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Arce en la ONU: Una oda al cinismo

El Presidente Luis Arce tomó la palabra en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Lindas, vacías palabras.

Guillermo Bretel

Politólogo y Sociólogo de la Julius-Maximilians-Universität Würzburg

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En la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el Presidente Luis Arce se dirigió a gobernantes de todo el mundo. Hablando de guerra y paz, criticó el pico histórico del gasto militar global. Pues sí, lo dijo quien hace poco hizo negocios bélicos con nada menos que Irán, una potencia en derechos humanos. Advirtió que estos esfuerzos bélicos serían fomentados por las transnacionales de la guerra, como aquellas que contrata el «hermano» Putin para matar inocentes y secuestrar niños. Para contrarrestar este fenómeno, propuso una solución tan impensada como milagrosa: declarar al mundo territorio de paz. ¡Cómo no se nos ocurrió antes! Ni la Asamblea Departamental de Santa Cruz se animó a tanto con sus leyes que declaran, entre otras rimbombancias, patrimonio gastronómico al chancho galleta. Ahora sí, todos podremos disfrutar de semejante delicia de manera pacífica y en cada esquina del planeta.

Más allá de sus ingeniosas propuestas, el Presidente Arce abogó por transformar el gasto bélico, cuyo incremento exorbitante no es sino una reacción contra la guerra de Putin en Ucrania, en inversiones en paz, diálogo y desarrollo. Para ello habría que fortalecer el multilateralismo y el freno a la carrera armamentística. Excelente, Presidente. Le recomiendo, sin embargo, que empiece por casa, así nadie lo puede tachar de doble moral. En su gestión, la policía y la justicia han abusado de la ciudadanía incontables veces, violando sistemáticamente los derechos humanos. ¿Dónde están sus inversiones en paz y diálogo? Lo único que se puede y debe reconocer es que, en desarrollo, sí que gasta. Mal, de forma ineficiente y a pérdida de todos los bolivianos, pero lo hace. Basta con darse una vueltita por cualquier empresa del Estado.

Por otro lado, el Presidente Arce criticó severamente al sistema capitalista. Dijo que éste no habría sido capaz de ofrecerles paz a los pueblos. Solamente olvidó mencionar que el sistema que propone como solución, y los ídolos que venera, condenaron a millones de personas a la miseria y a la muerte. ¿Se puede mejorar el sistema actual? Por supuesto, en muchísimos aspectos. Sorprendentemente, él mismo dio propuestas interesantes, aun si contradicen la ideología que dice profesar.

Por ejemplo, hay que aplaudir que el Presidente haya hablado de integración comercial. Le haría muy bien a la economía boliviana integrarse al mundo y firmar tratados de libre comercio con otros Estados. Asimismo, debe aplaudirse que el Presidente Arce mencione la arbitrariedad de las sanciones unilaterales, dado que está comprobado científicamente que quienes las padecen son los ciudadanos de a pie, no los dictadores de turno. Lo mismo va con su defensa del derecho a la libre autodeterminación del pueblo palestino que sufre el apartheid impuesto por el Estado israelí. Ninguna división arbitraria entre seres humanos, basada en sus orígenes, trae algo positivo. Habrá que revisar si no se está alimentando eso en casa, señor Presidente.

Abordando la crisis climática, el Presidente Arce abogó por que cada Estado contribuya al fondo de daños y pérdidas en proporción a su responsabilidad histórica respecto al cambio climático. Punto fuerte de su discurso. Destacó, además, la escasez de agua como manifestación de esta crisis global. Ante esta declaración, el Ministro Édgar Montaño debe estar indignado. Porque —si Bolivia propone un mundo de solidaridad y colaboración, con igualdad de derechos y obligaciones, como dijo el Presidente— el Ministro tendría que irse despidiendo de su anhelada carretera entre reservas naturales y acuíferos de Santa Cruz. Aunque no tan rápido, porque el Presidente también reivindicó la vida en armonía y equilibrio con la naturaleza, práctica innata del boliviano, especialmente del minero aurífero, quien amablemente nos da la chance —con la venia del Estado que Luis Arce preside— de nadar en vastos ríos de mercurio.

Entre otros temas, el mandatario aprovechó la ocasión para criticar una vez más al colonialismo, al que llamó correctamente traslado sistemático de riqueza del sur al norte global. No obstante, como antagonismo, el Presidente Arce destacó la participación de los pueblos indígenas en asuntos del Estado boliviano. Sólo no mencionó que esa participación está restringida a unos cuantos, mientras las mayorías son desprotegidas o maltratadas por el mismo Estado. Porque quienes nadan en los ríos de mercurio no son precisamente los citadinos.

Sin embargo, el cinismo no bastó en lo indígena. Irresponsablemente, el Presidente decidió abordar los derechos de las mujeres —los cuales no se cumplen en el Estado que gobierna— teniendo una de las tasas más altas de violencia física o sexual en su contra. Tiene razón en que es un asunto publico y nos toca tomar acciones urgentes. Pero créame, señor Presidente, con frases tan machistas como «si no les damos la oportunidad a las mujeres», no vamos a cambiar nada. Las mujeres no necesitan su paternalismo repartidor de oportunidades.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Guillermo Bretel

Politólogo y Sociólogo de la Julius-Maximilians-Universität Würzburg

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