¿Nueva revolución cultural en China?
China está ingresando en una nueva fase del “socialismo con características chinas”.
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Por: Patricio Giusto1
El presidente chino Xi Jinping ha lanzado una ola de profundas reformas económicas y sociales, quizás las más trascendentes desde el inicio del proceso de Reforma y Apertura, en 1978. Bajo el concepto marco de “prosperidad común”, China está ingresando en una nueva fase del “socialismo con características chinas”.
Las reformas anunciadas no comprenden sólo el orden económico, sino que aspiran también a regular diversos aspectos del comportamiento individual y social de los chinos. Hay un renovado impulso para combatir la evasión fiscal, la especulación financiera y en bienes raíces, las jornadas laborales excesivas, las tutorías privadas de los ricos y hasta la cantidad de horas que los niños pueden jugar a los videojuegos o cómo utilizan las redes sociales, entre otras cuestiones.
El sector tecnológico ha sido el principal blanco de las reformas, sobre todo las fintechs de China, las grandes ganadoras del modelo económico. A los ojos del PCCh, estas empresas han acumulado una riqueza excesiva, lograda en gran parte gracias al amiguismo con altos funcionarios y regulaciones laxas en materia laboral y el uso de datos privados de los ciudadanos. Alibaba y sus subsidiarias, propiedad del multimillonario y filántropo Jack Ma, fueron las primeras víctimas de la “prosperidad común”. El año pasado, el Ant Group de Ma tuvo que desmontar sobre la hora lo que iba a ser la mayor salida a la bolsa de la historia. Beijing decidió bajarle el pulgar.
Lo cierto es que las autoridades chinas se han comprometido a utilizar los impuestos y otras herramientas de redistribución de ingresos para ampliar la proporción de ciudadanos de renta media y aumentar los ingresos de los pobres, pero “sin matar a los ricos”. Justamente, los ricos exitosos han sido el pilar del desarrollo chino en los últimos cuarenta años. El foco está en ajustar gradualmente los ingresos excesivos de algunos sectores y avanzar con más dureza sobre la especulación y la ilegalidad.
Al mismo tiempo, Beijing ha alentado explícitamente a las empresas e individuos de altos ingresos a contribuir más con la sociedad a través de la llamada “tercera distribución”, que se refiere a la caridad y las donaciones. A partir del llamamiento, las grandes empresas han hecho donaciones récords. Por caso, el gigante Tencent anunció días atrás un aporte de USD 15.000 millones para apoyar la “prosperidad común”. Seguramente, más por temor que por vocación. Al final del día, poco importa.
Una lectura apresurada de los hechos ha llevado a algunos analistas a sostener que este proceso denotaría un debilitamiento político de Xi, quien ahora se radicaliza políticamente de cara a su rereelección, prevista para el año que viene. El magnate George Soros definió el proceso como un “duro despertar” para los inversores chinos y auguró un rotundo fracaso a las reformas de Xi. Hasta ahora, Soros nunca acertó.
Por el contrario, considero que estas reformas son una muestra de la innegable fortaleza política cimentada por Xi y de los amplios consensos alcanzados en el seno del partido. Sin embargo, no caben dudas que será un proceso muy riesgoso, cargado de resistencias y dificultades. Asimismo, las reformas tendrán un impacto mucho más allá del plano económico. Por la amplitud y alcance de estas primeras medidas, China pareciera estar frente al inicio de una nueva revolución cultural. Vale aclarar, que poco y nada tiene que ver con la impulsada por Mao Zedong hace 55 años.
1Patricio Giusto es director del observatorio Sino-Argentino
*Este artículo fue publicado originalmente por la Revista Realidad el 19 de septiembre de 2021.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo