero lo peor de todo es que no tenemos plan B. El plan que soportaba al gobierno estatista y elefantiásico era la venta de gas, ahora ni siquiera tenemos gas. Es un momento crítico en la historia del país. Como no hemos desarrollado un plan B, se puede venir una severa crisis y es un momento de transición, de quiebre, en el que debemos reflexionar que por ahí no iba la cosa. Si traemos otro gurú iluminado que nos diga por dónde va a ir el litio, vamos a volver a caer en ese ciclo, en vez de cambiar el paradigma diciendo: ustedes decidan lo que quieren hacer, yo les garantizo seguridad jurídica, no les voy a poner trabas, no más cupos a la exportación, no más controles de precios, arancel cero, abrimos las fronteras al comercio internacional, ustedes decidan qué comprar y a quién”, enfatizó.
El economista también se refirió a los problemas financieros internacionales de las últimas semanas, remarcando que “son un ejemplo más de las distorsiones que crean los Estados. Durante la pandemia la Reserva Federal (FED), que es el banco central de Estados Unidos, imprimió moneda como loca. El incremento de la masa monetaria fue del 52% en un año, cuando esa variable crece entre 2 y 3% en años normales. Los políticos decían que la gente necesitaba plata y había que darle. La gente empezó a comprar tecnología que venía del Silicon Valley, salieron como hongos las startups que vendían estas cosas y todo iba color de rosa, porque había plata fácil que lanzaba la Reserva Federal. El Silicon Valley Bank capturó esos depósitos y empezó a invertir en el mismo sector, hasta que la FED dice: ya estamos llegando a un periodo inflacionario, tengo que frenar la cosa y subir la tasa de interés”.
“Cuando baja la marea, nos damos cuenta de quién estaba nadando desnudo. Se caen los negocios del Silicon Valley Bank, los activos que tenía, la gente entra en pánico y va a tratar de sacar su depósito, y el banco entra en quiebra. Más o menos similar es lo que pasó con los otros bancos. Cuando los Estados con sus gurús dicen qué es lo que hay que hacer, plantamos las semillas de la próxima recesión. Lo que pasa en la economía mundial también tiene su origen en malas políticas públicas”, agregó.
