Opinión

El Carnaval gubernamental

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El país se prepara para celebrar el Carnaval este año, después de que los aerosoles, los chisguetes, las casacas multicolores, los disfraces de pepino, los trajes bordados, los instrumentos de las bandas musicales y los alcoholes carnavaleros tuvieron que ser guardados el 2021 a causa de la pandemia.

El desenfreno asoma otra vez, pero no de parte de las comparsas, los conjuntos folklóricos o los grupos juveniles dispuestos intercambiar baldazos de agua, disparos de espuma o bombas de pintura, sino de algunas autoridades del Ejecutivo con acciones y discursos faranduleros.

La contradicción entre autoridades de los ministerios de Culturas y Salud sobre la realización de la entrada del Carnaval de Oruro fue la primera expresión carnavalera desde el poder político. Con sus argumentos, las primeras autorizaron el retorno de una de las expresiones folklóricas más importantes del país y la región.

Pero, el Ministro de Salud, quien cedió dos veces ante los antivacunas, tomó una matasuegra y salió a los medios a decir que es un “error” autorizar la fiesta del Carnaval. ¿No sabe que antes de la entrada o peregrinación, miles de indígenas de comunidades rurales protagonizan la Anata Andina? ¿El ministro y su comparsa controlarán si están vacunados?

Hay más. Como si luciera un traje de lentejuelas y llevara serpentinas en el cuello, durante la evaluación de la última semana epidemiológica de enero dijo que Bolivia está en una “casi normalidad” a raíz del descenso de contagios de Covid-19.

¿Seguirá afirmando el ministro que es un error autorizar las carnestolendas, pese a que él mismo anunció la llegada de la quinta ola para las próximas semanas? El Carnaval da para todo.

Pero, su mayor gesto de alegría carnavalera la expresó el sábado 29 en su natal Sucre, cuando literalmente celebró un año de la llegada de las dosis Sputnik V que todos sabemos resultaron una burla para el país por los reiterados incumplimientos en la provisión de los inmunizantes por parte del Fondo Ruso de Inversiones.

El ministro convocó al festejo, con aglomeración incluida, a representantes de sectores sociales en la capital del país, con quienes celebró una tarea cumplida a medias y solo faltó cantar unas coplas carnavaleras sobre Bolivia, el país donde se festejan los fiascos.

Y es que a un año del inicio del plan nacional de vacunación, 55 de cada 100 de personas mayores de 5 años recibieron “la pauta completa” a nivel nacional, como señala Rafael Vilar, un estudioso del comportamiento del covid en el país.

Pero, el Ministro de Salud no es el único con aires carnavaleros. Su colega de Educación también se mandó un par de decisiones que fueron tomadas por la comunidad como cuando se escucha el estruendo de los cohetillos el martes de ch´alla, se hace un alto por unos segundos y luego continúa la celebración.

Instruyó descuentos de hasta el 30% en las pensiones escolares de colegios particulares y prohibió que se entreguen listas para la compra de materiales educativos. Todos escucharon el estruendo de las instrucciones, pero casi nadie cumplió en el país con las determinación del Ministro de Educación.

Enganchados por los codos, dando brincos alegres, con trajes de color azul y verde olivo, el Ministro de Gobierno y el Comandante de la Policía le pusieron su toque al Carnaval gubernamental negando que agentes encubiertos de la DEA hayan operado en el país y asegurando que no fueron informados de que uno de los principales investigados era el jefe antidrogas de Evo Morales, el coronel retirado Maximiliano Dávila.

El cierre estuvo a cargo de la Ministra de la Presidencia y su declaración pública de que los ministros de Luis Arce pusieron sus cargos a disposición, días después de la fecha en la que se suele realizar cambios en el gabinete ministerial, solo con el propósito de morigerar las durísimas pugnas entre las corrientes internas del MAS, cosa que por supuesto no ocurrió.

Así, mientras el país se prepara para volver a celebrar el Carnaval en medio de la pandemia, algunas autoridades del gobierno tomaron la delantera, se entregaron a la demagogia farandulera y estuvieron a punto de gritar ¡Qué viva el Carnaval!


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