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En un artículo anterior, presenté la teoría evolutiva del dinero de Carl Menger. Menger creía que la mercancía (aquel bien que deriva valor del intercambio) más líquida devendría dinero, en otras palabras, medio de cambio generalmente aceptado. Para más detalle recomiendo al lector las siguientes obras: Principios de Economía y El Dinero. Sin embargo, hoy me propongo explicar cómo funciona el dinero en nuestras sociedades centrándome en los siguientes agentes: el banco central, el Estado y la banca comercial.
Como explican los profesores George Selgin y Lawrence White, han existido periodos a lo largo de la historia que funcionaron con un sistema de patrón oro sin banca central. Algunos ejemplos son los episodios de banca libre en Escocia (1716-1845) y Canadá (1870-1935), etapas de notable estabilidad financiera. El mecanismo era el siguiente: el oro funcionaba como método último de cancelación de deudas y los bancos emitían pasivos denominados en oro con total libertad para satisfacer la demanda de depósitos de sus clientes. Los bancos se mantenían a raya unos a otros mediante cámaras de compensación lo cual imponía disciplina sobre aquellos bancos que deterioraron excesivamente su liquidez, exigiendo el cobro en oro cuando los pasivos circulaban entre bancos. En cualquier caso, el oro servía como ancla del sistema y los sustitutos monetarios (pasivos bancarios) permitían la estabilización del oro en el corto plazo ante cambios en la demanda de dinero. Por matizar, el Estado y el banco central, que efectivamente no existía, no jugaban ningún papel en los sistemas monetarios descritos.
Hoy en día, el esquema monetario es bastante distinto. La ventana de convertibilidad al oro se fue reduciendo hasta ser cerrada definitivamente en agosto de 1971. Los Estados han creado instituciones llamadas bancos centrales cuyo mandato principal es preservar el poder adquisitivo de sus respectivas monedas, la cual pueden emitir libremente. El banco central emite pasivos, el famoso dinero base M0, que toma la forma de billetes en efectivo o reservas bancarias (utilizadas a nivel mayorista entre los bancos) y que, actualmente, funcionan como ancla del sistema o sistema de compensación última. Para preservar el poder adquisitivo de dichos pasivos en el mercado, es esencial que se emitan contra activos de buena calidad, que respalden el poder adquisitivo de la moneda en caso de sufrir devaluaciones, normalmente y mayoritariamente, deuda pública de bajo riesgo. Además, es imprescindible que el mercado se crea el compromiso adquirido con los tenedores de moneda de preservar su poder adquisitivo, lo cual implica garantizar la independencia del banco central y el tesoro. Si la moneda fiat se emplea para monetizar déficit público, la demanda de moneda fiat se podría desplomar provocando un repudio de la moneda o hiperinflación.
¿Dónde queda el Estado en este esquema? Las monedas fiat tienen un mecanismo que permite la estabilización de su demanda: el cobro de impuestos. El Estado, como monopolista de la violencia en un territorio, se arroga de forma unilateral un derecho de cobro sobre sus ciudadanos. Además, el Estado decreta que la deuda (los impuestos) sólo puede ser saldada con la moneda de curso legal, el pasivo del banco central. Por lo tanto, el Estado asume la obligación de aceptarla. Es decir, podemos afirmar que la moneda fiat es también el pasivo del Estado ya que el Estado se compromete a permitir saldar nuestros saldos deudores (impuestos) mediante la moneda. Para cerrar el círculo, probemos de
consolidar el balance del Estado y el del banco central. Inicialmente, el Estado tendría: activo – derecho de cobro sobre sus ciudadanos, pasivo – deuda pública. El banco central tendría: activo: deuda pública, pasivo – moneda fiat. Si procedemos a consolidar los balances, cancelaremos la deuda pública y nos quedaría: activo – derecho de cobro sobre ciudadanos, pasivo – moneda fiat. Si el razonamiento es correcto, esto nos lleva a la siguiente conclusión: el dinero fiat está respaldado por la capacidad de cobrar impuestos del Estado en un determinado territorio y la productividad de dicha economía.
Los bancos comerciales emiten sustitutos monetarios comúnmente conocidos como depósitos a la vista denominados en la moneda de curso legal y constituyen la mayor parte de la oferta monetaria (M1). El banco se compromete a entregar una cantidad de dinero base a la vista (en este caso billetes del banco central, M0). En otras palabras, cuando el cliente lo demande. La relación que establece el banco con sus clientes es de deudor (banco) y acreedor (cliente). La prueba de ello es que los bancos registran sus depósitos como un pasivo. Algunos clientes depositan dinero fiat previamente ahorrado para beneficiarse de los útiles servicios de gestión de cobros y pagos que ofrecen los bancos. Sin embargo, los bancos no son almacenes de dinero. De hecho, la gran mayoría de depósitos son creados mediante la concesión de crédito. Por ejemplo, cuando un banco concede una hipoteca, el banco registra simultáneamente un activo financiero (derecho de cobro sobre el hipotecado) y un pasivo (depósito) equivalente que permite financiar la compra del inmueble inmediatamente. Para realizar este proceso, el banco no necesita que nadie deposite nada previamente, ya que el proceso es tan sencillo como registrar un apunte contable en un ordenador. La emisión de pasivos no será un problema mientras el banco mantenga una gestión de sus riesgos y liquidez adecuada. Cualquier agente en el mercado puede emitir los pasivos que desee. Sin embargo, el mercado impone disciplina demandando atesorar únicamente aquellos pasivos respaldados por activos de buena calidad y la corrida bancaria es el mecanismo de escape en estos casos. La conclusión de este párrafo es que un depósito bancario es un derecho de cobro a la vista en moneda fiat sobre el banco, no es exactamente dinero fiat. Como en el caso de la masa y el peso, el uso común del lenguaje puede crear cierta confusión, pero la diferencia puede no ser trivial en periodos de incertidumbre.
Cabe mencionar que dinero fiat y pasivos bancarios suelen cotizar a la par, en parte, mediante esquemas de socialización de pérdidas como los fondos de garantías de depósitos o la constante refinanciación de la banca central, clave para entender este fenómeno. Esto permite deteriorar la calidad de los activos en el sector bancario y puede fomentar descalces de plazos y riesgos intermediando en la curva de tipos (financiarse a corto plazo e invertir a largo plazo). Curiosamente, ningún otro sector tiene la posibilidad de operar con un fondo de maniobra negativo de forma sostenible durante mucho tiempo. Para paliar este incentivo perverso, se ha optado por regular estrechamente al sector bancario e imponer algunos mecanismos de mercado como el bail-in que traslada las pérdidas a los acreedores del banco, un paso en la buena dirección. De todos modos, es importante resaltar que no hay free lunch alguno y que debemos ser conscientes en todo momento de las virtudes y riesgos inherentes a cualquier esquema monetario. En definitiva, espero que el artículo haya permitido arrojar luz sobre el complejo sistema monetario actual y despierte interés en el apasionante campo de la teoría monetaria.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo