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Por Scott Lincicome1 y Alfredo Carrillo Obregón2
El comercio desde hace mucho ha sido un pilar de la seguridad nacional y global. Habiendo presenciado cómo los bloques económicos rivales ayudaron a fomentar dos guerras mundiales, los fundadores del sistema multilateral de comercio, el Acuerdo General sobre Aranceles y la Organización Mundial del Comercio (GATT/WTO), creyeron que los países que comerciaban entre sí serían menos proclives a involucrarse en la competencia geopolítica y, eventualmente, en un conflicto armado.
“Cuando la guerra vino en 1914…Vi como no se puede separar la idea del comercio de la idea de la guerra y la paz…Yo desde ese entonces llegué a creer que si podríamos incrementar los intercambios comerciales entre las naciones gracias a barreras comerciales y arancelarias reducidas y remover los obstáculos internacionales al comercio, podríamos avanzar mucho hacia eliminar la guerra misma”.
—Cordell Hull, Secretario de Estado en la administración de Roosevelt
Desde ese entonces, numerosos estudios han confirmado estas intuiciones y contradicen los argumentos recientes de que el aislamiento económico o la “desvinculación” de China serviría mejor los intereses de la política exterior estadounidense que los compromisos multilaterales.
Al incrementar la interdependencia comercial, el comercio alienta a los gobiernos a evitar la guerra u otro conflicto armado a gran escala (algo que impondría pérdidas económicas sustanciales). Incluso cuando el conflicto armado desafortunadamente se da, el daño económico que las sanciones económicas, ya sean estatales o privadas, pueden infligir a un agresor interconectado pueden servir como advertencia a otros gobiernos que también podrían tener ambiciones extraterritoriales.