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Edwin Walter Kemmerer fue un economista estadounidense que vino a siete países latinoamericanos (entre los cuales se encontraba Bolivia) para el asesoramiento en la creación de los bancos centrales y superintendencias de bancos de estos países. A este conjunto de visitas se le conoció como la “Misión Kemmerer”.
En 1927 Kemmerer escribió un artículo titulado “El trabajo de asesoramiento económico para gobiernos” en una prestigiosa revista académica. Indicó que: “Existen ciertas ventajas obvias en la decisión de contratar asesores especializados del exterior… En muchos países ha habido poco desarrollo de la ciencia económica. El economista extranjero puede ver los problemas con absoluta objetividad. Es desinteresado. No tiene ambiciones políticas…”
No obstante, una de sus frases es reveladora respecto al conocimiento local y foráneo porque Kemmerer indicó que “… de hecho, si el mismo consejo fuese dado por sus propios economistas no tendría la opción de ser adoptado que si fuese dado por extranjeros.”
Menciono este antecedente porque la intención de conectar Oriente y Occidente del país, plasmada en la carretera Cochabamba a Santa Cruz en los años cincuenta, fue precedida por el Memorándum de 1904 de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz, que apuntaba a la integración, aunque por una vía férrea.
Y fue Merwin Bohan quien desempeñó el rol de experto extranjero, en línea con lo esbozado por Kemmerer, pues aconsejó plasmar este anhelo y tuvo eco en las autoridades nacionales, reacias por décadas al respecto.
Como dijo mi amigo Carlos Hugo Barbery, coautor del libro “Modelo de desarrollo cruceño: factores y valores que explican su éxito” (disponible en www.ibce.org.bo): “Bohan fue referencia en los niveles gubernativos; pero no es otra cosa que decir de otra forma y con algunos aditamentos 36 años después de lo que el glorioso Memorándum de 1904 ya materializaba y direccionaba.”
En retrospectiva, el mérito de Bohan fue proponer algo que se había ya visualizado antes desde la región respecto a sus beneficios potenciales para el departamento y el país.
Eso sí, él fue escéptico de la necesidad de un ferrocarril, tal cual era el anhelo cruceño en esos años.
En efecto, cuando fue entrevistado sobre su carrera profesional en 1977 le consultaron sobre las connotaciones políticas de sus asesorías, a lo cual respondió: “Déjeme darle un ejemplo específico… Bolivia soñó con un ferrocarril de Cochabamba a Santa Cruz. Si usted visualiza mentalmente en el mapa, hay un ferrocarril desde Santa Cruz… hasta Buenos Aires, y querían completar el ferrocarril de Santa Cruz a Cochabamba. Derrotamos a cuatro o cinco de los que considerábamos verdaderos expertos cuando estuve allí en el 41 y el 42, y era simplemente imposible, bajo ningún fundamento económico, construir su ferrocarril.”
Agregó Bohan: “Entonces, les dijimos: <<El ferrocarril es una idea maravillosa, pero primero tienen que construir una carretera. Una vez que aumente el tráfico, puede que llegue el día en que tengan su ferrocarril>>. Bueno, hasta hoy [1977] quieren el ferrocarril. Al principio se sintieron amargamente decepcionados, algunos muy enfadados; pero nos mantuvimos firmes y dijimos: <<Puede que llegue el día>>.”
Finalizó diciendo: “Están encantados de tener la carretera y la usan todo el tiempo, pero todavía hablan del ferrocarril. Realmente no necesitan el ferrocarril en absoluto, excepto que cuando miran el mapa y ven que es la única brecha entre el Pacífico y el Atlántico, desean tenerlo.”
¿Se necesitaba un ferrocarril? ¿Hubiese sido mejor abogar por una carretera en 1904? La respuesta corresponde a historiadores económicos con conocimiento técnico especializado y contextualizado.
¿Cuál es la lección?
Actualmente se plantean propuestas legítimas para el desarrollo regional. Dos preguntas: ¿tendrán eco o se harán esperar décadas? Y ¿Son factibles técnicamente o conviene replantearlas?
Los técnicos tienen hoy la respuesta y el veredicto lo dará la historia a futuro.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo
*Artículo publicado originalmente en El Deber