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Molina estudió economía y literatura italiana en el Smith College de Massachusetts, Estados Unidos. Tiene una maestría en gestión de recursos humanos por la EAE Business School de Barcelona y un master trainer en programación neurolingüística de la Universidad de Santa Cruz, California. Es docente universitaria y emprendedora.
“En el 2016, cuando organizaba una TEDx en la Plazuela Callejas, un orador me trajo un libro del BID sobre la economía naranja. Uno de los autores era Iván Duque, después presidente de Colombia. Ahí se hablaba de este modelo de desarrollo, donde los pilares son la parte creativa y cultural”, recordó.
Molina acotó que en el 2009 la UNESCO elaboró un manual para la industria cultural, al que después se le añadieron varios sectores. Señaló que dentro de la economía naranja se consideran desde “las artes visuales y plásticas, el teatro, el cine que es una cadena productiva muy larga, hasta el diseño de modas, el desarrollo de apps y los videojuegos. Son productos y se debe cobrar por la cultura”.
“El desafío es que no se mide, no hay datos. Las personas que están involucradas tienen que relevar su data. Duque y su coautor hablan del carnaval de Rio como ejemplo de economía naranja. El carnaval de Oruro y el cruceño tienen los mismos componentes. Estos autores usan mucho el ejemplo del Circo del Sol, que entre artistas y gente en producción mueve a más de 700 personas”, comentó.
La economista destacó la importancia de la gastronomía, “una cadena muy amplia y colaborativa, algo que es muy importante en la economía creativa. En el Bolivia Moda también entran muchos componentes que trabajan colaborativamente. El turismo es algo integral. Junto a Marca Santa Cruz, las bodegas y los cafetales en Samaipata trabajamos hace años unas rutas que ahora ya existen y las venden los operadores de turismo. Esta ruta de vino y café impacta sobre Cuevas, Samaipata y los alrededores. Otro caso importante es el Festival de la Orquídea en Concepción”.
“Hay una deuda pendiente, que es la Ley de cultura y arte. Hay que formalizar un marco legal, porque sin eso no se puede invertir. En Perú han creado una marca país en torno a su comida. En Santa Cruz está el proyecto Cheruje, que se hace una o dos veces al año en parques públicos. Es una propuesta gastronómica donde cocineros que tienen restaurantes de adquisición media-alta hacen un plato más sencillo y la gente tiene acceso. Hay arte, cultura, música y cervezas artesanales. Todo producido localmente. Hace falta la parte de la demanda. Un nuevo estudio del Centro Cultural Plurinacional, acerca del impacto del Covid sobre la cultura, muestra que ha sido muy golpeada”, detalló.
Molina subrayó el impacto de lo tecnológico, con “el desarrollo de aplicaciones y la hackaton en Santa Cruz basada en gamers. La inversión puede ser baja y la oportunidad es inmensa. Lo digital nos permite equivocarnos de manera más barata, pero si pega es un golazo”.
“Hay que alentar mucho a los jóvenes. Hay muchas cosas desafiantes pero el cielo es el límite con la economía creativa. Iván Duque desde el gobierno implementó la Ley Naranja, donde incentivaba todo esto. En Colombia incluso hay municipios que tienen un alcalde de día y otro de noche, como Bogotá. El alcalde de noche gestiona la movida cultural. Detrás de un evento hay gente trabajando. Pasa con Daddy Yankee, la Sinfónica, el Festival de Teatro o el Festijazz. Santa Cruz ya es protagonista a nivel nacional de la movida cultural”, remarcó.
La experta dijo que “hay que animarse a crear y a participar apoyando, porque la demanda importa. También es fundamental proteger su propiedad intelectual. Hay que registrar todo en el Senapi, es bastante sencillo y se puede hacer on line”.