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El pasado martes me angustié por las larguísimas filas para gasolina y la sensación de desesperanza que percibí. En mi angustia publiqué un mensaje instando a la oración por sabiduría para las autoridades y la búsqueda de Dios en medio de la crisis.
Una sobrina mía me escribió y me dijo “Qué tan mal ves el país si estás pidiendo cadena de oración.” Le dije que el problema que percibía es que nadie se movía genuinamente para buscar una solución, sino sólo sus propios intereses.
¿Cuáles son las causas profundas de este doloroso momento al que hemos llegado? Luego de razonar lo más metódicamente posible, comparto algunos hallazgos.
Primero, Bolivia no ha logrado un balance adecuado en la tributación de los recursos naturales. Por un lado, tasas impositivas demasiado bajas han reducido la renta fiscal disponible para políticas públicas. Por otro, impuestos excesivos han desincentivado la inversión, afectando la sostenibilidad del sector. Se necesita un esquema tributario que garantice ingresos estatales sin comprometer la viabilidad de la industria.
En el extremo en la historia nacional se crearon empresas públicas sin la institucionalidad, gobernanza y capacidad técnica que se requieren para que funcionen adecuadamente. Esa característica se ha observado también en el resto del sector público, con escasas excepciones, dándonos otra causa: la baja institucionalidad.
Ésta se debería al fuerte enfoque extractivista por la abundancia de recursos naturales, también como herencia del colonialismo. Es paradójico, pero pese a querer ser soberanos, conservamos el “pecado original” del extractivismo.
La siguiente es la continua exclusión social, que ha sido una constante en la historia de Bolivia. Durante muchas décadas, amplios sectores de la población fueron marginados de la vida política y económica. Y luego, en lugar de ser integrados plenamente, muchos han sido cooptados por liderazgos caudillistas que perpetúan su dependencia del poder.
Esos liderazgos tóxicos nos tienen hoy cautivos en medio de una lucha fratricida por conservar o alcanzar el poder. Como muestra un ejemplo: tanto en 2020 como ahora el financiamiento externo está preso de las pasiones políticas que asfixian al país.
Por otra parte, no tenemos una política social para la población, en especial vulnerable. Los subsidios y las transferencias no focalizadas, así como la simple entrega de obras públicas (una práctica que data de muchas décadas) revelan la ausencia de una visión de Estado para promover el crecimiento y la inclusión, especialmente en una época en la cual ya tenemos las herramientas para hacerlo.
Otro aspecto ha sido la extrema ideologización, de uno u otro lado, que nos ha impedido tomar las medidas correctas. Por ejemplo, en la actual etapa la aguda desconfianza en el sector privado ha impedido tomar medidas para promover más divisas y mejor empleo, por una cuestión ideológica que además es anacrónica. Hay que reconocer también que se debe al desconocimiento de nuestras autoridades de las actividades que regulan. Desafortunadamente, la vereda opuesta también adolece de este mal porque no conoce el Estado.
Asimismo, un banco central independiente, con un enfoque técnico y no político, podría haber aplicado estrategias más oportunas para mantener la estabilidad económica interna y externa: empleo, crecimiento, baja inflación y sostenibilidad de las cuentas externas.
Es decir, en vez de mantener la inflación baja mediante precios controlados, subsidios, subvenciones y tipo de cambio fijo, se podría haber tenido un régimen monetario más efectivo.
También se pudo haber optado por un régimen cambiario que permita reaccionar frente a los cambios del contexto externo de forma oportuna sin afectar a la bolivianización, que habría estado anclada en una inflación controlada de forma sostenible y un nivel razonable de reservas internacionales.
No es que no existan soluciones; falta quienes las implementen desinteresadamente. Dios nos ayude a elegir bien quienes podrían hacerlo.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo