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Comienza la era Boric: Chile ya es oficialmente el nuevo experimento de la izquierda

Gabriel Boric se juramentó este viernes como el nuevo presidente de Chile con la promesa de hacer cambios profundos a un sistema político y económico que destacaba como el más exitoso de la región

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La izquierda latinoamericana lo apuesta todo en Chile. La investidura presidencial de Gabriel Boric en la nación austral representa para los socialistas otra oportunidad para intentar demostrar la supuesta viabilidad del socialismo. Pero no se trata de que en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Argentina, por mencionar algunos ejemplos, no haya funcionado porque «no se ha aplicado el verdadero socialismo», como han señalado una y otras vez sus promotores para justificar el largo historial de fracasos. Se trata de que el modelo estatista basado en el control de los medios de producción irremediablemente lleva a una distorsión de la economía que solo ha tenido éxito multiplicando la pobreza.

El nuevo mandatario chileno llega a La Moneda respirando hondo. El peso sobre sus hombros es grande. No pudo disimularlo en la ceremonia de cambio de mando celebrada en el Congreso Nacional en la ciudad portuaria de Valparaíso. Sabe que bajo su gestión Chile será el nuevo experimento de la izquierda en Latinoamérica.

El camino que le aguarda es largo y complejo. De sus decisiones dependerá que Chile siga liderando los indicadores macroeconómicos de la región. Pese a los reclamos sociales que detonaron las protestas de 2019 –que fueron la plataforma política del nuevo líder izquierdista– el país destacaba como el más próspero de América Latina. También deberá lidiar con los desaciertos del órgano legislativo encargado de redactar la nueva constitución y controlar “las payasadas de la Asamblea Constituyente”, advierte el Financial Times.

Es cierto. A seis meses de su instalación, la plenaria solo ha sido epicentro de disputas y pocos avances. Este desempeño incidirá directamente sobre su figura. Si la nueva constitución se aprueba por poco margen o es rechazada, sería un duro golpe para su gobierno. Esta será la primera prueba de fuego.

A Boric no le conviene. La prensa progresista le vaticina con euforia un futuro prometedor. Si bien parece hacerle un favor a su imagen también le pone el listón muy alto frente a sus propios seguidores. Hay quienes se atrevieron a decir que será mejor que Maradona, Pelé, Di Stéfano, Messi y Cristiano Ronaldo juntos. Que revolucionará la política, la vida, la sociedad.

Está claro que tanto en el fútbol como en la política los batacazos suelen ser proporcionales a las esperanzas suscitadas. Pasado un tiempo, las ilusiones se convierten en frustración y llanto. Ocurre cuando las expectativas chocan con la realidad. “Prometía pero no supo crecer”; “no tuvo buenos entrenadores”; “le aconsejaron mal”; “le pudo el ego y se creyó súper crac”.

Entonces, en lugar de revolucionar el juego termina siendo un jugador más del montón, que se limitó a seguir las órdenes de los entrenadores y los dueños de clubes. Besó todas las camisetas de los equipos a los cuales perteneció. Eso sí, vendió miles de ellas. Sin identidad, se reinventó para seguir siendo una gran promesa en ciernes porque “la novísima izquierda latinoamericana y mundial levanta expectativas y más tarde se queda en nada. Desea ganar el poder a toda costa, pero sin proyecto”, asegura  Marcos Roitman, sociólogo y escritor chileno en su columna publicada en Rebelión.

Una promesa

“Vamos a dar lo mejor de nosotros, para estar a la altura de lo positivo que tenemos como país», prometió Gabriel Boric como el octavo mandatario electo desde el retorno de la democracia en 1990. Su Gabinete tendrá 24 ministros, 35 subsecretarios, 13 delegados presidenciales regionales y 40 delegados presidenciales provinciales.

Sin embargo, de ellos, un ministro tiene condena pendiente por injurias graves, una ministra está en investigación por maltrato y hostigamiento laboral y dos subsecretarios pasaron por la lupa de la Contraloría.

Con estas espinas, deberá además enfrentar la acción de los grupos armados que actúan en la Araucanía y en el resto de la macrozona sur, así como el desempeño de la economía. Deberá demostrar con los hechos que quiere gobernar para todos los chilenos. Para apartarse de la extrema izquierda, deberá convencer que tiene como referentes para su gestión las experiencias de la socialdemocracia y no los regímenes totalitarios con los que simpatizan sus aliados del Partido Comunista.

Eso supone superar las supersticiones anticapitalistas, que son el lastre ideológico de buena parte de su coalición, y desechar las fórmulas estatistas que ya fracasaron en Chile. Si se convence de ello, crecerán sus posibilidades éxito, apunta una fuente de El País. Sin embargo, apartando la acertada designación del moderado Mario Marcel como ministro de Hacienda, el resto de su equipo de Gobierno arrastra antecedentes políticos e ideológicos que inclinan el barco al naufragio.

En una región con afinidad

Salvo Ecuador, Uruguay y Paraguay, todo el sur del continente puede quedar en manos de la izquierda a corto plazo si Gustavo Petro gana la presidencia en Colombia y Luiz Inácio Lula da Silva vuelve al poder en Brasil.

En Colombia, las elecciones presidenciales serán el 29 de mayo (primera vuelta), con una eventual segunda vuelta el 19 de junio; mientras que Brasil arroja una alta expectativa con Lula en la escena comicial del 2 de octubre, cuando enfrentaría en las urnas a Jair Bolsonaro, el presidente que se ha afiliado ya al Partido Liberal en pos de su reelección para cuatro años más de gobierno.

Si dan el campanazo, ambos se sumarían a los gobiernos de izquierda que, desde 2018, dominan en la región: Andrés Manuel López Obrador en México (2018); Laurentino Cortizo en Panamá (2019); Alberto Fernández en Argentina (2019); Luis Arce en Bolivia (2020, con Evo Morales tras bastidores), y Pedro Castillo en Perú (2021).

Cada cual le imprime a la izquierda su propio sello, pero todos atendiendo a los lineamientos del Foro de Sao Paulo, ahora reconfigurado en el Grupo de Puebla. Sin embargo, muchos intentan alejarse de las figuras menos populares por su estilo mucho más autoritario y el fracaso de mayores proporciones en sus respectivos países. Y Gabriel Boric parece ser el líder izquierdista menos interesado en fotografiarse con los dictadores Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Pero no sería de extrañar que sean ellos quienes busquen cobijarse bajo esta corriente más progresista de la izquierda que encarna el nuevo presidente chileno.

Este artículo fue publicado originalmente en panampost.com el 11 de marzo de 2022.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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