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PUTLER

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Cuesta creer que, por ejemplo, después de los horrores de la 2ª guerra mundial y otros que le siguieron, nuevamente los humanos estemos en riesgo de una nueva conflagración mundial que –ojalá jamás ocurra- podría involucrar a las potencias que disponen armas nucleares. Si bien se dice que éstas tendrían sólo fines disuasorios, a la vista de los dislates de Putler & secuaces, el temor empieza a reinar en el orbe, si es que quienes tienen alcance a ellas, estarían –o eso dicen- dispuestos a usarlas.

Pecando probablemente de gil, me cuesta también creer que exista algún ser humano por muy tirano y desalmado que sea, pueda racionalmente tensar la pita hacia siquiera tal posibilidad. Eso sí, habrá que reconocer que para ser un tirano (“Que abusa del poder político y gobierna de manera totalitaria, sin limitaciones legales y, normalmente, actuando de forma corrupta y cruel. Que abusa de su superioridad, de su fuerza o de su poder en su relación con los demás”), algún perno les debe fallar en la mente y el alma de sujetos tan despreciables, candidatos a un honoris causa del famoso “Hotel Pacheco”, aquí en la Capital. Nadie en su sano juicio disfruta de sojuzgar a sus semejantes y peor, los masacra cobardemente, con cualquier pretexto. Léase y entiéndase: PUTLER. 

Así el estado del arte, nuestra aldea global y civilización podrían estar en riesgo. Si las armas nucleares son sólo disuasivas para gruñirse y mostrarse los dientes entre ellos, podríamos quedar relativamente tranquilos. Empero, ¿Quiénes pueden apretar los botones rojos, hasta donde alcanzarán sus delirios y como estará su sanidad mental? ¿Y la de los Putler lovers?           

Aquí en el plurinacional, cuesta también  creer que siendo constitucionalmente declarado Bolivia un estado pacifista que promueve la cultura de la paz y el derecho a la paz, así como la cooperación entre los pueblos de la región y del mundo -según el art. 10 de su CPE- y, rechaza toda guerra de agresión como instrumento de solución a los diferendos y conflictos entre estados; a la hora de la verdad, en las grandes ligas de las NNUU se haya abstenido de condenar claramente la agresión rusa a Ucrania y a sus habitantes.

Aunque como se dice en el mundillo diplomático, los estados no tienen amigos sino intereses; a la vista inocultable de la agresión del tirano Putler al estado ucraniano que ya ha generado un desastre humanitario incluyendo crímenes de agresión, guerra y lesa humanidad y, haciendo un poquito de memoria de la historia boliviana que también, mutatis mutandis, sufrió una agresión del vecino matón y poderoso; esa blandengue postura de abstenerse no más, equivale a algo así como ver que el abusivo le está golpeando a la víctima y… hacerse al del otro viernes: bien, gracias…     

Más allá que esa declaración u otras, puedan o no causar efectos para el cese de la agresión, nuestro país, por muy poco influyente que sea globalmente, no puede apoyar o hacerse al desentendido con el sangriento proceder del agresor y tocar en concierto con estados villanos. El mayor bien de la humanidad es la vida humana y, si ella está siendo atacada sin misericordia alguna, resulta intolerable ponernos del lado del agresor o hacernos a los desentendidos.

¿Hasta dónde habremos hipotecado nuestra conciencia a los rusos? ¿El formar parte del grupo afín al socialismo del S XXI, nos obliga huir de nuestra condición humana? ¿Tanto influyen nuestras simpatías y antipatías o afinidades ideológicas? ¿Acaso existen agresiones buenas y malas? Definitivamente la vergonzosa postura de nuestra política exterior con motivo de la agresión rusa a Ucrania, sitúa a Bolivia no sólo a contramano de su propia CPE, del sentimiento prácticamente universal de condena –sólo otros tiranos están apoyando a Putler- pero, fundamentalmente de nuestra propia historia, ya que también Bolivia fue víctima de agresión de parte del vecino matón y sediento de nuestra riqueza, intentamos –sin éxito- reivindicarla ante la CIJ y ahora, nos hacemos a los desentendidos o hasta alguno la justifica. Andrés OPPENHEIMER dixit: “La tolerancia con las tiranías solo hará que el mundo se convierta en un lugar más peligroso. Yo, por mi parte, me niego a aceptar a las dictaduras y los abusos contra los Derechos Humanos como la nueva normalidad “


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