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Tan antiguo como Flash

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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Una de las innovaciones recientes es el streaming o difusión digital de contenido multimedia. Si la definición es extraña le doy los nombres de los servicios más populares: Netflix, Amazon Prime o Disney Plus.

Gracias a Netflix pude conocer varios programas de los que no tenía conocimiento. Uno de ellos y que es popular entre los adolescentes es Flash, que se trata de diversos personajes con poderes particulares como viajar a la velocidad de la luz.

Uno de sus personajes famosos es Barry Allen, alrededor del cual se tejen diversas historias. Barry y sus compañeros, así como también sus enemigos, pueden ir de un universo a otro fácilmente, cuyo conjunto se conoce como multiverso.

Lo que me enteré recién es que Flash es mucho más antiguo que el streaming. En efecto, las historietas con estos personajes aparecieron en 1940 y fueron muy populares entre el mismo grupo de edad.

Si no lo cree, compruébelo como yo viendo “Atrápame si puedes” (2002) con Leonardo Di Caprio y Tom Hanks. El primero interpreta a un estafador que se hacía pasar por Barry Allen en la década del sesenta del siglo pasado.

Es interesante reparar algunas similitudes entre el mercado laboral y la serie Flash.

Primero, su antigüedad, porque la Ley General del Trabajo data de 1942, dos años después de la aparición de la historieta. Pero a diferencia de ella, Flash se ha ido renovando en contenidos y en efectos especiales, mientras que la legislación laboral ha permanecido en esencia obsoleta e inútil para el siglo XXI.

Segundo, por la facilidad de pasar de una realidad a otra fácilmente en un “multiverso” abigarrado. En nuestro país también tenemos diferentes realidades entrecruzadas.

Por una parte, en 2019 (antes de la crisis) había 70 mil empresas establecidas con alrededor de 700 mil empleados, todos ellos formales. Y por otra estaban aproximadamente 180 mil emprendimientos familiares con 900 mil empleados. De éstos últimos se estima que 200 mil eran formales.

La gran preocupación es que existían más de cuatro millones de trabajadores por cuenta propia, que no tenían condiciones dignas.

El contraste entre estos dos “universos” es dramático. Primero, en promedio, en las empresas ganaban al menos 60% más que aquellos que estaban fuera de ellas. Por otra parte, dos de cada tres trabajadores tenían caja de salud, mientras que el 90% de los que trabajan por su cuenta o en emprendimientos familiares no lo tenían.

Y, en el caso de la jubilación es una situación paradójica: el 80% de los empleados en las empresas aportaban para su jubilación, mientras que un porcentaje similar fuera de las empresas no lo hacía.

Más allá de la discusión conceptual, la creación de empleo digno y la conversión de empleos informales unipersonales en empleos en empresas es ciertamente redistribución: es dar la oportunidad a que ganen más, tengan seguridad social e industrial y mejores oportunidades para poseer capital humano y financiero.

Desafortunadamente, la realidad ha jugado en contra de la formalidad: en el ámbito urbano existían más medio millón de empleados en empresas formales al cierre de 2015, lo cual se redujo a 450 mil antes de los conflictos políticos y la pandemia. Al último mes que tenemos información (septiembre de 2021), los empleos formales urbanos en empresas son 80% de lo que eran seis años antes.

La caída no es atribuible a los eventos dramáticos de los últimos dos años, puesto que entre 2015 y 2019 el país estaba creciendo a una tasa promedio de 4%. A mi entender, la responsabilidad radica en una legislación laboral tan obsoleta como la primera historieta de Flash.

El país ha cambiado en los últimos 80 años de uno en el que la mayoría vivía en el campo y las masas obreras estaban en las minas a uno que es principalmente urbano y en el cual predominan los servicios.

Las conquistas y derechos deben mantenerse, pero replantearse en términos de quién los paga y mejorando la calidad de los servicios recibidos.

Como Flash, debemos actualizar manteniendo la esencia y mejorando las condiciones.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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