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Desafiando a China

Comentarios y apreciaciones sobre Challenging China: Smart Strategies for Dealing with China in the Xi Jinping Era, lo más reciente de Sam Kaplan. Un libro clave para entender China y su estrategia expansionista

Silvia Mercado A.

Dr. en Historia del Pensamiento

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Debemos estar preocupados, el nuevo orden de poder mundial puede depender de China, o más bien del Partido Comunista Chino (PCCH). De hecho estamos un poco tarde frente a una situación que debió haber activado alertas quizás desde 2012, cuando Xi Jinping asumió el poder con perfil claramente autoritario y una agenda expansionista. Este es uno de los puntos de referencia alrededor del cual Sam Kaplan, autor de Challenging China (Tuttle, 2021), ofrece un completo estudio para comprender el contexto geopolítico y analizar estrategias para lidiar con China en la era de Xi Jinping.

Hay que destacar que Kaplan no es apocalíptico. Sencillamente hace notar que China tiene más poder que hace 30 años y que naturalmente está ganando terreno e influencia ya que tiene el tamaño y la estructura económica para lograrlo. Al señalar que China busca un cambio en el orden global, se refiere a que el gobierno del PCCH pretende que el mundo adopte sus intereses así como sus prácticas autoritarias. No se puede ocultar que en los últimos años la situación de los derechos humanos es cada vez más crítica para los activistas o como para cualquier ciudadano que tiene prohibida la libertad de asamblea y por supuesto la libre navegación en Internet. Aunque sobre el punto, Xi Jinping  ya había advertido que el Internet no sería un espacio exento de regulación o control. El caso es que la censura es más radical desde 2019; el miedo a la libre información ha hecho que noticias internacionales sean casi imposibles de acceder.

Otro tema que el autor analiza con claridad es el crecimiento económico de China; para ello, primero explica que la economía no es un pastel sino un pastelería. “Si China continúa creciendo económicamente, no significa que haya menos porciones para los estadounidenses o el resto del mundo. Significa que hay más pasteles para que comamos el resto de nosotros, o bizcochos o galletas,  para los que no les gustan los pasteles”. Es razonable aceptar que el crecimiento económico de China es un beneficio para el mundo y que esta bonanza le ha permitido convertirse en un referente de innovación, inteligencia artificial y biotecnología; el asunto no está en cuestionar estos avances, sino en prever lo que el PCCH puede hacer con ellos considerando que su agenda política está por encima de la ética y el respeto de cualquier límite.

Aterrizando en una de las preguntas centrales del libro: ¿qué hace que China sea un problema para el mundo? Kaplan señala que su política internacional agresiva, su gobierno autoritario y su actitud económica no menos que bélica. A esta combinación, agrega el autor, un agravante adicional es que el protagonismo de China es proporcional al retroceso de Estados Unidos en el escenario de liderazgos internacional. Siendo aún más puntual, sorprende diciendo que China es el futuro mientras Estados Unidos el pasado: “Estamos en el siglo asiático, el siglo XX puede haber sido el estadounidense, pero eso es ver 20 años en el espejo retrovisor. Es el éxito de su economía lo que le permite a China exportar sus valores dominantes, y esa la razón por la cual el resto del mundo parece estar dispuesto a seguir su modelo”.

Sin embargo, a pesar de repasar las ventajas con las que corre el gigante asiático, el libro es una invitación a pensar con inteligencia y perspectiva. Kaplan empieza por casa; dice que Estados Unidos debe ser y demostrar ser más exitoso y ejemplar en todos los sentidos. Además debe buscar y consolidar alianzas, sobre todo con quienes comparte preocupaciones como es el caso de la Unión Europea, quienes también condenan el robo de propiedad intelectual, la falta de transparencia en los contratos y, en general, las políticas proteccionistas que hacen muy difícil la relación con China. Por otro lado, no hay que perder de vista la no popularidad de China; hoy más que nunca el mundo no confía en Xi Jinping, ¿el principal motivo? que cada día se posiciona como el agresor número uno de los derechos humanos.

Con cierto optimismo, el autor también invita a reflexionar que la creciente represión por parte de China es un síntoma de debilidad, no de fortaleza, a tomar en cuenta que si sus líderes confiaran plenamente en su sistema y en su capacidad para mantener el poder, no habría necesidad de censurar Internet, encarcelar a los defensores de los derechos humanos, instalar un sistema de entierro para 2 millones de Uyghurs, destruir el patrimonio cultural del Tíbet, entre otras medidas no menos que cobardes.

Desafiar a China no será fácil. A diferencia de otros regímenes autoritarios, tiene el dinero y el tamaño; además tiene apuro en consolidar influencia y “difundir un orden mundial amigable con China para suplantar el orden liberal”. Frente a ello, lo último que debe hacer Occidente –o en realidad todo aquel que esté del lado de la libertad– es menospreciar el sistema democrático en el marco del cual respetamos los derechos humanos, las leyes y las reglas comerciales; es más, debemos redoblar esfuerzos para que China adopte reglas de mercado, tanto para vivir en armonía con la comunidad internacional como para las próximas generaciones de su propia gente.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Silvia Mercado A.

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