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En un duelo de titanes y en una muestra de apertura democrática¸ el filósofo Jürgen Habermas y el teólogo Joseph Ratzinger (Benedicto XVI, actual Papa emérito), midieron músculo intelectual en el denominado combate de las ideas, sus principales postulados fueron publicados en formato de libro bajo el título de; “Entre Razón y Religión, dialéctica de la secularización”, el primero naturalmente defensor del laicismo y el segundo defensor del dogma religioso, sobre el desenlace se puede destacar que lógicamente no llegaron a convencerse y que tampoco arribaron a un punto intermedio.
En esta ocasión nos inclinaremos por los partidarios de la iglesia de San Pedro ubicada en la Santa Sede del Vaticano, por lo que afirmaremos que “la fe empieza donde termina la razón”, dicho esto, analicemos un par de incidencias de nuestras pasiones sobre la materia.
En un grueso error de cálculo, el presidente de la Federación Rusa convencido de que una operación especial en Ucrania sería un paseo por un jardín de flores, inicio las maniobras militares y en vez de una bienvenida cálida, se toparon con una guerra en todo el sentido de la palabra, misma que ergo, ha despertado el nacionalismo a ultranza de los ucranios, defensores que gracias al apoyo de occidente, se han lanzado enceguecidos como una fiera herida contra el invasor, imprimiéndole humillación y castigo como no se había visto desde la segunda guerra mundial, y por lo que se sabe, la guerra está lejos de acabar y el parte meteorológico vaticina lluvia, y no es necesariamente agua lo que les caerá del cielo
Tal es la fe de los defensores ucranios, que las tropas sitiadas en la acería de Azovstal en Mariúpol frente a la posibilidad inminente de enfrentar un fatídico destino, en una suerte de ironía le cantan y le sonríen a la muerte. Se trata de un caso típico de hombres y mujeres con un valor y una fe inconmensurable, me refiero a esos personajes legendarios que nos han regalado algunos de los episodios más idílicos de la historia, su mérito es atizar la llama de la gloria eterna para celebración de la humanidad, y los han tenido todas las naciones del mundo, les llamamos héroes, mesías, libertadores, mártires, etc., para mantenerlos vivos en la memoria colectiva en sus nombres levantamos templos, erigimos monumentos, nombramos calles y avenidas, entre muchos otros.
El ser humano es conflictivo por naturaleza, cuando no estamos guerreando, estamos rivalizando en todos los oficios, artes y deportes que hemos inventado hasta la fecha, en este punto hago un guiño a los antiguos griegos que inventaron las Olimpiadas, y quienes a pesar de cualquier guerra que hubiera estado desarrollándose en el mundo heleno, daban salvo conducto a las delegaciones para que puedan acudir sanos y salvos a la cita deportiva, en una muestra clara que hasta la guerra debe de tener reglas.
Y ya que hablamos de deporte, a modo de ilustración no puedo dejar de citar el partido de vuelta por la llave a la final de Champions League entre el Manchester City y el Real Madrid, dónde el equipo de Valdebebas, a pesar de estar desahuciado en el tanatorio, contra todo pronóstico ha burlado a Cancerbero y ha convencido al barquero para hacer el viaje de regreso al mundo de los vivos, se trata de una remontada exquisita en la que ha demostrado que la esperanza es lo último que se pierde, o mejor dicho, la fe empieza donde termina la razón.
Finalmente puedo decir que tengo una certeza, un mundo basado en la razón, sería poco o nada violento, pero también sería un mundo muy aburrido.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo