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Las redes, la guerra y el enjambre

En tiempos de incertidumbre la confianza se convierte en un factor clave para enfrentar la desinformación y la propaganda oficial. Un sistema basado en la conversación y la diversidad permite la corrección en tiempo real desde una ciudadanía global atenta.

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Por Adriana Amado1

Un lugar común de Internet repite que esta red fue diseñada para evitar los cortes en las comunicaciones. Mientras que el derribo de una antena de televisión puede interrumpir la transmisión central, en un sistema distribuido (fig. 1) la anulación de una parte de la red no impide que la comunicación continúe a través de otros nodos activos.

Fig. 1. Redes centralizadas, descentralizadas y distribuidas (fuente: Wikipedia)

Si bien Internet no tuvo aplicaciones militares iniciales, con la guerra de Ucrania se puede comprender cómo el hecho de que atacantes y agredidos compartan los servicios móviles y satelitales es lo que los preserva de una destrucción que no perdona siquiera a los hospitales.

Limitar la tecnología a los detalles técnicos es obviar que la palabra está formada por tecno y logos, concepto que alude a saber y razón. Hablar de tecnología de redes es analizar el uso de las herramientas técnicas junto con la idiosincrasia propia de la comunicación en red.

Se trata del paso de las masas al individualismo comunitario que ya había explicado Manuel Castells antes de que los teléfonos inteligentes permitieran la popularización de las plataformas. Desde 2014 las mensajerías superan en usuarios a las redes sociales. Esto confirma la preferencia por la interacción por sobre el contenido, el que —como todo rey contemporáneo— cede su corona a la popularidad plebeya de las redes. Que sería cualquiera de las medidas de atención.

Multitud en la ciudad

La política de las masas bobas

Durante dos siglos, el periodismo y la política hicieron uso de la comunicación de masas, desde una centralidad de privilegio que se resiste a aceptar que la ciudadanía ya no acepta ser mera espectadora del espectáculo político. La ilusión de los autócratas de controlar canales y mensajes se diluye en la desmentida global desde los medios sociales.

Las penalidades y clausuras que sobreactúa Vladimir Putin para el sistema de prensa resultan un mensaje paradójico en el mundo líquido de las redes. Se puede sacar del aire a una periodista que protesta contra la guerra —o simplemente por nombrar a esta como tal—, pero su mensaje permeará en las redes como esa humedad que persiste mucho tiempo después de que se obturó la gotera. Lo que podía ser un mensaje unívoco en la comunicación de sentido único de la transmisión masiva, se vuelve contraproducente en la liquidez gaseosa de las redes, tan impredecibles como ubicuas.

Las teorías de manipulación de las masas siguen siendo funcionales a los populismos que construyen enemigos y subestiman a la ciudadanía como táctica de comunicación. Refutadas empíricamente mucho antes de la Guerra Fría, las hipótesis de las masas manipuladas por los medios siguen siendo demasiado atractivas como para aceptar las pruebas científicas en contrario.

La política mantiene ese negacionismo cuando extiende esos supuestos efectos narcotizantes de los medios masivos a las redes sociales. Un ejemplo de ello son las teorías conspirativas que explican resultados electorales como engaño de vastos sectores de la población, o que dan por sentado que la desinformación es la causa de todos los errores sociales.

En un contexto en el que la información ya no es escasa, también es anacrónico eso de que la información es poder. Por el contrario, abunda y está distribuida más allá de la jurisdicción que pretende el control de los canales. Al empeño de dar una versión única de la guerra se le oponen miles de testimonios directos, verificaciones cruzadas, imágenes satelitales, cámaras de seguridad que relativizan cualquier mensaje oficial.

Mientras un sistema centralizado de medios como el ruso debe intensificar las penalidades y controles para obtener cada vez menos resultados, el intercambio en red desde Ucrania estimula la conversación global desde microvideos, memes, audios, drones, sin coordinación aparente.

La inteligencia colectiva del enjambre

La comunicación en red es más robusta que la centralizada porque tiene a su favor la inteligencia de las multitudes. Por caso, la verificación colectiva que aporta the wisdom of the crowd (‘la sabiduría de la multitud’) resulta más eficiente que los sistemas centralizados de fact-checking. Así lo incorporan los algoritmos de inteligencia artificial que, por ejemplo, han afinado tanto la traducción automática que hoy facilita leer en tiempo real publicaciones en idiomas tan ajenos como el ruso o el ucraniano.

Los comportamientos irracionales son propios de las multitudes, tanto en el mundo analógico como en el virtual. Pero, si el ambiente digital potencia la posibilidad de coordinar gente dispersa alrededor de hordas fanáticas, también permite, y en más ocasiones, la coordinación ordenadora de los enjambres.

Los colectivos del mundo animal muestran resultados imposibles de conseguir individualmente. Termitas y pájaros poseen una inteligencia individual limitada, pero cuando se coordinan logran proezas de supervivencia. Peces diminutos logran disuadir a sus depredadores con la sombra que proyecta el cardumen compacto. Estorninos vuelan miles de kilómetros en sincronización coreográfica, simplemente confiando en las reacciones de los seis o siete pájaros vecinos que marcan la mejor ruta.

Esta analogía con sistemas de la naturaleza puede extenderse al funcionamiento de la inteligencia artificial. Los algoritmos emulan esa flexibilidad de los enjambres para adaptarse a los cambios del entorno, de modo que, aunque un individuo o varios fracasen, el colectivo siga adelante. La ciencia que estudia el comportamiento de los insectos llama estigmergia (del griego stigma, marca, y ergon, acción) a ese procedimiento en el que una huella guía el comportamiento subsiguiente, como esas marcas que en la red señalan el contenido de interés o un nodo confiable.

Mientras que en la comunicación centralizada un error en la emisión puede desautorizar toda la campaña, en los sistemas distribuidos la corrección de rumbo colectiva es más ágil y confiable. Cuando un líder es el centro de la comunicación, así como se personaliza el éxito también se corre el riesgo de colgar de su nombre el fracaso. En los sistemas distribuidos, la confianza es propiedad del colectivo.

Aunque los análisis acostumbrados a explicar la política con nombre y apellido intenten presentar a Zelensky como la contracara positiva del liderazgo tóxico de Putin, la confiabilidad de la comunicación de Ucrania no se explica solo por los tuits de su presidente. Ella se apoya en los enjambres de periodistas locales que aportan imágenes, verificaciones y datos para la red de corresponsales de medios globales que cada día trazan una coreografía que incluye testimonios de territorios que ya no existen cuando la noticia llega a la prensa.

En tiempos de incertidumbre y supervivencia, es más robusta la pequeña red de confianza que los mandatos que intenta imponer la autoridad. La desinformación es una amenaza mayor cuando viene de la propaganda oficial que en un sistema abierto que permite la corrección en tiempo real desde una ciudadanía atenta a escala global. La aparente entropía de las redes es solo amenaza para quienes intentan imponer una versión única, como en el pasado, y no entienden del todo a estas sociedades que descubrieron la libertad de conversar en comunidad.

1Doctora en Ciencias Sociales (FLACSO). Presidente de Infociudadana, Buenos Aires. Investigadora en la Universidad Argentina de la Empresa y periodista en TodoNoticias y en la radio pública de la ciudad de Buenos Aires

Este artículo fue publicado originalmente en dialogopolitico.org el 19 de abril de 2022.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo

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