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Putin: el tonto más peligroso del mundo

Javier Medrano

Licenciado en periodismo y Ciencias Políticas de la Universidad Gabriela Mistral de Santiago, Chile.

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Más allá de una conducta profundamente mafiosa y asesina, Putin se ha ubicado – él solo – en una situación en la que no puede ganar, no puede perder, pero tampoco puede detenerse. Creyó que en menos de un mes doblegaría a los ucranianos y victorioso proyectaría su sombra hacia el resto de Europa. Falló en todos los frentes. Pero, especialmente, en la lectura correcta de los posibles resultados de su invasión apoyada en su propaganda y en una fuerza bélica corrupta, caduca y sin liderazgo, frente a un corajudo ejército ucraniano, apoyado con tecnología bélica de punta y armamento ilimitado de la OTAN.

Nunca tuvo un plan B. Nunca trazó una salida. Obcecado por su delirio imperial empujó a la muerte a más de 300 mil soldados jóvenes, sin preparación, sin comunicación, sin estrategia y apunta de pistola, los masacró. Su torpeza descontrolada lo precipitó a llamar con desespero a mercenarios y para militares. A quienes, después, en mitad de la guerra y teniéndolos como únicos soldados en el frente, les falló con la entrega de armas y muchísimo dinero. Era lógico que se rebelarían en su contra. Y ahí queda demostrada su imbecilidad al acusarlos de traición a la patria. ¿A qué patria? ¿A Rusia? ¿A Putin? Los mercenarios sólo son leales al dinero y en moneda norteamericana, obviamente. No al dinero en yuanes o en rublos.

¿Es que acaso se podrá ser más tonto?

Ahora ya no hay forma de que pueda tomar el control de Ucrania, ni de sus mercenarios y mucho menos rearmar un ejército rojo devastado por la corrupción de sus generales. Está atrapado en su propia ratonera. Sólo le queda su estropicio. Su estatura mental y de poder siempre fue liliputiense.

La Primera y Segunda Guerra Mundial agotó tesoros, erarios, acabó con dinastías, monarquías pulverizó vidas de cientos de millones de familias europeas.  Fue una catástrofe de la que el viejo continente nunca terminó de reponerse. Sólo en el primer conflicto bélico murieron cerca de diez millones de soldados y mas de 3 millones de civiles. En la continuación de esta guerra sin sentido murieron alrededor de 60 millones de personas y los países más damnificados fueron, precisamente la Ex Unión Soviética, China y Alemania, por supuesto.

Estas matanzas ocasionaron casi tres generaciones de jóvenes asesinados, mujeres jóvenes que se quedaron viudas, o solas e innumerables niños huérfanos o cientos de miles de infantes muertos por bombardeos y metralla. Todos los países involucrados terminaron exhaustos, vencedores y vencidos, y debieron reconstruir sus instituciones y economía devastadas, a costa del esfuerzo de los ciudadanos sobrevivientes.

Hoy, en una economía altamente interdependiente entre las potencias económicas del mundo, las guerras son, por lo bajo, altamente prohibitivas. La estabilidad política, el reforzamiento de las instituciones, la defensa de las democracias, la industrialización y el comercio cada vez más libre trajeron al mundo una prosperidad histórica. Basada en la cooperación. En el intercambio de bienes y servicios.

Los totalitarismos cayeron en desgracia y los regímenes comunistas vieron sus muros caerse a pedazos. La gente quiere libertad, democracia, estabilidad, certidumbre. Quiere paz.

Pero, nuevamente, aparecen estos tozudos que se empecinan en negarse a aprender de las experiencias pasadas. En todos los conflictos bélicos siempre primó la testarudez. Y estos autócratas, empujan a sus sociedades a conflictos que sangran sus riquezas, desmoralizan a sus sociedades y empobrecen y matan a sus ciudadanos.

Son unos insensatos suicidas. Nadie gana una guerra. Nadie sale victorioso. Desde las guerras helénicas, pasando por un sinfín de escenarios de beligerancia lideradas por super potencias, todos siempre llegaron al mismo resultado: dolor, muerte, gasto sideral, crisis de liderazgos y un estropicio institucional brutal.

Todos ellos, emprendieron la marcha de la locura. De la idiotez. Todos ellos fueron y son los grandes carniceros de sus propias sociedades. Corea del Norte, China y su gobierno represivo, Rusia y su régimen mafioso; Venezuela y Nicaragua con su narco dictaduras; Cuba y el secuestro de toda una nación bajo un régimen corrupto de los Castro. Todos ellos han marcado el suicidio colectivo de la sinrazón. Construyen y defienden una política contraria a los propios intereses de sus países y de ellos mismos.

Pero de todos ellos, sin duda alguna, Putin es el tonto más peligroso del mundo.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Javier Medrano

Licenciado en periodismo y Ciencias Políticas de la Universidad Gabriela Mistral de Santiago, Chile.

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