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Ozymandias, rey de reyes (El Salvador)

Manuel Hinds indica que si bien 72 % de la población bajó la aplicación Chivo para usar Bitcoins, pocos utilizan esa moneda luego de haber cobrado los $30 que regaló el gobierno para estimular su uso

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Por Manuel Hinds1

La prensa internacional ha estado vaticinando una seria crisis fiscal causada por la incapacidad del Gobierno de El Salvador de pagar sus obligaciones, pensando que el impago se debería a la caída de precios en el Bitcoin. Los contribuyentes han sufrido ya una gran pérdida de casi el 58 %. Los que creyeron que lo que el presidente había dicho, que el 72 % de la población usaba el Bitcoin, era cierto, piensan que la caída del Bitcoin va a quebrar a El Salvador.

Como todo el mundo lo sabe en el país, la cantidad de transacciones que se hacen en Bitcoins es bajísima. El 72 % de la población bajó la aplicación y cobró los $30 que el gobierno regaló a los que usaran Chivo, pero sólo para gastarlos la usaron. El Banco Central de Reserva aclaró hace un par de meses que solo el 1,7 % de las remesas entran por Chivo, y en realidad, Chivo ni siquiera usa Bitcoins para hacer transferencias. Usted puede guardar Bitcoins o dólares en la Chivo, pero cuando quiere hacer un pago lo que se mueve es otro impulso electrónico que el gobierno nunca ha aclarado cual es su nombre. Alguna gente usa Bitcoins creyendo que eso es “cool” y han perdido el 60 % de su dinero desde noviembre. Pero este grupo es muy pequeño y la cantidad que transan es también demasiado pequeña para causar una crisis.

También hay gente que piensa que el país está expuesto a Bitcoins por los $1.000 millones en bonos que el gobierno anunció que iba a emitir, la mitad de los cuales se iba a usar para comprar Bitcoins. Pero nadie ha comprado esos bonos, de modo que los $500 millones que se iban a usar para ese propósito no han existido. La exposición del país al Bitcoin es a través de las compras que ha realizado de su teléfono el presidente, que andan cerca de $100 millones, cantidad muy apreciable que se podría haber usado en educación o salud. De esos, fácilmente el país ha perdido probablemente unos $20-30 millones, que es mucho dinero para haberlo perdido en un casino, pero no es tan grande como para causar una crisis fiscal de impagos y un desastre económico.

Por supuesto, el gobierno metió mucho dinero en subsidiar el uso de Chivo y para sostener su valor y otros gastos que nunca aclaró qué eran. En total la pérdida puede andar alrededor de $400 millones. Pero ese dinero ya se gastó y se perdió, y es mucho menos que lo que se habría perdido si el 72 % de la gente usara el Bitcoin.

Esto parece ser una buena noticia: que los contribuyentes no han perdido tanto como hubieran perdido si todo lo que el gobierno dijo que estaba haciendo hubiera sido verdad. Nada realmente lo era.

Lo malo es que el riesgo de una catástrofe económica realmente existe, pero causada no por el Bitcoin sino porque el gobierno está gastando mucho más que sus ingresos a un ritmo insostenible. Como ya es imposible conseguir dinero prestado en el sistema formal internacional, el gobierno está usando reservas de los bancos y ha dado todas las señales de que va a expropiar los ahorros de pensiones de la ciudadanía. Eso sí va a causar pérdidas irreparables. Y la gente sigue tan feliz.

Mucha gente le ha advertido al gobierno que va camino a un desastre económico, pero el gobierno pretende saber lo que obviamente no sabe. El nivel de ignorancia es tal que no sabe que no sabe.

Y en el fondo, toda esa pérdida infligida a un pueblo pobre es por vanidad. Esto trae a la mente una poesía de Percy Bysshe Shelley, sobre la vanagloria humana: Conocí a un viajero de una antigua tierra / Que me dijo: “Dos vastas piernas de piedra sin tronco / están paradas en el desierto. Cerca de ellos, en la arena, / medio hundido, yace un rostro destrozado, cuyo ceño fruncido / y labio arrugado, y el desprecio burlón del frío comando, / dicen que su escultor bien leía esas pasiones / que aún sobreviven, estampadas en estas cosas sin vida, / la mano que se burlaba de ellas y del corazón que las alimentaba: / Y en el pedestal aparecen estas palabras: / “Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes; / ¡Mira mis obras, poderoso, y desespérate!” / No queda nada aparte de esos restos. / Más allá de la putrefacción / de ese naufragio colosal, ilimitado y desnudo / Las arenas solitarias se extienden hacia el infinito”.

Y eso que Ozymandias había hecho mucho. Peor es cuando las estatuas se quieren erigir cuando no se ha hecho ni se podrá hacer nada, solo engañar. Hasta la estatua quebrada será de mentiras.

1es exministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).

*Este artículo fue publicado originalmente en elcato.org el 24 de mayo de 2022

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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